Como un “asalto” calificaron las autoridades de la Universidad de Concepción a los graves hechos que se registraron este miércoles, cuando un grupo de encapuchados quebraron 16 vidrios, rayaron el tradicional Arco de Medicina y quemaron el vehículo de un contratista eléctrico que estaba estacionado en el lugar.

El ataque -que quedó registrado en video– derivó en el anuncio de una querella criminal, a cargo del Ejecutivo y de las propia casa de estudios.

Así lo precisó el seremi de Gobierno, Enrique Inostroza, quien sostuvo que “se están recogiendo los antecedentes”, los que debiesen ser proporcionados por Carabineros.

En tanto, la Universidad de Concepción -a través de su vicerrector de Asuntos Económicos, Alejandro Santa María- identificó a una Vocalía de la FEC como responsable del llamado, por lo que la querella que presentarán mañana tendrá nombre y apellido.

A esto, se agrega la posibilidad de sancionar con recursos que se entregan a la representación estudiantil con el objetivo de disminuir los gastos en la reparación y pintura de los elementos destrozados, en un acto que la autoridad universitaria rotuló como “irracional”.

Desde la organización convocante a la marcha previa que se realizó en el centro de Concepción, el asesor legal del Movimiento de Oposición al proyecto GNL Penco-Lirquén, Pablo Rivas, dice que se enteraron “por la prensa” de los hechos, rechazando que se vinculen con la movilización.

Asimismo, el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, Rodrigo Castillo, lamentó que no se les haya informado por canales oficiales de la medida de la Rectoría.

Lee también: Serios daños en la UdeC dejó marcha contra GNL: auto terminó incendiado

Además, Castillo invitó al diálogo para revertir esta acción, para terminar con estas “amenazas” por hechos que escapan al control de una de las organizaciones convocantes.

Desde la FEC garantizaron el respaldo y si es necesario representación legal si la Universidad persevera en la presentación de la querella por hechos que una vez más sitúan a la universidad como “campo de batalla”.