Fue el sábado 10 de febrero de 2007 cuando Transantiago tuvo su debut oficial para ver el resultado del nuevo transporte capitalino que dejaba atrás las ‘micros amarillas’ para siempre.
Con tarjeta Bip! y mapa con los recorridos en mano para familiarizarse poco a poco, el revolucionario sistema de buses en su primer día tuvo pasaje gratuito y prometía ser un ejemplo de servicio de transportes de primera generación y de políticas públicas, así como también generar menor contaminación a la ciudad.
Con la imagen cercana de Iván Zamorano, el Transantiago pretendía revolucionar el sistema de buses y transmitir un legado a imitar a lo largo del país. Pero esto no ocurrió y a cambio hubo caos, conductores que no conocían bien las rutas, buses lentos y reclamos provenientes de los usuarios, siendo un día difícil que debió enfrentar Michelle Bachelet en su primer periodo.
La promesa de un transporte “más amable” con los capitalinos se desvanecía ese día, donde las expectativas tomaron otro tono aquel sábado. Cientos de usuarios luchaban codo a codo por poder ingresar a un bus, lo que culminó con la paciencia de los pasajeros.
Ni siquiera la gratuidad del pasaje logró mermar este descontento ciudadano, donde el ministro de la cartera de Transportes de aquel periodo, Sergio Espejo, concedió tres días consecutivos sin costo.
Las primeras reacciones de los usuarios apuntaron a la confusión en torno al mapa, los recorridos, los paraderos repletos de personas y buses que brillaban por su ausencia, donde los pasajeros denunciaron que sufrieron retrasos para llegar a su trabajo de hasta cuatro horas.
A esto se sumó que los pasajeros notaron que antes con las micros amarillas sólo necesitaban utilizar un recorrido. Sin embargo, ahora éste podía llegar a cuatro trayectos más para arribar al mismo punto, por lo que esa simplificación tan prometida no se estaba cumpliendo.
Tras la espera promedio de 15 a 30 minutos por los usuarios y de buses repletos por pasajeros que no ocultaban su desazón, comenzaron a llegar de a poco los ‘buses piratas’, las ex micros amarillas que pretendían rescatar a quienes no podían movilizarse, con un valor del pasaje que hace 10 años llegaba a los $380, realizando un recorrido ilegal.
Mientras los usuarios emplazaban a Zamorano a viajar en micro, los pasajeros se manifestaban en contra de la iniciativa, marcando uno de los puntos negativos de la primera gestión de Bachelet pese a culminar ese periodo de gobierno con una histórica aceptación de 84%.
Después de ese sábado 10 de febrero, el subsecretario de Transportes de ese año, Danilo Núñez, entregó su balance. Especificó que a las 5:30 horas habían 630 máquinas y que las expectativas eran que circularan 2 mil, de una flota de 5.100.
Asimismo, se detectaron 42 puntos críticos en el Gran Santiago, llevándose la peor parte quienes se movilizaron desde Quilicura, Américo Vespucio, Matta y Grecia.
Pero fue el lunes 12 de febrero cuando se vivieron las consecuencias de esta puesta en marcha en la capital a raíz del primer día hábil del Transantiago que mantuvo bloqueada la Alameda, lo que derivó a movilizaciones y protestas a sólo dos días de su implementación oficial.
A pesar de la confianza que mantenía el exministro Espejo respecto a que las falencias del sábado serían solucionadas, la aglomeración en los paraderos y buses transformó la mañana en un verdadero colapso del sistema público que también afectó al Metro y a sus combinaciones.
La situación derivó a protestas en Plaza Italia, donde pasajeros “se tomaron” los buses para reclamar en contra de la falta de recorridos.
El Transantiago ya lleva más de 12 años desde su debut y uno de los puntos más criticados es la calidad de algunas máquinas, la alta evasión y los problemas de algunos recorridos. Es de esperar que con su transformación a la “Red Metropolitana de Movilidad” estos problemas por fin puedan ser solucionados.