Eran las 23:59 del pasado viernes 1 de mayo, cuando el capitán del Grupo Especial Antimotines (GEAM) de Gendarmería alertó a sus superiores. Algo pasaba. Se escuchaban fuertes gritos, desordenes y discusiones en las habitaciones de la escuela institucional -ubicada en San Bernardo-, donde se hospedaba personal de refuerzo proveniente de regiones.
Tras una serie de llamados telefónicos, un capitán y luego el subdirector del recinto llegaron al lugar. Intentaron ingresar a las habitaciones, pero un grupo de funcionarios los detuvieron. Luego de forcejeos de ambas partes, lograron entrar.
La escena era llamativa: uno de los gendarmes se paseaba sólo en bóxers y con las botas institucionales, además de una polera deportiva. Otros estaban pasados de copas y alterados. Los superiores intentaron conocer la razón del escándalo y terminaron hallando 78 latas y 10 botellas de cerveza, otras dos de vodka, dos de whisky, una de pisco y una de vino tinto. Todas vacías.
Todo derivó en una discusión que subió de tono rápidamente y terminó con amenazas, insultos y un intento de agresión con el sable institucional, según contaría más tarde uno de los involucrados.
Gendarmería se vio obligada a abrir un sumario administrativo y la investigación ya está en curso.
El asado
La jornada partió más temprano ese viernes. Según consta en el parte de Gendarmería al que accedió BBCL, a eso de las 19:50, el suboficial Óscar Martínez y otros funcionarios -que llegaron desde regiones a apoyar a penales de la capital debido a la pandemia- iniciaron un asado. Sin permiso, pusieron la parrilla frente a la Cancha 1 de la escuela, cocinaron unos choripanes y pollo y luego dieron paso a un compartir que incluía varias bebidas alcohólicas.
En ese contexto, el oficial de guardia, en compañía de un cabo segundo de apellido Vega, llegaron al lugar y le preguntaron a los participantes si contaban con la autorización correspondiente.
En lugar de mostrar algún papel que acreditara la venia (que desde luego no tenía), la respuesta de Martínez fue tajante: “Yo no voy a estar pidiendo permiso para hacer un asado, yo no soy alumno”, le habría dicho de acuerdo a lo constatado en el informe.
Ante esa respuesta, se le pidió que diera por concluida la actividad y que devolviera la parrilla a su lugar, pero el suboficial retrucaría con una amenaza: “Démonos los teléfonos y arreglamos afuera”.
Lo mismo ocurrió con otro funcionario, un sargento primero, que esa tarde le pidió explicaciones a Martínez por el asado no autorizado.
“Yo no estoy ni ahí con esas weas porque yo no soy alumno y si tanto webean nos vamos para otra unidad penal”, aseveró Martínez según el parte.
Al final, el intercambio terminó en nada y la junta continuó en las habitaciones donde el grupo proveniente de regiones -que prestaba apoyo en la Cárcel de Puente Alto- se estaba alojando.
El altercado
La tranquilidad no duró mucho. De acuerdo al parte institucional, el capitán Víctor Ulloa, del Grupo Especial Antimotines (GEAM), llamó cerca de la medianoche al mayor Edison Olivares porque en los dormitorios de esa repartición de Gendarmería se escuchaban fuertes gritos, desordenes y discusiones.
Se dispuso que concurriera el capitán Christian Osses, quien llegó acompañado del cabo segundo Vega, al que Martínez ya había insultado en la tarde, y un gendarme segundo de apellido Barrera. Este último iba equipado con una GoPro institucional.
Al arribar al lugar, en el acceso a las dependencias, se encontraron con una escena particular: uno de los tres funcionarios que ahí estaban vestía sólo sus bóxers y las botas institucionales, además de una polera deportiva. Mientras se acercaban se encontraron con el suboficial Martínez, quien en compañía de otros gendarmes le impidieron la entrada al cuarto mediante forcejeos e insultos.
Pese a la resistencia, los uniformados lograron entrar y – ya en el interior- el capitán Osses encontró una botella de whisky vacía, mientras los ánimos de Martínez y sus amigos se caldeaban aún más.
Según consta en el informe, éstos últimos “mantenían un fuerte hálito alcohólico, agresividad y dificultad en su movilidad, además de mantener en todo momento una actitud prepotente y desafiante al personal”.
Así, comenzaron -nuevamente- los insultos y las amenazas. “Quién soy vo weón, nadie te conoce”, partió diciendo Martínez, de acuerdo al parte.
“Anda a trabajar a Puente (Alto) y arreglamos allá”, prosiguió. Y terminó con un “no toy ni ahí con pegarle a un oficial o al que sea” (sic).
El sable
Frente a lo ocurrido, el capitán Osses llamó de vuelta al mayor Edison Olivares para contarle lo que había ocurrido. Éste, a su vez, se contactó con el subdirector de la escuela, Héctor Labrín, quien le dijo que iría personalmente para zanjar el espectáculo.
Y así fue. A las 00:44 de la madrugada arribó junto al mayor Edison Olivares y al capitán Osses, además del cabo segundo Vega, al que los participantes ya habían insultado en dos oportunidades. Allí, pudo constatar lo que ya le habían referido: había fuerte olor a alcohol y cigarro. Echaron un vistazo y desde un basurero azul, con ruedas, sacaron 78 latas y 10 botellas de cerveza, otras dos de vodka, dos de whisky, una de pisco y una de vino tinto. Todas vacías.
Simultáneamente -añade el informe- el suboficial Martínez mantenía su actitud agresiva y desafiante ya señalada, donde “sin provocación alguna insultó verbalmente” al capitán Osses y a Vega, cuestionado sus trayectorias laborales.
“Finalmente intentó agredirlos utilizando su sable institucional, el cual desenvainó al interior”, sin lograr “sus intenciones al ser retenido por parte del mismo personal de refuerzo de regiones que habitaba las dependencias”, consta en el documento.
Luego, lanzó un manotazo con su mano derecha, “con evidentes intenciones de agredir en el rostro al capitán Osses”.
Este último lo esquivó y terminó retirándose del lugar con quienes lo acompañaban.
El sumario
Debido a la gravedad de los hechos, Gendarmería inició un sumario interno para determinar las responsabilidades, según informó la teniente coronel Helen Leal, directora de la escuela donde sucedieron los altercados.
A través de una declaración pública, indicó que los antecedentes fueron remitidos al Alto Mando, quienes ordenaron la investigación.
“Gendarmería de Chile, como institución, reprocha tajantemente este tipo de situaciones, porque enlodan la imagen institucional. Y mayor aún, no representan a los más de 20 mil funcionarios de Gendarmería que con motivo de la contingencia sanitaria han trabajado de manera comprometida y abnegada en cada uno de los penales del país”, sostuvo Leal.