Desde sus orígenes, las lagunas han estado presente en Concepción. Historias y algunas leyendas se narran en torno a sus aguas. Estos cuerpos de agua, testigos del crecimiento de la ciudad, requieren de cuidados especiales para que no desaparezcan como ya ocurrió con la Laguna de Los Negros y Gavilán.
“La ciudad de las siete lagunas”. Así se le conoció a Concepción en el siglo XIX. De ese número de espejos de agua, que solían existir hace más de doscientos años, van quedando solo cinco, pues la Laguna de Los Negros y Gavilán desaparecieron por completo.
Las lagunas, ubicadas en distintas zonas urbanas de Concepción, son parte del patrimonio natural penquista. Los expertos concuerdan en que de no recibir el cuidado necesario, corren el riesgo de desaparecer. Algunas de ellas ya están sufriendo las consecuencias de la contaminación y expansión territorial, con la presencia de proyectos inmobiliarios que amenazan su permanencia.
Para eso, los planes y proyectos de regeneración son vitales para que las lagunas se mantengan en buen estado y no desaparezcan del mapa ni de la memoria colectiva.
En el olvido
Hace más de dos siglos se contabilizaban en los libros de historia siete lagunas. La mayoría estaban ubicadas en el Valle de la Mocha, actual Concepción, específicamente a orillas del Río Bío Bío; al sudeste con el Cerro Caracol y al oeste con las Lagunas Lo Galindo y Las Tres Pascualas.
Hoy, dos de esos siete cuerpos de agua ya no existen. Se trata de la Laguna Gavilán y la Laguna de los Negros, esta última ubicada entre las calles Cruz, Caupolicán y Rengo, y que debe su nombre a una trágica historia que ocurrió en 1804.
“Ese año recaló en el puerto de Valparaíso el “Trial”, un buque con 72 esclavos de Senegal. Durante el traslado los senegaleses se amotinaron y tomaron prisionero a su capitán, para que éste los devolviera a sus tierras. En este altercado 18 españoles terminaron muertos”, cuenta el historiador Armando Cartes, director del Archivo Histórico de Concepción.
Luego de navegar 40 días por aguas desconocidas, los senegaleses se acercaron a la Isla Santa María, donde avistaron a la fragata ballenera inglesa “Perseverance”. En ese momento, Benito Cerreño, el capitán del “Trial”, aprovechando la instancia, se lanzó al mar, siendo rescatado más tarde por la tripulación de la otra embarcación.
Los navegantes del “Perseverance” capturaron y trasladaron a los esclavos senegaleses a Concepción, donde ocho de ellos fueron condenados a muerte por orden del intendente subrogante Juan Martínez de Rozas.
Los cuerpos, que por tradición católica no podían ser enterrados en un cementerio, fueron arrojados a un cuerpo de agua que más tarde se bautizó como “Laguna de los negros”.
Otra laguna desaparecida fue la de “Gavilán”, ubicada en las faldas del Cerro Gavilán, conocido como Cerro Amarillo. Antes de 1751 Concepción se emplazaba en Penco, pero luego del maremoto de ese año se decidió estratégicamente cambiar la ubicación de la ciudad hacia el ‘’Valle de la Mocha’’ o también conocido como “Valle de Gavilán”, por Doña Josefa Gavilán, la dueña del terreno.
“Algunos dicen que Josefa Gavilán donó los terrenos para hacer la ciudad. Otros dicen que no pudo venderlos porque los escritos se perdieron con el maremoto”, dice el historiador Armando Cartes.
Cartes agrega que por esos años “las lagunas eran consideradas insalubres, pues albergaban insectos; eran depósitos de basura, además impedían la continuidad de las calles, ya que se inundaban en invierno. Tampoco eran valoradas como paisajes, ni como suministros de agua, por lo que significaban un obstáculo para la ciudad y su población”, relata.
Estado crítico
Hoy, el cuidado de las lagunas cobra importancia. Algunas universidades e instituciones han decidido realizar estudios para conocer el estado actual de las lagunas penquistas.
El Centro Regional de Estudios Ambientales (CREA) de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, por ejemplo, en un estudio entre julio de 2016 y marzo del 2018, detectó que cinco lagunas urbanas de la zona están eutrofizadas, es decir, que tienen un exceso de nutrientes.
El investigador y coordinador del proyecto, Pablo González, explica que el proceso de eutrofización “trae consigo problemas como mal olor, turbidez en el agua, falta de oxígeno y proliferación algal. (…) Además algunas lagunas tienen sedimentos contaminados con metales pesados”, comenta el especialista.
El investigador explica que la eutrofización se origina por agentes antropogénicos, como basurales aledaños, detergentes o cualquier tipo de desecho que llegue a la cuenca hidrográfica de la laguna y que pueda desestabilizar el equilibrio del agua.
La eutrofización y los metales pesados no son el único tipo de agente contaminante. El exceso de nutrientes podría propiciar la floración o “bloom” de micro-algas. “Estas algas tiñen las lagunas de un color verde oscuro o azulado dependiendo de la crisis que forma esta floración, pero lo más preocupante es que estas floraciones “bloom” son tóxicas”, detalle el Dr. Óscar Parra, investigador del Centro de Ciencias Ambientales (Eula-Chile) de la Universidad de Concepción.
Si bien las lagunas penquista no se encuentran en su estado más óptimo, como arrojan los estudios, el cuerpo de agua que mayor sanidad presenta es la Laguna Redonda, que recientemente ha sido hermoseada con la implementación de un parque a su alrededor.
Expansión urbana
La expansión urbana también está amenazando a yacimientos acuíferos como los humedales y a lagunas como Lo Galindo, Lo Custodio, Las Tres Pascualas y Lo Méndez, que se encuentran rodeadas por edificaciones, como casas, universidades y edificios de altura.
Para Carolina Rojas, geógrafa y doctora en sistemas de información geográfica de la Universidad de Alcalá (España), la construcción de estos edificios cercanos a las lagunas se debe a que otorgan “buena accesibilidad, equipamiento y transporte”, dice.
Sin embargo, las edificaciones podrían generar un deterioro a las aguas y a todo su ecosistema. “Si no están bien los conectores, lo más probable es que lleguen aguas servidas a la laguna y eso afectaría la composición de los nutrientes”, asegura Rojas, también investigadora en el Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS) de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Para el Dr. Parra, el problema radica en la falta de un plano regulador que impida construir en al lado de las lagunas. Asimismo, “tampoco existen normativas vigentes para proteger este patrimonio natural”, sentencia el científico.
El municipio de Concepción ha inaugurado en los últimos años parques en torno a estos depósitos acuíferos, que generalmente son de agua dulce. Ejemplos recientes son Laguna Redonda con una ampliación de 13 metros cuadrados y Lo Galindo con 2 metros cuadrados.
El libro “Atlas, fragmentos del paisaje’’ de la arquitecta e ilustradora Grace Mallea y la geógrafa Carolina Rojas, señala que la laguna más beneficiada, en temas urbanísticos, es Lo Custodio, con 3658 metros cuadrados de áreas verdes y un parque a su alrededor, desarrollado como parte del proyecto “Quiero mi barrio”.