Entre abril y mayo de 2015, fueron encontradas 343 ballenas muertas en las cercanías del Golfo de Penas, en la región de Aysén, y desde ese entonces se investigaron las causas que produjeron el fatal suceso.
Tras una investigación publicada el 31 de mayo, liderada por Verena Häussermann, directora de la Estación Científica Huinay y en colaboración con el geofísico Héctor Sepúlveda, se determinó que las especies habrían muerto por el consumo de langostas “contaminadas” con miccroalgas tóxicas, fenómeno conocido como “marea roja”. Situación que se produjo en el contexto del evento climático El Niño, que aumenta la temperatura del mar y la proliferación de estas algas.
Aún el estudio no descarta absolutamente otras posibilidades –como virus o infección-, pero es la conclusión más aceptada. “En una mortalidad de ballenas solamente se puede comprobar con certeza la causa de muerte si uno toma muestras a los pocos días del fallecimiento, lo que no ocurrió. Pero con los datos que tenemos pudimos excluir con alta probabilidad todos las demás posibles causas y había varios indicios para la muerte por marea roja. Así es que estamos bien seguros”, indicó Häussermann.
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Las ballenas fueron halladas casualmente cuando se realizaba una expedición para inventariar la fauna marina, estimando la fecha de muerte entre febrero y abril de 2015, es decir, entre dos y tres meses de haber sido encontradas.
Según el estudio, murieron cerca de la costa, pudiendo ser mucho mayor el número de fallecimientos pues posiblemente algunas se fueron al fondo marino; mientras que las encontradas fueron arrastradas por las corrientes y el viento hacia las playas.
Entre las conclusiones del estudio, está la preocupación por la muy probable repetición de este evento debido al aumento de la recurrencia e intensidad de El Niño por el cambio climático y porque estas ballenas Sei están en peligro de extinción, ya que en 1980 se contaba un aproximado de sólo 24 mil individuos. Además, junto a las ballenas casi intactas, también se encontraron esqueletos del mismo tipo de cetáceos, por lo que el evento posiblemente se ha repetido hace pocos años.
Debido al peligro que representan estas toxinas, el gobierno chileno financia un programa de monitoreo con más de 200 estaciones de muestreo, donde se obtienen muestras de fitoplancton y marisco.