Este artículo fue publicado originalmente en la revista internacional de conservación natural Mongabay Latam.
Cuando en febrero del 2017 una investigación de Radio Bío Bío dio a conocer que el proyecto minero y portuario Dominga, estaba influenciado por negocios personales del actual presidente Sebastián Piñera, comenzó a desentramarse una compleja red de conflictos de interés. Sospechas de vínculos con hechos de corrupción e irregularidades en el proceso de evaluación ambiental sazonaron el escándalo.
El controvertido panorama político en el que se inserta el proyecto minero-portuario Dominga lo ha llevado a ocupar constantemente los titulares de los medios de comunicación, y esto le ha restado importancia a los aspectos técnico-ambientales que han quedado relegados a un segundo plano, dentro del debate. Lo cierto es que tanto detractores como defensores del proyecto acusan presiones políticas e ilegalidades en el proceso de evaluación ambiental. Este reportaje plantea un regreso a la pregunta central: ¿puede el proyecto Dominga dañar una de las zonas de mayor biodiversidad marina del mundo?
La bella vista desde el balcón de Dominga
Si Dominga ve la luz, anualmente 12 millones de toneladas de hierro serán extraídas desde el interior de la tierra, más otras 150 mil toneladas de concentrado de cobre, durante 26,5 años. Un total de 318 mil millones de toneladas de hierro.
Además de la extracción del mineral, Dominga contempla el procesamiento y el embarque del concentrado de hierro en un puerto propio. Desde ahí, tres a cuatro barcos mensuales transportarían el mineral, hacia el mercado asiático, para su comercialización. Todo ello por una inversión inicial evaluada en US $2500 millones, que promete generar 10 000 puestos de trabajo durante la construcción y 1450 empleos permanentes durante la operación. Números atractivos en una de las comunas con mayor tasa de desempleo del país: La Higuera, región de Coquimbo. El “norte chico”, como le llaman. La antesala de lo grande: Atacama, el desierto más árido del mundo.
35 kilómetros al norte de lo que sería el puerto Dominga existe una de las zonas de mayor biodiversidad marina en el mundo protegida por la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt y las Reservas Marinas Isla Chañaral e Isla Choro y Damas.
Estas áreas protegidas forman parte de una región más amplia, conocida como el archipiélago de Humboldt, que va desde Punto Poroto por el sur hasta Punta Pájaros por el Norte. (ver mapa) Esta área es, desde hace años, Sitio Prioritario para la Conservación puesto que aquí ocurre el fenómeno oceanográfico llamado Surgencia o afloramiento. También presente a lo largo de las costas de África del Sur, noroeste de África, oeste de Estados Unidos y Chile-Perú, la surgencia es el movimiento de masas de agua profundas, frías y ricas en nutrientes que ascienden a la superficie, fertilizándola.
Una extraordinaria biodiversidad surge entonces, atrayendo a especies de toda la cadena trófica que llegan hasta este lugar para alimentarse. Los niveles más altos de krill se encuentran en este sector, así como los de anchovetas, ambos alimentos esenciales en la dieta de los mamíferos marinos y de las aves protegidas en las reservas. Esta exuberancia también sostiene las pesquerías artesanales más productivas de la región centro y norte de Chile.
Hasta 560 especies marinas son posibles de encontrar en este lugar, clasificadas en 187 especies de macroalgas e invertebrados, 122 de aves, 21 de mamíferos marinos y 68 de peces. El 50 % de estas aves y mamíferos marinos se encuentran en estado Vulnerable y algunos de ellos En Peligro de extinción, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). El Pingüino de Humboldt es una de estas especies en estado Vulnerable, y la reserva que lleva su nombre es el hogar más grande que tiene en el mundo, con el 80 % de su población total. La única colonia residente de delfín nariz de botella de Chile habita este sector costero. También El Chungungo y el Yunco, todos en estado Vulnerable, viven en este refugio.
Además, la última investigación realizada por académicos de la Universidad Católica del Norte demuestra que 14 especies de cetáceos se encuentra en el Sistema de Bahías de Coquimbo. En diciembre, cuando comienza el verano austral, las ballenas viajan en su migración anual de sur a norte. Y aquí, frente a las Islas Choro y Damas, se detienen para hacer un descanso, antes de continuar su viaje hasta aguas tropicales donde se reproducirán.
La delgada línea base
Según la ley chilena, cada Estudio de Impacto Ambiental debe establecer, para que sea evaluado por el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), una línea base o área de influencia. Esto es “la extensión geográfica y territorial de cada uno de los componentes ambientales que potencialmente pueden ser afectados por el proyecto”.
Cuando Andes Iron SPA, matriz de minera Dominga, presentó el estudio ante el SEA en 2013, estableció que, según los estudios realizados por la empresa y la bibliografía recabada, la línea base marina comprendía la Bahía Totoralillo Norte, que es donde se encontraría emplazado el puerto Dominga, y que “no existen áreas bajo protección oficial o sitios prioritarios”.
La respuesta tanto del Servicio Nacional de Pesca (SERNAPESCA) como de la Corporación Nacional Forestal (CORFO), los dos organismos encargados de administrar las áreas protegidas del país, fue que la línea base subestimaba los impactos del proyecto. SERNAPESCA solicitó “incluir en el área de influencia a la reserva Marina Isla Choro y Damas y la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt”. CONAF corroboró esa opinión, argumentando que las características de las corrientes marinas en este lugar y el comportamiento alimenticio de la fauna que vive en las áreas de conservación, harían que Dominga impacte inevitablemente las reservas.
Ya en 2004, la comunidad científica había comenzado a entregar argumentos para declarar la protección efectiva del archipiélago de Humboldt, el que actualmente es Sitio Prioritario para la Conservación. El proyecto avanzó y fue aprobado por unanimidad en el Consejo de Ministros el año pasado, pero finalmente el decreto que lo haría realidad no se firmó.
La razón para proteger esta franja es que, según explica el científico especializado en conservación marina Dr. Carlos Gaymer, todos los animales que viven en las Reservas Pingüino de Humboldt, Isla Chañaral e Isla Choros y Damas, no se alimentan en dichas islas. Sino que su principal zona de alimentación es Totoralillo Norte, Chungungo y toda el área costera que va desde Caleta de Hornos hasta Punta de Choros.
Gaymer, Coordinador regional de WCPA-Marine para el sudeste del Pacífico, miembro e investigador del Núcleo Milenio de Ecología y Manejo Sustentable de Islas Oceánicas (ESMOI), del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) y de la Universidad Católica del Norte, explica que, paradójicamente, “las zonas de alimentación de las especies que están siendo protegidas por la reserva, no están protegidas. Y ningún sentido tiene proteger las áreas de nidificación si no proteges sus áreas de alimentación”. Esto, puesto que, según señala el Plan de Conservación para el Pingüino de Humboldt “la degradación de los sitios de alimentación es la amenaza prioritaria en cuanto alcance, gravedad e irreversibilidad”. Es por eso que, en junio de ese año, 200 científicos de las ciencias del mar enviaron una carta abierta al presidente Sebastián Piñera, solicitándole que se firme el decreto que quedó pendiente el año pasado y se haga efectiva, finalmente, la protección de esta franja costera.
La urgencia de los científicos para que ello ocurra tiene que ver principalmente con que, en definitiva, Dominga se instalaría en medio del restaurante de las especies protegidas.
Teniendo esto en cuenta, la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y el Servicio Nacional de Pesca (SERNAPESCA), los organismos del Estado encargados de las áreas protegidas, pidieron a la empresa incluir las reservas dentro del área de influencia.
Pero según el Estudio de Impacto Ambiental de Dominga, presentado por la empresa, las investigaciones científicas especifican que, para el Pingüino de Humboldt y el Yunco “se establece un área de alimentación de 5 km de radio alrededor de los sitios de nidificación”. Una afirmación contraria a los estudios que cita Carlos Gaymer y que señalan que las aves se desplazan hasta 40 kilómetros en busca de alimento, el que encuentran principalmente en la zona donde se instalará el puerto de Dominga.
Al leer esto CONAF respondió enfática, asegurando que la información entregada por la empresa rescataba parcialmente datos extraídos de un estudio. Carlos Gaymer contó a Mongabay Latam que “cuando la empresa llegó a la región, lo primero que hizo fue reunirse con los científicos que llevan décadas trabajando en la zona. Los científicos, lo que hicimos fue aportarles toda la información que estaba disponible para que tuvieran lo mejor para hacer sus estudios. Pues bien, lo que nosotros vimos claramente en este proceso, es que a la empresa no le convenía la información científica que estaba generada y publicada, porque iba en contra de lo que a ellos les interesaba que se diera a conocer en su Estudio de Impacto Ambiental”.
Hasta el cierre de esta edición, Andes Iron SPA no respondió a las preguntas de Mongabay Latam.
Otras razones especificadas en las más de 10 000 páginas del documento de evaluación, hacen que CONAF insista en la necesidad de incluir las reservas en la línea base del proyecto. No hacerlo, “conlleva a la ausencia de información esencial, impidiendo efectuar un análisis de las características del proyecto”. Sin la información adecuada, ningún diseño de reparación, mitigación y compensación podría hacerse cargo de los reales alcances del proyecto, asegura.
La Conaf sola en la batalla
En enero del 2016, uno de los mayores críticos al proyecto abandonó la pelea: SERNAPESCA. En la respuesta a la adenda 2 presentada por Andes Iron, había desistido de incluir las áreas protegidas en la línea base del proyecto. Hasta entonces, las observaciones de SERNAPESCA habían sido firmadas por el Director Regional Jaime Molina. Pero esta vez, era el Director Regional Subrogante (o subdirector) y actual Director Regional, Cristian López, quien firmaba.
Mongabay Latam accedió a información de la oficina regional de SERNAPESCA en Coquimbo. Dicha información asegura que el pronunciamiento inicial de la institución sobre la adenda 2 sí hacía mención a la necesidad de integrar las reservas dentro de la línea base, pero fue en la oficina central, en Valparaíso, donde decidieron eliminar ese punto. Al ser consultada la oficina central sobre las razones que tuvo para omitir la observación, señalaron a este medio que “luego de tener a la vista los antecedentes aportados por la empresa (…) llega a la conclusión, que la pretensión inicial de ampliar el área de influencia a la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt y Reserva Marina Islas Choros y Damas, no se justifica…”.
Los testimonios obtenidos por Mongabay Latam aseguran, sin embargo, que la explicación que ofreció la oficina central a la región, nada tenía que ver con aspectos técnicos científicos. La razón para eliminar el requerimiento, de incluir las reservas dentro del área de influencia, era que esta observación había sido señalada, por la región, en un capítulo incorrecto dentro del informe. Según Valparaíso, por decreto (N°40-2013) las observaciones respecto a “la descripción del área de influencia se deben efectuar dentro -del capítulo-«Descripción del Proyecto», pero en nuestro pronunciamiento regional se planteó el requerimiento en otro capítulo.” Valparaíso habría argumentado que ese error era una falta a la normativa. La observación de SERNAPESCA en Coquimbo fue por ello eliminada y CONAF quedó solo en la batalla.
Mongabay Latam revisó el decreto citado y confirmó que en él no se menciona la especificación señalada por la oficina central. Es más, indica claramente que el área de influencia y la descripción del proyecto son capítulos distintos. La solicitud de sumar las reservas dentro de la línea base no debió entonces ser eliminada, o al menos no con la argumentación que se entregó.
Sergio Cortés, dirigente de la Asociación de Funcionarios de SERNAPESCA, confirma que la opinión científica en la región no había cambiado y que luego de que los científicos vieran su opinión cercenada, la Asociación intentó levantar un alegato para apoyar y defender el trabajo de los colegas. Pero la intención no logró concretarse y ningún documento oficial, que diera cuenta de lo que había sucedido, se generó. Cortés explica que ello se debió a que SERNAPESCA es un servicio centralizado. Es decir que todas las oficinas regionales se rigen por la oficina central y como tal, no se puede objetar lo que ésta última dictamina.
Cruz Grande y el AS ganador
Un año antes, en enero 2015, se había dado por aprobado el estudio de impacto ambiental de otro puerto. Uno ubicado a tan solo cinco kilómetros de Dominga. Puerto Cruz Grande, perteneciente a la Compañía de Acero del Pacífico (CAP), el principal grupo minero siderúrgico de Chile. Desde ahí se embarcarán 13,5 millones de toneladas de mineral al año y transitarán anualmente 75 barcos cargueros. 1,5 millones más de material y unas 30 embarcaciones más que Dominga.
La buena noticia para Andes Iron era que dicho proyecto, que se encuentra incluso cinco kilómetros más cerca que Dominga de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, había sido aprobado aún cuando su línea base no consideraba las áreas protegidas.
No solo ambos proyectos son similares por su actividad, capacidad y cercanía geográfica, sino que es posible encontrar, en los documentos del proceso de evaluación de Cruz Grande, observaciones prácticamente idénticas a las que recibió Dominga.
Pero el detalle que salta a la vista es que en respuesta a la adenda presentada por la Compañía de Acero del Pacífico, como complemento a su Estudio de Impacto Ambiental, el Servicio Nacional de Pesca (SERNAPESCA) señala que “El titular excluye de su área de influencia a las áreas legalmente protegidas Reserva Marina Isla Choros y Damas y Reserva Nacional Pingüino de Humboldt por encontrase estas a 30 kilómetros de distancia (…) lo que no puede ser esgrimido como argumento técnico sin una evaluación previa de los eventuales riesgos asociados a la actividad portuaria”.
Para CAP, de ninguna manera el proyecto y la magnitud de sus actividades alcanzarían el ámbito de las reservas. “Los impactos identificados se circunscriben a un ámbito acotado, que de ninguna forma puede conllevar una disminución del hábitat disponible para estas especies, ni sus variados recursos alimentarios” señala.
Sin embargo, SERNAPESCA mantuvo firme su posición y la confirmó en la siguiente adenda presentada por la compañía.
CONAF, por su parte, apoyaba dicha postura, argumentando las mismas razones que refiere en el caso del proyecto Dominga.
Pero la posición firme de SERNAPESCA, aunque duró más que en el caso de Dominga, cayó finalmente cuando tuvo que responder a la tercera adenda presentada por la Compañía de Acero del Pacífico. Una sorpresa para quienes habían seguido su defensa frente a la protección de las reservas. La institución pesquera desistió de la necesidad de incluir en la línea base a las áreas marinas protegidas. El documento que omitía lo que antes el organismo había defendido categóricamente, está firmado, al igual que en el caso de Dominga, por Cristian López.
El proyecto Cruz Grande fue finalmente aprobado por el Comité Evaluador, a pesar de la oposición de CONAF, y Dominga encontró el As que necesitaba para ganar la partida.
La cuarta es la vencida
Con el antecedente a favor de Cruz Grande, Dominga preparó su tercera adenda para responder a las solicitudes de los evaluadores y decidió acoger la solicitud de ampliar su área de afectación, tomando en cuenta lo que había sido aprobado para la Compañía de Acero del Pacífico. Así, en su nueva línea base incluyó las áreas de navegación, pero dejó fuera una vez más las áreas protegidas. Considerando a Cruz Grande como un proyecto homónimo, con incluso mayor tráfico marítimo y mayor carga de mineral, no había razón para que lo que había sido aceptado para dicho puerto, no fuera aceptado para Dominga.
En noviembre del 2016, la tercera adenda de Andes Iron llegó y los organismos evaluadores hicieron sus observaciones. CONAF insistió, esta vez solo, en su principal argumento: la incorrecta delimitación de la línea base. Esa era supuestamente, según habían sido informados todos los organismos evaluadores, la última adenda.Pero dos meses después se presentó, para sorpresa de la región de Coquimbo, un cuarto Informe con puntos a aclarar, lo que significaba que Andes Iron presentaría una cuarta adenda.
Este informe había sido redactado, al contrario de los anteriores, desde la oficina central del Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), con sede en en Santiago, y desestimaba por completo la competencia de CONAF para referirse sobre recursos hidrobiológicos. Por primera vez, en cuatro años de evaluación del proyecto, el informe del SEA estimó que CONAF observó sobre materias que son propias de la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, el organismo que por definición “regula y administra la actividad pesquera y de acuicultura”. Así, sin más, el capítulo referente a incluir las reservas dentro de la línea base del proyecto quedó cerrado.
En febrero del 2017, el SEA publicó el Informe Consolidado de Evaluación Ambiental, recomendando a la Comisión de Evaluación, la siguiente instancia evaluadora, aprobar el proyecto.
Vuelco inesperado
Contrario a lo esperado, la Comisión de Evaluación y luego el Comité de Ministros para la Sustentabilidad desaprobaron el proyecto minero y portuario Dominga, a pesar de la recomendación del SEA de aprobarlo. Andes Iron no lo podía creer.
La empresa acudió entonces al Tribunal Ambiental, acusando arbitrariedad e ilegalidad en la decisión de rechazar su proyecto, puesto que “tenemos una línea base que fue la misma aceptada en el caso del proyecto Cruz Grande”. Para la empresa, la arbitrariedad se debía a que unos pocos días antes de que el SEA diera su visto bueno al proyecto, la prensa había destapado los negocios del entonces expresidente Sebastián Piñera asociados a Dominga. Las razones para rechazar el proyecto, según la empresa, estaban ligadas a posturas partidistas y no a las razones técnicas que, de acuerdo a la decisión del SEA, comprobaban la viabilidad ambiental de Dominga.
Fue entonces que el SEA regional de Coquimbo denunció haber recibido presiones desde Santiago para recomendar la aprobación del proyecto. Un sumario interno se abrió para investigar el caso. Las acusaciones se centraron en la aparición del cuarto informe, que desestimaba las competencias de CONAF y daba oportunidad a la empresa de entregar una cuarta adenda. Según las declaraciones que aparecen en el sumario, el informe había sido enviado a Coquimbo con la orden de publicarlo sin realizar cambios ni comentarios.
Tras la investigación, el Servicio de Evaluación Ambiental estimó que no habían fundamentos para considerar irregularidades en el proceso y se cerró el sumario. Sin embargo, en dicha investigación nunca fueron llamados a declarar funcionarios de SERNAPESCA de Coquimbo, quienes ya habían visto cómo sus informes eran mutilados en las oficinas centrales, mucho antes del polémico cuarto informe. Tampoco fueron llamados a declarar funcionarios del CONAF.
En abril del 2018, el Tribunal Ambiental falló a favor de Andes Iron. El proyecto se encuentra actualmente en la Corte Suprema, luego de que la ONG Oceana interpusiera un recurso de casación para dejar sin efecto la sentencia del Tribunal.
Liesbeth van der Meer, Directora de Oceana Chile, señala que se dirigieron a la Corte Suprema porque “la sentencia del Tribunal Ambiental no se pronunció sobre el fondo del asunto, es decir, los aspectos técnicos del proyecto. Nada dijo sobre si es o no viable en términos ambientales”. La decisión de la Corte Suprema podría aún demorar lo que queda de este año 2018.
En los últimos años, Chile pasó de tener un 4.4% de su superficie marina con algún grado de protección, a tener un 42%. Hoy es el país líder mundial en conservación marina. Sin embargo, la omisión de la opinión científica, en los procesos de evaluación ambiental, permite al menos dudar sobre el real peso que tiene la ciencia, en las decisiones que involucran la conservación marina. Luego del esfuerzo político, que ha sido aplaudido en todo el mundo, la discusión recae sobre las garantías para que se proteja, efectivamente, las reservas.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista internacional de conservación natural Mongabay Latam.