Señor director:
Se publicaron los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), segundo año de aplicación de un modelo que busca medir competencias y habilidades por sobre contenidos para reconocer los esfuerzos y las experiencias de vida de las y los estudiantes.
Como señaló el ministro de Educación “consolida un proceso de cambio y transformaciones en el sistema de acceso, que pueden sumarse también a otros elementos, pero a la cual no puede solicitarle que resuelva las brechas. Ni tampoco que nos entregue información respecto a la calidad de la educación. No es su propósito”.
Es cierto, convengamos que la PAES es un instrumento que tiene ciertas propiedades, diferente es el uso que se le quiera dar, pero más diferente aún son las atribuciones causales que se les quieran asociar a sus resultados.
Según DEMRE, a diferencia de su predecesora PSU que seleccionaba en base al currículum vigente, ésta retoma la idea que la labor del sistema educacional no es preparar para una prueba, sino para la vida. La evaluación hace pensar y resolver problemas integrando distintas áreas del saber y desafiando a ir más allá de la repetición literal y atomizada.
Tal como lo plantea la Prueba PISA de la OCDE, la PAES busca evaluar competencias como un saber en contexto, que los estudiantes tengan que tomar decisiones basadas en evidencias, discriminando así qué conocimiento les son útiles para resolver un problema.
La memoria se pone al servicio del aprendizaje, como un medio para aprender, pero no es un fin en sí mismo, porque ya no basta con aprender de memoria teorías, conceptos o fórmulas, sino saber cuándo usarse, cómo aplicarlas y para qué hacerlo. Orientación evaluativa que es una buena noticia. Aunque su propósito no es modificar la calidad de educación, de todas maneras, influirá en las formas de enseñar y aprender a nivel escolar.
Reflejo de la complejidad del sistema educativo
Las brechas de puntaje son históricamente estables entre los grupos y solo ilustran la complejidad del sistema educativo.
Las más notorias siguen siendo las existentes en todas las pruebas, entre las y los estudiantes egresadas y egresados de establecimientos particulares pagados y entre particulares subvencionados y municipales, además de las brechas por género -la que reapareció en la última PISA 2022- en matemática.
Al menos el nuevo sistema de reconocimiento del mérito, las llamadas Distinciones a las Trayectorias Educativas (DTE), toma en cuenta la identidad, la trayectoria y el contexto educativo. Todo, bajo criterios de paridad de género.
Comprende que en cada lugar existen distintas realidades, y que debemos avanzar hacia un sistema “más justo”.
Por ejemplo, hubo un aumento del 3,9% de los participantes respecto de la rendición del año anterior, mientras que las personas con necesidades educativas especiales o en situación de discapacidad crecieron un 50% respecto a la edición 2022.
Es imprescindible para desarrollarnos como sociedad reducir las diferencias socioeducativas, con una educación para todos y todas, trabajando tanto con quiénes les cuesta más o menos, aquellos con o sin un respaldo familiar, o con buenos o malos promedios.
Las cifras y rankings son un arma de doble filo pues esconden otros datos dignos de análisis en el fondo, cuestión que no implica desconocer los problemas existentes.
La educación no debe ser vista como una competencia entre estudiantes y menos si esta se desarrolla en la forma de una contienda profundamente desigual.
Debemos avanzar hacia una justicia educativa con mayores oportunidades para todas y todos los estudiantes de los diversos territorios a lo largo del país.
La obsesión de las sociedades modernas por las cifras recuerda lo dicho por Jerry Muller en su libro The tyranny of metrics: “lo que se puede medir no siempre es lo que vale la pena medir y lo que se mide puede no tener relación con lo que realmente queremos saber”.
Dr. Rodrigo Fuentealba
Decano de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Chile