Durante una protesta el 8 de noviembre de 2019, un carabinero disparó a Gustavo Gatica dos balines a pocos metros de distancia, dejándolo ciego. Un año y medio después, el estudiante de Psicología asegura que no se ha condenado con suficiencia dureza lo que ocurrió aquellos meses en Chile.
En una entrevista con Agencia EFE en su domicilio, ubicado en la periferia de Santiago, el joven de 23 años señaló que está dispuesto a seguir denunciando los hechos que ocurrieron a partir de octubre de 2019. El llamado “estallido social” dejó más de 30 fallecidos en manifestaciones y una serie de personas con lesiones oculares.
La primera impresión es la de alguien tímido, pero a los pocos minutos emerge de él una fuerza insólita para su edad, más propia de un hombre que carga varias experiencias sobre su espalda.
Dice que el confinamiento le ha ayudado a acostumbrarse a su nueva vida, con bastón guía, lentes oscuras y lectores de pantalla, y que su madre apenas ha tenido que retirar una pequeña mesa del comedor. “Nací en esta casa y me sé de memoria los espacios”, afirma.
No siente odio hacia el uniformado que lo dejó ciego y tampoco se arrepiente de haber salido a marchar. Según expresa, quiere que se haga justicia y que las personas lesionadas durante las protestas no caigan en el olvido, sobre todo las más de 400 que perdieron la visión.
“El Gobierno nunca me llamó”
—¿Tienes recuerdos nítidos de lo que pasó?
—Me acuerdo de algunas cosas, otras se me han ido borrando. Recuerdo que ese día llegué para sacar fotos. Cuando pasó lo que pasó, varias personas me ayudaron y me llevaron a la clínica. Por aquellos días ya había hartos heridos oculares. El médico me dijo que el pronóstico era malo y que no me hiciera expectativas.
—Las personas que resultaron lesionadas durante las manifestaciones denuncian que están desamparadas por parte del Estado. ¿Tú recibes ayuda?
—Cuando me dispararon me llevaron a una clínica privada, pero luego estuve en la UTO (Unidad de Trauma Ocular, el departamento de un hospital público de Santiago) y la atención fue muy mala. Se nos hacía muy pesado tener que esperar horas, es una doble victimización. Esa es la poca ayuda que hemos tenido. Nunca se nos ha acercado nadie del Gobierno, de hecho tuvieron el descaro de decir que sí.
—En agosto del año pasado fue detenido el excarabinero Claudio Crespo por ser el culpable de los disparos y la Fiscalía ha pedido ampliar la investigación. ¿Qué piensas del proceso judicial?
—Esto me pasó en noviembre de 2019 y recién en agosto de 2020 le detuvieron, nueve meses después. Dentro de poco se van a cumplir dos años y aún no ha empezado el juicio. Nos hemos acostumbrado a la lentitud de la justicia, hay que ser pacientes y confiar, pero tengo el presentimiento de que sí va a haber justicia en mi caso.
Los investigadores han hecho un esfuerzo muy grande, al menos por parte de ellos sé que hicieron lo mejor que podían hacer para comprobar que efectivamente fue Crespo. Pero esto no va a ocurrir en la mayoría de los casos. De las más de 5.000 denuncias, casi la mitad se archivaron, se cerraron, no hay recursos para investigar.
“Somos sobrevivientes”
—¿Crees que la condena internacional por parte de otros gobiernos al actuar de Carabineros ha sido pobre?
—Hay una falta de condena a nivel mundial de lo que pasó en Chile y apelamos a la presión extranjera, siento que es mucho más importante que la presión venga desde afuera que la que podemos hacer desde acá dentro. Tal vez, si se hubieran pronunciado más fuerte organismo extranjeros, las cosas no hubieran sido así.
Mi objetivo ahora es exponer lo que pasó aquí y que se haga justicia desde afuera. Lo he hablado con muchos sobrevivientes de la revuelta y nos gustaría que hubiera un juicio internacional y que Piñera quede preso.
—¿Consideras que las críticas hubieran sido otras si en Chile hubiese un gobierno de otro color político?
—Obviamente. Hay que pensar que cuando pasó esto en Estados Unidos estaba Trump y la influencia (del presidente Sebastián Piñera) es súper grande.
—Hablas de sobrevivientes y no de víctimas. ¿Por qué?
—Es difícil encontrar una palabra. Víctimas no sé hasta que punto nos representa, creo que sobrevivientes aplica mejor porque más de treinta personas murieron. En mi caso, uno de los perdigones quedó a milímetros del cerebro, lo cual probablemente no me hubiera producido la muerte, pero sí un daño cerebral bien fuerte. No creo que sea exagerado llamarnos sobrevivientes.
—Para muchas personas en Chile eres una suerte de héroe, de ícono, al igual que Fabiola Campillai (otra persona que quedó ciega por disparos de efectivos policiales). ¿Te sientes cómodo en ese papel?
—No es algo que me haga sentir cómodo. A mí me gustaría volver a retomar mi vida, pero a estas alturas no creo que sea tan factible. Es difícil salir a la calle y que no me reconozcan.
—Acabas de estrenar un programa de radio donde hablas con personas afectadas y también abriste una web con información sobre el estallido. ¿Te sientes con la responsabilidad de usar tu popularidad para seguir denunciando lo que pasó en Chile?
—Siento que es mi manera de ayudar. He conocido a sobrevivientes que están en el abandono total, que no reciben ni ayuda del Estado ni de la gente.
“La nueva Constitución traerá cambios”
—Chile celebrará en mayo (si se aprueba la postergación de los comicios) las elecciones para elegir a los delegados que redactarán una nueva Constitución, un proceso que germinó a partir del estallido social. ¿Qué expectativas tienes en el proceso constituyente?
—La nueva Constitución no va a traer todas las respuestas, pero sin duda va a ser una ayuda. Estamos en el país más neoliberal del mundo, donde está privatizado todo, hasta el agua. Creo que se van a poder hacer cambios, aunque va a estar peleado porque se van a necesitar dos tercios para avanzar en cualquier tema.
—Has contado en alguna ocasión que te ofrecieron ser candidato a constituyente y dijiste que no. ¿Por qué?
—Dije que no y no me arrepiento para nada. Hasta cierto punto me gustaría retomar mi vida como era antes. Sigo estudiando, el año que viene tengo que hacer las practicas y, aparte, siento que hay gente mucho más preparada para estar en ese espacio.
—¿Crees que Chile podría haber llegado a este proceso constituyente sin haber pasado por el “estallido social”?
—El eslogan de las marchas fue “No fueron 30 pesos, fueron 30 años” precisamente porque en los 30 años de democracia hubo miles de marchas y no hubo cambios, al contrario, se privatizaron aún más servicios. No se consiguió nada.
—¿Te arrepientes de haber salido a marchar aquel día?
—No para nada, no volvería atrás. La vida te quita y también te da y ahora puedo aportar desde otra área. Yo estaba allí por algo que considero justo y eso para mí es importante, es un valor.