Esta semana, y después de llegar de Roma, donde el Papa Francisco lo nombró Cardenal, Fernando Chomali, visitó los estudios de Radio Bio Bio Concepción. Una visita significativa, considerando que estuvo al mando de la Iglesia Católica en Concepción y parte de la región del Biobío por 13 años.
La cita se enmarcó precisamente para celebrar su nuevo nombramiento con una Eucaristía realizada en la Catedral penquista a la cual asistieron diversas autoridades, pero también estaban presentes comunidades de parroquias y organizaciones como los trabajadores con síndrome de Down de la Lavandería 21, uno de los proyectos más emblemáticos realizados durante su gestión en la zona. Y precisamente, sobre estos 13 años en el Biobío, contingencia y la realidad que enfrenta el catolicismo en el mundo, conversó el Cardenal en los estudios de La Radio.
Chomali se sinceró: “Regresar a Concepción es volver a su casa”. Mencionó que fueron años intensos, trabajados y “muy rezados” y que fue una verdadera universidad que lo preparó para lo que hoy tendrá que enfrentar como nuevo Cardenal de la Iglesia chilena.
Por último, también tocó el tema de la migración y enfatizó que “ellos antes de ser migrantes, son personas. Nadie sale de un país si no es por un estado de necesidad muy grande y pienso que hay que hacer algo con ello”.
“Llegué con el pelo negro y me fui canoso”
—¿Cuánto pesaron estos 11 años en Concepción para el nombramiento en Santiago, pero también para lo que pasó en Roma el pasado 7 de diciembre?
—Yo no sé cuánto pesaron, pero pienso que el Señor me dio la Gracia de involucrarme en la región. Yo no estuve ajeno a lo que pasaba, en todos los ámbitos. De hecho, yo llegué con prácticamente todos los templos en el suelo, con toda la ciudad en el suelo, y conocí el amor de las personas por la iglesia, porque los reconstruimos (después del terremoto de 2010). Conocí el amor de las personas por sus barrios, el amor también por su trabajo. También llegué cuando había una huelga de hambre muy compleja de los comuneros mapuche, llegué con unos familiares de detenidos desaparecidos muy decepcionados de todo lo que estaba pasando respecto a su familia, y durante los 13 años estuve siempre muy vinculado a serios problemas laborales de muchas empresas que quebraron.
También vi los cambios que se fueron produciendo en muchos ámbitos. Yo llegué a una Universidad Católica de la Santísima Concepción bastante más pequeña, y en estos trece años hubo un crecimiento muy importante de infraestructura, crecimiento de investigación (…) Es simple, yo me vine a Concepción. Me vine con todo, fueron 13 años muy entregados, y también viví la solidaridad de mucha gente, porque durante ese tiempo mi padre se enfermó, murió también, y supe lo que era el cariño de las personas que sabían que yo estaba aquí, pero que básicamente había nacido y me había criado en Santiago.
Diría que viví intensamente. Llegué con el pelo negro y me fui canoso. Llegué sin dolor de rodillas, ya me están doliendo un poco. Bueno, el tiempo pasó. Pero bien, contento, he sido contento como era el Padre Hurtado.
—En la ceremonia del Consistorio se pudo observar que el Papa tenía un hematoma en el rostro, en el cuello. Después se supo que fue por una caída. ¿Cómo vio usted la salud del Papa Francisco?
—Antes de hablar del hematoma, quiero decirte que me impresionó mucho la diversidad de los cardenales. Mayores, no tan mayores, la gran diversidad y la amplitud de la Iglesia y la comunión de la Iglesia de gente distinta, y yo pensaba en una sociedad tan fracturada, una sociedad tan dolida, con tanta violencia, con tanta guerra, hay una institución que es capaz de convocar a gente tan distinta.
Bueno, en relación al Papa, cuando a uno lo llaman, uno se arrodilla y yo le vi el hematoma y quedé bien impresionado, entonces le dije, Santo Padre ¡¿qué le pasó?! Me salió naturalmente y ¡realmente no correspondía por la solemnidad del acto! Y él me contesta: “Me pegaron un combo” y se largó a reír.
Después se supo, porque la gente empezó a preguntar, que se había golpeado con un velador. El Papa está con un gran sentido del humor, pero debilitado físicamente. Anda en silla de ruedas, pero él está muy entusiasmado con su misión de sucesor de Pedro, está muy entusiasmado y de hecho hizo un viaje a Córcega por un día y tiene programado otro viaje. Él está convencido de su misión y sigue adelante y la verdad que no se queja nunca y ahí está.
“Hay una búsqueda muy grande de espiritualidad y de trascendencia”
—¿Qué tan crítico es el escenario, para los católicos, ante el avance del Islam, especialmente en Europa en estos momentos?
—Estuve en un congreso hace algunos años atrás en Egipto invitado por una asociación de distintas comunidades musulmanas. La Santa Sede autorizó que yo fuera a ese encuentro y efectivamente está bastante expandido en todo el mundo, pero a nosotros no nos corresponde andar quejándonos de la expansión de otra iglesia. Lo que a nosotros nos corresponde es avanzar con nuestra tarea evangelizadora y tratar de mostrar la belleza del evangelio y sobre todo tratar de recuperar a los católicos que se han entibiado. A mí me llama mucho la atención tantas personas que han estudiado en colegios católicos y que se han bautizado, que se han confirmado y que se han separado de la fe. Yo estoy pensando más bien en recuperar ese grupo. Lo que yo pienso es que mucha gente está buscando identidades más radicales que son las que ofrece el Islam y lamentablemente nosotros no tenemos tan internalizado una identidad más radical y si en algún minuto alguno la tiene, lo tinta de fanático, religioso.
—Usted repite bastante en sus discursos de que la Iglesia no puede tener estrategias de marketing… ¿Cómo frenar esta tibieza a la cual usted se refiere?
—Dos cosas: en primer lugar, nosotros vivimos de la promesa que Jesucristo estará con nosotros hasta el fin de los tiempos, y la promesa que Él es el camino, la verdad y la vida; es decir, esta no puede ser considerada una obra humana, una empresa humana, porque de hecho, si fuera por la empresa humana ya estaría destruida, empezando por sus propios miembros, que no siempre han sido los mejores.
Por otro lado, yo pienso que estamos envueltos en una situación cultural muy compleja donde se ha producido un vacío muy grande. Hay una búsqueda muy grande de espiritualidad y de trascendencia. Yo creo que el cristianismo es una respuesta muy adecuada, pero sí, reconozco que no tenemos claro cuáles serían las mejores pedagogías para llegar especialmente a los jóvenes. Pero es el mismo problema que tienen los papás que tampoco saben muy bien cómo encauzar a sus hijos o cómo educar a sus hijos, porque la competencia hoy día es muy grande.
Hay muchas personas que no son creyentes, o que están enfriados, pero frente al vacío existencial profundo que se produce frente a la muerte, frente a la enfermedad de un ser querido o frente a la propia enfermedad, se dan cuenta que la ciencia calla. Se dan cuenta que las redes callan, se dan cuenta que todo calla y el único que puede decir algo que valga la pena, es Dios y que se manifiesta a través de Jesucristo, que por lo demás también sufrió.
—Usted ocupa bastante sus redes sociales ¿Considera que la Iglesia va atrasada en materia de tecnología?
—Sí, absolutamente. Es decir, la tecnología va a mil por hora, nosotros vamos a diez por hora y la legislación va a uno por hora. Se van produciendo brechas grandes, pero hay esperanza porque el Dicasterio de las Comunicaciones sacó un documento hacia la plena integración de las redes en la tarea evangelizadora y creo que ya hay personas que se están atreviendo. El mismo Papa tiene redes, hay sacerdotes que tienen redes, algunos obispos también. Y yo por lo menos he vivido la experiencia de que las redes generan emociones. Cuando uno recibe un Whatsapp, uno recibe un mensaje ¡uno no queda indiferente! A uno le producen emociones y por lo tanto yo tengo que tratar de captar con un mensaje positivo la atención de las personas, reconociendo que soy una voz más dentro de muchas otras voces y en la medida que la gente me siga, en la medida que la gente le encuentre sentido, yo voy a seguir en eso.
Hoy en día la realidad es que el celular uno siempre lo tiene en la mano y de hecho, me pasó algo me avergüenza contarlo acá, pero lo voy a contar igual… Sucede que estaba trotando y contestando un email y ¡me caí! Dicho en español: “Me saqué la mugre”- Y yo estaba más preocupado del celular que de la rodilla, porque estar sin celular es como que a uno el mundo se le acaba. Forma parte de nuestra vida y es un lugar donde tú puedes entrar y encontrarte con muchas personas, por lo tanto yo voy a seguir usando, siempre con un mensaje positivo y nunca hablando en contra de nadie, sino que siempre animando a las personas a que piensen, a que recen, a que reflexionen y sobre todo a que se den cuenta que no están tan solas.
—¿No será que también la iglesia está también atrasada en distintos discursos, o frente a normas que tal vez se puedan flexibilizar y que no son dogmas necesariamente?
—Pero, habría que ver cuáles.
—Por ejemplo, el celibato…
—El celibato es una opción libre que incluso muchos no creyentes lo están viviendo. Es una ley eclesiástica, una norma divina que en occidente es así y evidentemente que hay personas que lo replantean, pero yo no creo que aboliendo el celibato y ordenando hombres casados no va a aumentar el número de vocaciones, bajo ningún punto de vista. Yo creo que esa medida práctica no serviría de mucho y se agregarían otras situaciones que también son son bastante complejas: yo por ejemplo me he cambiado de casa 17 veces… yo no sé qué familia podría aguantar cambiarse de casa 17 veces. El problema hoy día es que cuesta más asumir compromisos y eso pasa en todo tipo de cosas. Pero eso no es un dogma, como lo es por ejemplo el tema del aborto, eso ya está montando en otra categoría…
“Antes de ser migrantes, son personas”
—¿Y la participación de la mujer en la Iglesia?, en el sacerdocio puntualmente.
—Bueno, mira la Iglesia mantiene firme lo que hizo Jesucristo cuando tomó a los 12 apóstoles que fueron hombres, pero también la salvación vino de una mujer que abrió su corazón para que entrara Dios en la vida. Eso se ha mantenido porque esa fue la voluntad de Jesucristo. Si hoy día llegara Jesucristo ¿Qué diría? no tenemos idea… pero eso se ha mantenido y pienso que las mujeres se pueden desarrollar ampliamente en todos los campos evangelizadores. De hecho en el Vaticano y también aquí en Concepción y en Santiago están asumiendo responsabilidades muy grandes en el ámbito pastoral, en el ámbito universitario.
—¿Qué le pasó el otro día frente a las imágenes de estos miles de extranjeros que llegaron a las afueras del Estadio Víctor Jara?
—Sí, es un tema sensible, lo he hablado varias veces y lo he conversado también con algunas autoridades. Yo pienso que es irresponsable tener a miles de personas que se sabe que están trabajando, que se sabe que están llevando a sus hijos al colegio y que no tengan un reconocimiento más formal. No tienen todos los derechos que tiene un ciudadano. Ellos antes de ser migrantes, son personas. Nadie sale de un país si no es por un estado de necesidad muy grande y pienso que hay que hacer algo con ello. Me parece que es una injusticia cuando se asocia migración a delincuencia. Todo delincuente del país que sea, tiene que ser perseguido y castigado como corresponde que es lo que están haciendo en Estados Unidos y en Europa con los chilenos que han hecho un daño inmenso y a nadie le gustaría que no metan a todos en un mismo saco. Los migrantes son una riqueza.
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