Los yaganes, habitantes del extremo más austral de América desde hace milenios, luchan por mantener su lengua y su identidad tras décadas de estigmatización, reivindicando las toponimias originarias y fomentando el aprendizaje del idioma entre la comunidad.
En Villa Ukika, un poblado a las afueras de la ciudad de Puerto Williams, a 3.600 kilómetros al sur de Santiago, la comunidad yagán guarda en su sede un enorme mapa que muestra la región con la toponimia que usaban sus antepasados.
Cada bahía, cada canal, cada punta de tierra que asoma al mar lleva su nombre, un reflejo de que los yaganes -uno de los nueve pueblos indígenas de Chile- han navegado históricamente entre las decenas de islas que conforman estas tierra de vientos, cumbres nevadas y aguas gélidas a las puertas de la Antártica.
“Con la llegada de personas del resto de Chile, se invisibilizó al pueblo yagan. Crecimos aprendiendo en el colegio que nuestro pueblo estaba extinto“, dijo David Alday, tras presentarse en yagán y mostrar el mapa con orgullo.
“Poco a poco, viendo a las abuelas haciendo artesanía indígena, te vas haciendo la idea de que perteneces a algo, pero la lengua se perdió en nuestras generaciones”, lamentó.
“La abuela yagán”
La muerte en 2022 de Cristina Calderón, la última persona que hablaba el idioma de manera fluida y conocida como “la abuela yagán”, llenó de tristeza no solo a su pueblo, sino a todo Puerto Williams.
Su nieta, Cristina Zárraga, está liderando la recuperación de la gramática del yagán y la creación de contenido para su aprendizaje tanto en la comunidad como en la escuela de Puerto Williams, que este curso introdujo por primera vez la asignatura de lengua yagán como optativa para los alumnos.
“Crecí lejos de Puerto Williams, pero a los 20 empecé a estar largos periodos con mi abuela, porque me pidió que escribiera su vida. Comencé a grabar todo lo que me explicaba, y ahí aprendí mucho de su oralidad, del idioma, de los cuentos, de la medicina tradicional. Hubo una conexión entre ambas”, narró Zárraga.
“Lo central de mi trabajo ha sido el conocimiento de las abuelas, el traspaso oral de la última generación que habló el idioma”, añadió desde Alemania, donde reside.
“Nos llamaban indios”
Con cerca de 2.000 habitantes, la mayoría familiares de marinos, Puerto Williams se desarrolló a partir de la década de 1960 como un enclave naval para reafirmar la soberanía chilena de Cabo de Hornos frente a Argentina, a apenas tres kilómetros, al otro lado del canal Beagle.
La cultura naval “monopolizó” la vida de Puerto Williams y la comunidad yagán, que no llega a las 1.700 personas, según el último censo, recuerda que fueron estigmatizados muchas veces.
“La discriminación era total cuando yo era pequeño. Nos llamaban indios, y ya nadie quiso practicar el idioma en familia”, explicó Chinguay, de 61 años.
En esta misma línea, Zárraga dijo que “las abuelas dejaron de transmitir el yagán para proteger a la familia. Los niños yaganes sufrían discriminación por parte de los marinos o de los chilenos que llegaban de fuera. Se reían de ellos”.
El idioma en el espacio público
Ahora, junto con incentivar el aprendizaje de la lengua, la comunidad yagán quiere fomentar su uso social y sacarlo al espacio público, renombrando calles, bahías, canales.
“Hacer público el vocabulario no solo visibiliza a nuestro pueblo, sino que hace más natural el aprendizaje del yagán para las nuevas generaciones”, defendió el presidente de la comunidad yagán, Luis Gómez.
En Villa Ukika, en la sede de la comunidad yagán, Alday y Chinguay repasan el mapa, plagado de nombres ancestrales: el canal Beagle se escribe “Onashaga”; Isla Navarino, la mayor de Cabo de Hornos, “Wala”; y Puerto Williams, “Hupuswea”.
“Hoy día ves los canales de este archipiélago milenario ancestral y son puros nombres extranjeros. Es un trabajo que estamos impulsando, que será muy bonito verlo en el futuro si sale adelante y creemos que lo vamos a conseguir”, lamentó Chinguay.