Chile Chico es un pequeño pueblo ubicado al sur de Coyhaique, frente al majestuoso Lago General Carrera, distante apenas a unos diez minutos de Argentina.

Sin embargo, ese domingo 4 de mayo de 2014 el apacible encanto de esta localidad austral se vio interrumpido por una serie de gritos que se escucharon desde una casa en calle Balmaceda.

Juana Leuquén salió apresuradamente de su casa en búsqueda de un teléfono para llamar a Carabineros, para intentar que su esposo, Iván Vásquez, se calmara, por los niños que ya estaban empezando a asustarse y porque no quería que vieran el espectáculo que estaba dando su papá.

Hoy, la mujer lamenta haber hecho esa llamada que le cambió la vida a ella y a sus hijos para siempre. “Me arrepiento de haber llamado a Carabineros”, confiesa a BioBioChile.

Las penurias

“Han pasado tantos años y no entiendo por qué lo hice”, dice entre lágrimas. “Todos los días me arrepiento de haber llamado a Carabineros, especialmente cuando empecé a ver a mis hijitos que sufrían, que lloraban, que contaban 14 días y se levantaban a esperar a su papá, y yo tenía que decirles ‘hijo, tu papá no va a llegar"”.

“Verlos llorar y empezar a ver que mis hijos empiezan a sufrir necesidades, hambre, cosas que jamás nunca habían pasado, muchas veces andaban con los zapatitos rotos en la escuela”, agrega.

“Tuve que empezar a vender las cosas de la casa para poder alimentarlos y nadie me ayudó”, relata.

La muerte de Iván le significó a Juana tener que salir a buscar trabajo, teniendo incluso que viajar a Los Antiguos, un pueblito argentino ubicado a unos 20 minutos cruzando el río Jeinimeni.

“Él era buen papá, era estricto sobre todo con el tema del colegio, pero regaloneaba con sus hijos, por eso lo echaban de menos después”, cuenta Juana.

Una detención violenta

Iván trabajaba en una minera en la Patagonia argentina, por lo que pasaba 14 días fuera de casa. Por lo mismo, muchas de las decisiones domésticas pasaban por Juana, quien le facilitó una casa que tenían en Cochrane a unos amigos, la que lamentablemente sufrió un incendio.

Esto último, provocó la discusión entre ambos que fue subiendo progresivamente de tono. No era la primera vez que sucedía, de hecho el año anterior Juana había interpuesto una denuncia por violencia intrafamiliar.

Sin embargo, habían decido darse una segunda oportunidad, por los cuatro niños que tenían más que nada. Incluso, Iván se sometió a un programa para dejar su dependencia del alcohol. Aunque esa tarde, se había tomado un par de cervezas.

Una patrulla de Carabineros llegó rápidamente al lugar, liderada por el suboficial José Gamboa, junto a los cabos Carla Lallemand y Ricardo Huala, para tomar el procedimiento.

Mientras la funcionaria se quedó con Juana, Gamboa y Huala ingresaron por la parte posterior de la casa, derribando la puerta de la cocina con violencia como si se tratara de una operación antidrogas, mientras él le preparaba la mamadera al niño más pequeño de 1 año y cuatro meses.

Los carabineros insistían en preguntarle si su esposo la había golpeado, pero como ella les repetía que sólo se trató de una discusión, la cabo Lallemand comenzó a increparla. “A las mujeres como tú, parece que les gusta que les den”, le dijo.

Cuando escuchó que su guagua comenzó a llorar, entró por la puerta principal donde se encontró con su otra hija, que fue testigo de cómo golpeaban a su papá. En medio de la batahola, fueron sacados mientras seguían escuchándose gritos y golpes como de una riña de cantina.

Como no pudieron con él, llegó una segunda unidad de apoyo con otros tres funcionario, para lograr reducirlo.

“¡A mi papá le están pegando en la cocina!”

En esos momentos una suave llovizna comenzó a caer en Chile Chico, por lo que Juana envió a su hija mayor a buscar zapatitos para la guagua. Para cuando volvió, no sólo le trajo la ropa, sino que además con espanto le contó lo que estaba pasando adentro.

“¡Mamá, a mi papá le están pegando en la cocina!”, le dijo.

Si bien intentó entrar para ver a su esposo, fue impedida por los otros funcionarios. Más tarde encontraría el lugar convertido en un campo de batalla, con salpicaduras de sangre en el linóleo, platos rotos y tanto el refrigerador como la cocina, tenían importantes abolladuras.

Finalmente Iván fue sacado esposado casi a rastras de la casa con claros signos de haber recibido una paliza, rumbo al hospital para constatar lesiones. Esa fue la última vez que su esposa y sus hijos lo vieron con vida.

De prisa, Juana tomó un chaleco y otras ropas de abrigo para ir a dejárselos a Iván a la comisaría, porque según le habían dicho, su esposo tenía que quedar libre en un rato más.

A eso de las tres de la tarde llegó a la 3º Comisaría de Chile Chico, donde tuvo que esperar en el hall para entregar la ropa. Allí se encontró de nuevo con la cabo Lallemand, quien volvió a increparla por no denunciar a su marido.

Y tras decirle algo al oído a otro carabinero que estaba en la guardia, la enviaron a su casa diciéndole que le avisarían cuando su marido supuestamente quedara en libertad.

El supuesto suicidio

Al menos dos horas después, como a las cinco de la tarde, una pareja de carabineros llegó hasta su casa para informar que su esposo había muerto tras ahorcarse en el calabozo.

Su primera reacción fue incredulidad, sobre todo porque no pudieron decir con claridad cómo se había quitado la vida, si con un chaleco o con una polera. “El Iván no se suicidó”, los confrontó a los policías, “ustedes me lo mataron”.

Rápidamente fue al hospital, donde le hicieron la autopsia de rigor a su esposo. Pero como es un pueblo pequeño y la mayoría se conoce, uno de los funcionarios que participó del peritaje al verla le comentó que no era cierto que su esposo se hubiera ahorcado.

“A su esposo le rompieron el hígado, posiblemente por golpes de alto impacto. Yo no voy a encubrir esto, a su marido lo mataron”, le confesó, confirmando las sospechas que ella tenía desde un inicio.

Al entrar a reconocer a su esposo, casi a las dos de la mañana, le llamó la atención los moretones en sus costillas, mientras que en su cuello una pequeña marca como de una alergia, dejaba en entredicho la versión policial.

Su certificado médico de defunción señala que la causa de muerte fue un “Shock Hipovolémico” causado por un “Trauma Abdominal cerrado”, producto de una “lesión hepática”, lo que quedó reflejado en el primer informe de autopsia.

En términos simples, se desangró por un golpe que le perforó el hígado, en una muerte que los peritos afirman que es muy dolorosa.

Otras personas le contaron que cuando Iván llegó al hospital, le habría dicho al médico que los carabineros lo habían golpeado con un churro. Ante esto, el profesional fue donde los policías para poder aclarar el tema, pero ellos negaron en todo momento haberlo golpeado.

Según el documento oficial, a Iván Vásquez se le constó una herida en la cara, un rasguño en el pecho y que estaba en estado de ebriedad. A Gamboa, asimismo, se le constató una herida en el labio.

Luego de la constatación de lesiones, testigos le comentaron a su viuda que los carabineros habrían golpeado a su esposo para meterlo nuevamente al furgón, mientras él increpaba al suboficial Gamboa, al que acusaba de haberle pegado.

“¡Gamboa me pegaste, ya me teníai con esposas! ¡Te voy a hacer cagar, voy a contratar un abogado!”, gritaba impotente. No obstante, nunca tuvo la oportunidad para llamar a algún defensor.

Informes periciales descartaron ahorcamiento

De acuerdo a la declaración de uno de los hijos, relata que “había como cinco carabineros que tenían a mi papá agachado con las manos atrás (…) vi que uno de ellos lo golpeaba en el costado con el puño, le daba golpes. Cuando vi eso, sentí a mi papá quejarse”.

El informe de la Brigada de Homicidios de la PDI de Coyhaique destaca precisamente este hecho, que ningún carabinero haya declarado haber visto las agresiones que describió su hijo y que coinciden con la causa de muerte.

Esto, porque en las declaraciones de los funcionarios no mencionan los golpes que Gamboa le habría propinado.

Mientras que en el informe preliminar de autopsia se indica que “no existe ningún signo de ahorcamiento, solo una herida lacerativa y erosiva a nivel de cuello en la cara anterior, y dicha acción no provoca la muerte”.

Esa misma tarde, la llegada de un helicóptero de Carabineros causó extrañeza entre los habitantes del pueblo, sin saber que en la aeronave venía el mayor de Coyhaique, quien fue hasta el velorio de Iván Vásquez para dar las condolencias.

Sin embargo, en la casa encontró a su viuda en pie de guerra, quien se juramentó buscar la verdad de lo que había sucedido, más todavía ante las endebles excusas que el oficial le entregó.

“Señora Juana, en Santiago hay carabineros que se ahorcan con una lana”, le dijo.

“Sabe que más, me da lo mismo si la gente en el norte se ahorca con un hilo dental, pero mi marido no se mató, ustedes me lo mataron y tiempo es lo que más tengo para saber qué pasó”, le respondió.

“Ustedes piensan que por el hecho de ser mujer no voy a hacer nada, no tienen idea de lo que les espera conmigo”, agregó para acto seguido echarlos de la casa.

El amedrentamiento

Su advertencia de no quedarse tranquila, le pasaría la cuenta en los meses siguientes porque comenzó a ser acosada por los funcionarios policiales.

En las noches se instalaban patrullas en las afueras de la casa, encendiendo sus balizas y sirenas, mientras sus pequeños hijos huían despavoridos buscando refugio en la cama de su mamá, pensando en que iban a entrar de nuevo a la casa como cuando le pegaron a su papá.

Cansada del hostigamiento, una noche salió a enfrentarlos y les arrojó un par de piedras “¡No les tengo miedo! ¡Váyanse que están asustando a los niños!”, les gritó, aunque por dentro estaba aterrada.

Cada vez que se los cruzaba en la calle, incluso se daban el tiempo de bajar de sus patrullas para amedrentarla. “Pobre y triste w… ¿crees que nos vas a ganar?”, le decían, siempre cuidando de que no hubiera nadie cerca para escucharlos.

A esas alturas ya había tomado contacto con el abogado de Derechos Humanos, Cristián Cruz, quien también debió luchar desde un inicio con el viento en contra, debido a que el Ministerio Público se había declarado incompetente, derivando el caso a la Justicia Militar.

Finalmente, tras una espera de siete años, en octubre del año pasado el Cuarto Juzgado Militar de Coyhaique condenó al suboficial Gamboa a 5 años de cárcel por el delito de violencias innecesarias causando la muerte de Iván Vásquez Vásquez, de 39 años.

El fallo, que recién se conoció hace una semana, no dejó conforme a la viuda ni a su abogado, por lo que ya presentaron una apelación, buscando una condena más alta.

“Nosotros no estamos conformes que ese fallo de cinco años y un día, mucho menos que solamente se culpe a una sola persona, cuando ese día hubieron siete carabineros. Yo lo encuentro como una burla, porque ellos van a buscar todo para que salga en libertad”, señala Juana Leuquén.

“Se han demorado siete años que ese carabinero ha gozado de libertad, sus hijos lo han visto llegar todos los días, ha estado viviendo con un sueldo, en cambio mis hijos…”, lamenta.

El vínculo de Vivian Bustos con Carabineros

Su hijo mayor nunca más volvió a celebrar su cumpleaños, porque coincidía con el primer entierro de su papá. Sí, porque Iván Vásquez fue enterrado dos veces debido a los peritajes que pidió la tanatóloga Vivian Bustos, en medio de los esfuerzos por la defensa para demostrar el suicidio.

Su exhumación fue un impacto fuerte para su familia. “Sacarlo de ahí y más encima esperando que por último dijeran la verdad, no encubrir algo, taparlo más. Para mí fue una burla, fue bastante cruel”, reconoce Leuquén.

De hecho, el informe de Bustos apuntó a que las heridas que presentaba en su hígado, habrían sido provocadas por las maniobras de reanimación que realizaron los policías, cuando supuestamente lo encontraron ahorcado en el calabozo.

Y, por supuesto, concluyó que Vásquez había fallecido producto de “estado asfíctico agudo”.

No obstante, olvidó mencionar a la defensa y al Servicio Médico Legal, que al menos en esa época, trabajaba precisamente para la policía uniformada como profesora de la Escuela de Carabineros y en la Academia de Ciencias Policiales, y como asesora médica criminalística, según documentos obtenidos por fuentes de BioBioChile.

Cabe destacar que la normativa dice que cuando un perito está involucrado con alguna de las partes, se tiene que inhabilitar.

Consultados respecto a si aún tenía un vínculo con ellos, desde la institución policial guardaron silencio. Sólo señalaron que los tres funcionarios -Gamboa, Lallemand y el sargento 2º Alexis Rodríguez Jofré- fueron sancionados tras un sumario administrativo.

Pese a la insistencia, evitaron detallar qué tipo de sanciones recibieron.

En paralelo, un informe pedido por la defensa a Amnistía Internacional, que elaboró la doctora Shobana Ananth, concluye que la causa de muerte es “sumamente sospechosa”, desmintiendo la hipótesis de Vivian Bustos respecto a que la reanimación le habría provocado las lesiones en el hígado.

“Creo que la causa de muerte no puede atribuirse a suicidio por ahorcamiento”, sentencia la experta internacional.

Las cámaras de seguridad inútiles

Según el testimonio de la cabo Lallemand, ella había quedado encargada de vigilar a Iván Vásquez en los calabozos, pero debió dejarlo solo para ir al hall a recibir la ropa que su esposa le había traído.

Al volver, a eso de las tres de la tarde, lo habría encontrado asfixiándose con una polera manga larga que colgaba desde una rejilla que protegía la ventana, por lo que intentaron ayudarlo haciendo maniobras de reanimación, siendo derivado al hospital donde se constató finalmente su muerte a las cuatro de la tarde.

Si bien en todos los recintos policiales hay cámaras de seguridad, en el caso de la Tercera Comisaría de Chile Chico se indicó que no tenían sistema de respaldo desde febrero, por lo que no quedó el registro de lo que realmente sucedió.

Finalmente, un metaperitaje pedido por la defensa estableció que la muerte de Iván Vásquez ocurrió bajo custodia policial, agregando que las heridas que provocaron su muerte fueron cuando aún estaba con vida, por lo que se descartó que hayan sido provocadas por la maniobras de reanimación, terminando por sepultar la hipótesis del ahorcamiento.

Tras lo sucedido, la familia Vásquez Leuquén ya no es la misma. Por ejemplo, el hijo mayor abandonó sus estudios y ya no hablan de la muerte del papá porque se emocionan con facilidad. Mientras que la otra pequeña bloqueó las imágenes y recuerdos de la golpiza de carabineros en la cocina de su casa, aunque empezó a tener pesadillas.

“Teníamos un calendario que rayaban para contar los catorce días que el papá estaba afuera, porque sabían que al regreso vendría con chocolates desde Argentina y otros regalos… Por muchos meses, los niños se levantaban el día catorce para esperarlo como habitualmente lo hacían, de manera inocente esperando verlo llegar”, cuenta su viuda entre sollozos.

“Cinco años es una burla, una persona que tenía toda una vida por delante, un excelente trabajo en Argentina, que sus hijos nunca pasaron hambre, siempre se preocupaba de ellos, ahora han sufrido, han pasado hambre, necesidad”.

“Piensan que con cinco años que le han dado a ese desgraciado van a pagar todo lo que le hicieron a mi marido, me lo mataron, me lo torturaron, abusaron de un uniforme verde”, reclama con una velada indignación.

“Me dejaron en la calle”

La única ayuda que recibió fue la pensión de viudez de $80 mil, que ya no recibe debido al poco tiempo que su esposo alcanzó a imponer en nuestro país, ya que la mayor parte del tiempo trabajó en Argentina y hasta el día de hoy, no ha podido cobrar ni un solo peso.

“No he recibido ninguna ayuda del Estado, nadie se ha acercado”, lamenta.

“Con lo que hicieron, me dejaron en la calle. No puedo darme el lujo de enfermarme, ni de tener depresión. Alguna vez en el Juzgado le preguntaron si había tenido depresión y yo les respondí:’Si la depresión se come, regáleme dos kilos para alimentar a mis hijos"”, cuenta.

“Mi hija termina su cuarto medio y no sé qué voy a hacer para mandarla a estudiar, porque si estuviera su papá, otra cosa sería. Mis hijos tendrían sus estudios asegurados porque yo con su papá nos hubiéramos sacado la mugre para sacarlos adelante, ahora no, soy yo no más”, dice resignada.

Para peor, Juana ahora padece fibromialgia, una dolorosa enfermedad crónica prácticamente invalidante. Pero aún así, trabaja en un asilo de ancianos como nochera desde las ocho de la tarde, hasta las ocho de la mañana del otro día, para poder sacar adelante a sus hijos, darles de comer y vestir, pagar arriendo, pagar luz, agua, comida.

Como familia están pidiendo una indemnización que ella piensa usar en la educación de sus niños. De hecho, su hija quiere estudiar para tener una carrera y cuidar a su mamá.

“Yo daría tanto porque el presidente electo leyera esto y que él tratara que esto no volviera a pasar más, que no hubiera más Iván Vásquez en Chile, que no hubiera Franciscos, Constanzas, Camilas, ni Joaquines sin papá, que no queden huérfanos, que no le quiten su niñez”, reflexiona.

“Mis hijas tuvieron que madurar en tres tiempos cuando tuve que salir a trabajar, y me ayudaron a cuidar a sus hermanitos, cuando ellos tenían que salir a la calle a jugar como los otros niños, como lo hacían antes. Ellos después no lo hacían, muchas veces por miedo a Carabineros o porque yo tenía que salir a trabajar y ellos quedarse dentro de la casa”, agrega.

“No vamos a descansar hasta que ellos paguen lo que le hicieron a su papá, y tarde o temprano se va a limpiar el nombre de su papá, la gente va a saber que el Iván no se suicidó, que me lo mataron”, sentencia.

El fallo de la Justicia Militar

La Justicia Militar en su sentencia catalogó como “imprudente” el actuar de Gamboa, sobre todo su ingreso al domicilio de forma violenta, pese a que la denunciante se encontraba en las afueras de la casa a resguardo.

Pero consideró como atenuante su irreprochable conducta anterior, condenándolo a cinco años y un día de presidio mayor en su grado mínimo, abonándose los 152 días que estuvo detenido en prisión preventiva en la comisaría.

El fallo, por su parte, no menciona nada más respecto al supuesto suicidio, o si la lesión que presentó en el cuello la víctima fue realizada por acción de terceros, sólo menciona que la lesión en el cuello es poco compatible con el uso de la polera que apareció amarrada a la rejilla.

Por otro lado, el informe pericial del Servicio Médico Legal establece que “el occiso no tenía fuerzas físicas para ahorcarse, aún bajo la situación de estrés que estaba viviendo, y ese surco pudo producirse durante el forcejeo para reprimirlo con alguna prenda u otro”.

En una entrevista con el medio local El Divisadero, el general Rodrigo Herrera, jefe de la undécima zona policial, pidió disculpas por los “excesos” cometidos por Carabineros en el estallido social y lo sucedido en la Comisaría de Chile Chico.

Pero más allá de reconocer lo sucedido, sus declaraciones poco importan a la viuda de Iván Vásquez, quien lamenta la demora en encontrar reparación. “Para el pobre no hay justicia”, cierra.