Rabio Bío Bío tuvo acceso al relato de tres denunciantes del suspendido sacerdote de Pedro Aguirre Cerda, David Mondaca Rivas, las que son parte de un proceso canónico y que podrían pasar al Ministerio Público. Las denuncias incluyen abuso de conciencia, abuso sexual y violación.
El pasado 24 de junio la iglesia comunicó la suspensión del ejercicio sacerdotal del párroco de Pedro Aguirre Cerda, David Mondaca Rivas, por una denuncia de abuso sexual interpuesta por una mujer por hechos cometidos entre 1993 y 1994.
Sin embargo, el sacerdote tiene a su haber al menos tres denuncias de abuso, incluyendo una violación. Estas tres mujeres que lo denuncian esperan que sus delitos no queden impunes y acusan que la iglesia hizo oídos sordos a las primeras acusaciones que hicieron hace 19 años atrás.
A Mondaca Rivas lo describen como un sacerdote amable, carismático, muy apasionado por el evangelio y siempre hablando de la santidad. Pero también sostienen que al paso del tiempo, se volvió controlador, al punto de imponerles normas de cómo vestirse: no podían usar faldas cortas, pantalones apretados, ni escotes.
Los tres relatos en su contra coinciden en que era una persona que se aprovechaba de las carencias familiares de las menores, intentando suplirlas. Que también tuvo abuso de conciencia con ellas, y siempre que tenían actitudes cuestionables les decía que “el demonio” siempre intentaba meter la cola en relaciones “santas”.
Su primera denunciante, quien prefiere mantener su nombre bajo reserva, lo acusa de violación, y fue su testimonio el que terminó en la suspensión de su ejercicio sacerdotal.
Ella tenía 17 años cuando comenzaron los abusos, y según el relato que entregó en exclusiva a La Radio, al principio no había pasado nada anormal, pero al corto tiempo las cosas cambiaron.
“Se lanzó sobre mí, tratando de desabrochar mi pantalón. No recuerdo más, creo que estaba en shock (…) durante mucho tiempo él tuvo relaciones íntimas conmigo en su propia casa”, recuerda la mujer, quien hizo la denuncia en 2000, la que quedó archivada. Cuenta que al cura le pusieron tratamiento psicológico, pero a ella ni siquiera la llamaron para saber cómo estaba.
“Ahora me decidí (a hablar) por el bien de la iglesia y por el bien de otras adolescentes que pueden pasar por lo mismo que yo pasé. Sólo espero que la iglesia repare el daño causado en mí y en tantas y que se haga justicia no sólo a nivel eclesiástico, sino también que esto pase a Fiscalía. Querámoslo o no, lo que a mí me pasó fue un delito”, sostuvo.
Más denuncias: abuso sexual, tocaciones y abuso de poder
Otra de sus denunciantes hoy vive en Europa. Conoció al religioso cuando tenía 10 años y relata que cuando tenía 12 comenzó a darse cuenta de que algunas actitudes eran excesivas y se lo manifestó. Él le dijo que la veía como una hija. Comenzó con tocaciones, y poco tiempo después, en una confesión, le dio un beso con lengua cuando tenía 12 años.
Su tercera denunciante -quien será identificada como Nieves- tenía 16 años cuando comenzó a ser acosada por Mondaca Rivas. Asegura que al principio fue algo reticente con el cura, pues no tenía una vinculación profunda con la iglesia. Sin embargo, el religioso comenzó a acercarse y a preocuparse por sus carencias, incluso económicas. Lo conoció cuando era diácono, y cuando se ordenó sacerdote se convirtió en su padre espiritual.
Al tiempo comenzó a tener ciertas actitudes cuestionables: la abrazaba fuertemente pegando su cuerpo al de ella por varios minutos, la manoseó, le dio besos en el cuello, le jadeaba en la oreja y le decía que era su predilecta.
Dijo que el daño que causó en ellas es irreparable, por lo que esperan que sea expulsado del sacerdocio y que sus delitos no queden impunes.
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Las tres hicieron la denuncia ante la iglesia y sus casos, según les informaron, pasarán a la justicia. La indagatoria la lleva adelante el sacerdote, Cristian Sahli.