Bandas folclóricas, grupos de cueca y performances de todo tipo se exhibieron al interior del Estadio Nacional, al aire libre, junto con murales y carteles de todo tipo que recuerdan las más de 40.000 víctimas, entre ellas 3.200 asesinadas a manos del régimen, de las cuales más de 1.400 hechas desaparecer.
Mientras, las velas colocadas en el suelo rodearon el estadio por el exterior, colocadas debajo de las fotos de los asesinados y hechos desaparecer por el régimen. En un rincón, y con un mural especial, recibieron un homenaje las desaparecidas embarazadas, y al lado los niños, niñas y adolescentes, representados por camisas blancas tendidas en un hilo con sus nombres y edades bordados. “Nunca más” fue uno de los mensajes más repetido.
“Conmueve ver tanta gente y que no seamos tan pocos los que nos tomamos el día para recordar, pero es un poco agridulce todo porque, por otro lado, el ambiente político en Chile está muy polarizado”, comenta Andrea, una joven de 26 años que espera entrar a la escotilla número 8.
Entre septiembre y noviembre de 1973, por el Estadio Nacional pasaron cerca de 20.000 prisioneros. Luego el espacio se cerró como centro de detención para jugar las eliminatorias del Mundial de 1974 contra la URSS, que renunció a disputar el partido en un lugar manchado por la tortura y represión. Meses después la FIFA otorgó la victoria a Chile.
Declarado Monumento Histórico en 2003, el icónico Estadio Nacional ha acogido grandes hitos de la historia reciente del país: desde el partido que otorgó el tercer puesto a Chile en el mundial que organizó en 1962, hasta las votaciones de los plebiscitos constitucionales.
A partir de octubre también se convertirá en uno de los epicentros de los Juegos Panamericanos, el evento multideportivo más importante celebrado en Chile.