El primer consejo antes de ir a comer al Barrio Chino de Lirquén es, sin duda, planificar el estacionamiento.
Es que acá faltan lugares y, por lo que pudimos averiguar, los estacionadores de autos son quienes organizan todo, por lo que si su idea es llegar y quedar donde usted quiera, sepa desde ahora que eso probablemente no va a pasar.
El segundo consejo es ir preparado para conocer un barrio en donde la oferta culinaria está literalmente en la calle, por lo que el tránsito peatonal se ve interrumpido por carritos y las cocinerías copan las veredas. De hecho, muchas de ellas son la “extensión” de locales establecidos de manera tradicional pero que ante la oferta, quizá desatada, se sumaron con una propuesta de comida al paso en carrito, muy barata y sabrosa.
Hay ceviches y empanadas fritas por menos de mil pesos y con mucho sabor, casi sin necesitar aliños.
A eso se suma un montón de captadores ubicados fuera de cada restaurante.
Y aquí está la nota baja del barrio: Hablan fuerte, interrumpen, son intrusivos e interfieren el paso, logrando cualquier cosa menos hacer agradable el caminar. Pero bueno, son los costos de tener toda la oferta en el mismo lugar.
En ese contexto, en una calle lateral de la plaza de Lirquén, está La Nave.
El restaurant era una casa familiar cuando fue fundado, hace algo así como 70 años, y se mantiene con un cuidado artesanal y austero, al igual que toda la decoración.
Es que el lugar, aunque tiene zonas muy añosas, se mantiene muy limpio en las partes que más importan, como los baños, las cocinas y las mesas, aunque falta un poco más de atención en los pasillos, el hall y la escalera, pero se mantiene muy bien para su edad, más aún pensando que es el precursor del Barrio Chino de la zona.
Con esa mezcla de casa y restaurante, el lugar parece literalmente el living de una familia de Lirquén, lo que le da una estética muy chilena y acogedora.
De hecho, cuando llegamos, el mozo puso la televisión con Sábados Gigantes.
Bueno, no es que pongan cualquier programa, sino que reproducen un compilado de capítulos en los que Leodina Muñoz, iniciadora del local, se hizo famosa.
Es que Muñoz visitó el programa un par de veces, y allí habló con Don Francisco de sus platos y de su prematura viudez de Sergio, un buzo de la zona que murió a temprana edad y que es recordado en el hall del local con su escafandra y fotos.
En el video, y en una segunda visita, Leodina llevó un montón de cartas que le habían llegado desde todo Chile para ofrecerle matrimonio y acabar así con esa viudez, un estatus que por esos años al parecer era imprescindible “remediar”.
Pero si una mujer es capaz de sacar a su familia adelante sola y al mismo tiempo levantar y mantener un restaurant próspero no necesita un hombre al lado.
Y eso fue lo que decidió Leodina y lo que le habría contado a Don Francisco cuando hace un par de años volvió a visitarla pasa conocer cómo le había ido en su vida para un nuevo programa de TV. Pero no pudo: La matriarca falleció poco tiempo antes del encuentro.
Esta historia la cuento porque tuvimos este resumen en loop durante todo el tiempo que estuvimos ahí, por lo que ya me la sé un poco de memoria, pero también porque al llegar a ese punto en todas las mesas había alguien llorando de emoción.
Es una linda historia, y aunque la sobre explotan, es una de las cosas más folclóricas del local, el que además tiene fotos de Martín Cárcamo y el Flaco de Dinamita Show, un asiduo del local pues vivía en el sector.
Pero vamos a lo nuestro: La atención es un poco torpe pero atenta y, como siempre, La Nave es atendida por su propia dueña, Carmen, quien supervisa y conversa, como en el living de su casa.
Los precios son muy bajos y los productos frescos. Además, y esto convence, se demoran en servir, porque no cocinan y reservan, sino que hacen los platos en el momento.
Para partir, pedimos unas Empanadas de Queso ($600) que son ricas pero pequeñas. Son, literalmente, un bocado para “abrir el hambre”.
No había Merluza con Agregado ($3.700), por lo que pedimos Congrio con Agregado ($6.500).
También pedimos, sin mucho que ver con el lugar, Pollo Dorado a lo Pobre ($3.900), macerado y luego cocido a fuego lento en sartén, hasta que ablanda, con unas papas fritas ricas y nuevas, una cebolla suave y un huevo un poco más cocido de lo que debería.
También pedimos el Plato “La Nave”, que combina productos marinos de la zona frescos, en un jardín de abundantes camarones, carne de jaiba y almejas.
La mejor combinación para todo esto, desde mi punto de vista, eso sí, es un vino. Y mi recomendación es el Leyda Garuma Sauvignon Blanc, que vale algo así como $7 mil en tiendas.
Esta botella, aunque no está en la carta, puede entrar avisando antes y va increíble con pescados y mariscos frescos, pero hay que sumarle lo bueno que es cuando el ambiente es marino, como todo en Lirquén.
Una muy entretenida experiencia.
Volveremos pronto, sin duda.
Para escribir esta reseña se visitó una vez el local de manera anónima. No se recibió ni aceptó ninguna invitación por parte del lugar.
La Nave. Balmaceda 25, Lirquén. No tiene estacionamientos propios pero hay de superficie en los alrededores con cuidadores que piden propina.