Han sido días duros para los inmigrantes venezolanos que han llegado a Chile a buscar una mejor vida producto de la crisis política que se vive en su propio país.
Primero, el desalojo de decenas de familias desde Plaza Brasil en Iquique, después una marcha anti-inmigración y luego la desoladora y vergonzosa quema de pertenencias de migrantes cerca de Playa Brava en la misma localidad del norte.
Según el estudio publicado en agosto por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el Departamento de Extranjería y Migración (DEM), en 2020 el colectivo de Venezuela es el que registra el mayor porcentaje de personas extranjeras en 9 regiones del país. Las comunas cuya población extranjera se compone principalmente de venezolanos son San Miguel (63,0%), Concepción (57,3%) y Puerto Montt (51,4%).
De acuerdo a estimaciones, en Chile residen cerca de 1,4 millones de migrantes, de los cuales 457 mil son de origen venezolano, la comunidad extranjera más grande en el país.
¿A qué se dedican los inmigrantes venezolanos en Chile?
Tras un trabajo de investigación de AgenciaUno se puede identificar distintos empleos y oficios a los que se abocan los inmigrantes venezolanos. A continuación, una muestra de aquello.
Carlos Padilla, de 45 años, está encargado de la tienda “La Esquina del Rico Queso”, en Iquique. Lleva tres años en Chile y dice que el estancamiento social y económico en Venezuela lo obligó a trasladarse. “Vendí todos mis bienes y me vine con mi familia”, afirma. Padilla ingresó legalmente y dice que al poco tiempo consiguió trabajo, permitiéndole “contratar a compatriotas para que tengan una oportunidad en este hermoso país”.
También está el caso de Moisés García, de 26 años. Estilista de profesión, llegó para buscar nuevos horizontes en el área de la peluquería. “Me han tratado espectacular y nunca he tenido problemas, me encanta el país y su gente”, señala.
Julianny Petit, de 27 años, es médico general y trabaja actualmente en Iquique. Primero laboró en residencias sanitarias producto del Covid-19 y después entró a trabajar en la Clínica Tarapacá. “Uno llega a otro país con ese miedo de no saber qué va a encontrar, por es muy gratfificante que exista un buen recibimiento”.
Maximiliano, de 44 años, trabaja como maestro de cocina en Pizzaiolo, pero no sólo ha estado allí, incursionó como fotógrafo y gerente de ventas en una empresa textil. Luego de migrar a Chile hace 7 años pudo tener a su tercer hijo en el país.
Con 31 años, Jesús Jugo llegó en 2018, instaló la academia de Ajedrez “Jesús Chess”, donde enseña este deporte a más de 200 estudiantes, a través de municipalidades y colegios.
No todo es color de rosa
Pero no todos tienen la misma suerte que Carlos, Moisés, Julianny, Maximiliano o Jesús. Otros han debido dedicarse a la venta en el comercio ambulante, en precarias condiciones o bien en trabajos desde la informalidad.
Una migrante venezolana vende dulces en las calles de Arica. Ella migró debido a la persecución política del actual régimen, de hecho estuvo detenida en su país. Primero se fue a Colombia, después llegó a Chile, luego de caminar más de 20 días para ingresar por un paso no habilitado. Vive en un albergue mientras trata de regularizar su situación.
Otra familia venezolana, que ingresó por Colchane, vive en precarias condiciones en la capital, específicamente en San Miguel, donde gracias a ollas comunes puede alimentarse para subsistir.
La condición de “ilegales” le han jugado una mala pasada, ya que los 8 integrantes de la familia viven en una mediagua, donde les niegan el baño por no pago del arriendo. Además el dueño de casa perdió su empleo luego de una fiscalización a la obra donde trabajaba.