Concepción es una de las ciudades más longevas del país. De acuerdo con el Censo de 2017, alrededor de 28.000 habitantes pertenecen a la tercera edad, muchos de los cuales reciben la Pensión Básica Solidaria de Vejez (PBSV) otorgada por el Estado, equivalente a $107.304.
Con ese dinero algunos logran mantenerse, mientras que otros, en cambio, deben seguir trabajando. Así, salen a las calles a vender toda clase de productos para comprar medicamentos y llegar a fin de mes.
En el centro penquista, Tegualda, Ciro, José y Juana, son algunas de las personas que, a pesar de su edad, siguen trabajando con esfuerzo y dedicación.
1.- Las zanahorias de “Tegüita”
Tegualda Chopp, de 80 años, recibe 105.000 pesos mensuales de pensión. Para llegar a fin de mes vende frutas y verduras hace 60 años en la esquina de Caupolicán con Maipú, al lado de la pérgola de las flores. Su producto más vendido son las zanahorias.
“Yo aún puedo sola”
Tegualda vive en Chiguayante y todos los días se levanta a las 6:00 horas para llegar a vender sus productos al centro de Concepción. Pese a su avanzada edad, asegura que no necesita ayuda para acarrear las cajas o armar su puesto de madera.
El costo de la vejez
Debido a su artrosis, Tegualda necesita comprar mensualmente remedios que le consumen toda la pensión. “Se me van 120 lucas en medicamentos por mi enfermedad, por eso necesito trabajar”, afirma.
Sonreír no cuesta nada
A pesar de su enfermedad, Tegualda conserva su buen humor y carisma; dice sentirse querida por sus colegas de la cuadra y sus clientes que ya conocen a la “Tegüita” desde hace varios años.
Hecho por Ciro
A sus 74 años, el artesano Ciro Ruz recibe 107.000 pesos de pensión. Desde hace 13 años elabora colgadores para la ropa y destapadores de cocina. Los vende en calle Castellón entre Barros Arana y O’Higgins.
El valor de un almuerzo
La primera venta de Ciro durante el día, después de la consulta de varios clientes, es la de un colgador ($6.000). Le alcanza para el almuerzo de él y su hija, asegura.
Orgullo
Ciro dice estar orgulloso de lo que hace. Agradece a cada una de las personas que se acercan a preguntar por los utensilios que vende, entre los que destacan colgadores y destapadores de cocina. Las jornadas, por lo general, son casi siempre exitosas.
Por una enfermedad
José Olivares, 62 años, recibe 107.000 pesos por pensión de invalidez, la que logró obtener de manera anticipada, debido a una trombosis cardiovascular que lo aqueja y que le impide hacer fuerza en sus labores desde hace más de nueve años.
Cobijado por las letras
El diario distrae a José durante unos minutos hasta que algún cliente interrumpe su lectura. “Nací en La Emergencia, Hualpén. Cuando era cabro no leía el periódico, lo usaba para taparme del frío las veces que tenía que dormir en la calle”, cuenta.
Precios bajos
Entre los productos que comercializa en la calle Caupolicán entre Carrera y Maipú hay matamoscas, cortauñas, candados y una gran variedad de pomadas que no superan los 1000 pesos de valor.
Peligro latente
José dice que los vendedores ambulantes están siempre en constante riesgo. “Desde que los carabineros te incauten la mercancía hasta que te la roben delincuentes”, asegura.
Sin pensión
Juana Arratia Alvear, 60 años, no recibe pensión alguna a pesar de su discapacidad o “pifia”, como le llama ella.
Juana vive en Coronel. De lunes a viernes se levanta a las 7:00 horas y toma el Biotren a las 8:00 en punto para llegar a su lugar de trabajo, a la entrada de la Galería Alessandri. Allí tiene un puesto habilitado donde vende ropa.
El reflejo de la soledad
A Juana le encanta escribir y siempre ha sido su deseo plasmar en poemas la realidad de las personas de la tercera edad, a quienes considera olvidados. “Vamos quedando solos, pero es la ley de la vida; yo creo que la juventud de hoy es más individualista y no son tan apegados a sus padres”, dice.
En invierno suben las ventas
Durante el invierno, sus productos son bastante demandados. Destacan los cuellos de polar, gorros, bufandas y una gran cantidad de calcetines. Asegura que estos productos son el sustento de su hogar.
La dignidad
“Pienso que cuando el Estado le da a las personas que no tienen la necesidad y apoya a quienes realmente no tienen carencias se pierde la dignidad… creo que la hemos perdido en nuestro país”, sentencia Juanita.