Las historias y mitos ligados al oro siguen presentes en el legendario Rere, un pueblo fundado en la época de la conquista y donde hoy parece que el reloj retrasó sus agujas.
Las casas viejas, algunas construidas de adobe, los caminos angostos y el silencio sepulcral de las calles son parte del paisaje actual en Rere, ubicado al oeste de la comuna de Yumbel, región del Bío Bío, y donde el tiempo parece que se detuvo.
Pero esa tranquilidad no siempre estuvo presente en el pueblo, cuya raíz etimológica deviene del mapudungun para designar a los pájaros carpinteros negros.
La historia cuenta que Pedro de Valdivia visitó la ribera norte del Bío Bío en 1550. Para ese entonces, Rere no existía como tal, pero era visto como una zona de interés por su infinidad de esteros, que arrastran, hasta el día de hoy, ricas arenas auríferas.
Sin embargo los alzamientos mapuches y la muerte del conquistador español, en 1553, impidieron la explotación permanente de los lavaderos de oro, ubicados en las cercanías de Quilacoya.
En 1603, el gobernador Alonso de Ribera fundó Rere como una estancia agrícola. Asimismo, la construcción del fuerte militar Buena Esperanza convirtió al territorio en una especie de enclave estratégico para los españoles. La fortaleza también sirvió para almacenar provisiones como trigo y ganado.
Rere adquirió importancia en el proceso de conquista en la antigua frontera del Bío Bío, que conectó Concepción a lo largo de la ribera norte del río Bío Bío con las antiguas villas de San Juan Bautista de Hualqui, Quilacoya, San Rafael de Talcamávida y Buena Esperanza de Rere.
Época dorada
El historiador Luis Espinoza Olivares es autor de varios libros, entre ellos “Rere: antigua grandeza” y “La ruta del oro en la antigua frontera del Bío Bío”. El profesor de Historia y Geografía del liceo San Juan Bautista de Hualqui, egresó de la Universidad de Concepción y ha dedicado varios años de estudio a la historia del pueblo.
“Si bien se presume mucho que la zona fue ricamente aurífera, a mi parecer hay un mito sobre este tema, y en todo Chile, ya que es muy difícil encontrar un sector del país en donde el oro haya jugado un rol tan importante en el desarrollo de una localidad. El crecimiento que tuvo Rere fue gracias a su agricultura”, explica Espinoza.
La economía de Rere fue de importancia para el país, dado que su agricultura y vitivinicultura (que contemplaba cereales y vinos), mantuvo siempre una alta producción hasta mediados del siglo XX, y se consolidó como uno de los principales centros de abastecimiento en la región.
Hacia 1889 el auge agrícola fue tal, que un grupo de 60 agricultores de la zona constituyeron una sociedad anónima la que bautizaron como “el banco de Rere”.
Según documentos históricos el banco existió legalmente, sin embargo, no se materializó, pese a que los miembros de la sociedad –constituida por rerinos y afuerinos– mandaron a emitir billetes de 20 pesos a Londres, Inglaterra.
Para cuando el dinero arribó a Chile ya era tarde, pues el banco había cerrado al no tener aprobados sus estatutos. Por tanto, los billetes nunca se utilizaron en ninguna transacción. “Pasaron a convertirse en una rara pieza de colección”, agrega el profesor Espinoza.
Un presente silencioso
En la actualidad, Rere destaca especialmente por sus reconocidas campanas, fundidas en oro y plata por orden de los jesuitas a comienzos del siglo XVIII, “y cuyo tamaño, belleza y sonido son inigualables”, describe Luis Espinoza, quien también es oriundo de Rere.
Pero además del patrimonio arquitectónico, también están los pocos rerinos que van quedando en una localidad de no más de 400 habitantes. Un ejemplo es Luis Bermedo Guzmán, un historiador local autodidacta, encargado de transmitir las historias y leyendas que esconde su pueblo.
Con la ayuda de su esposa, Amalia, Luis convirtió su casa en un auténtico museo, donde exhibe piezas únicas a los visitantes, como documentos históricos, monedas y billetes antiguos, artesanías en greda, fósiles vegetales, arena volcánica y pepitas de oro, que buscadores de minerales y mineros de pequeña escala, llamados “gambusinos”, consiguen entre las serranías hacia el río Bío Bío.
“Los que vivimos en Rere tenemos que aportar en algo, para que el pueblo crezca y para que más gente venga a conocer su historia (…) Las personas me preguntan cómo se puede ayudar; yo les digo que tienen que ser generosos. Por ejemplo, si alguien tiene un terreno inmenso, podría vender un pedazo para que viva una familia y así más gente se venga a vivir acá”, dice Luis, quien además se desempeña como apicultor y asesor apícola.
“En años anteriores vivía mucha gente en el pueblo, pero con el paso del tiempo se han ido por muchas razones”, añade Alex Bermedo Escobar, otro rerino de nacimiento y actual presidente de la junta de vecinos.
Los pocos habitantes que van quedando aseguran que Rere es un lugar tranquilo, de gente esforzada y trabajadora. Una visita al pueblo, sin duda, permitirá viajar al pasado prehispánico y colonial de Chile. Aquí el tiempo se detuvo. Sus construcciones, bosques, relatos y leyendas se preservan casi intactos.