Hace un mes Chile cambió: evasiones en el Metro de Santiago derivaron en un estallido social generalizado, con una comunidad emplazando a la ejecución de cambios sociales y políticos.

Durante estas semanas han habido protestas multitudinarias, muchas de ellas pacíficas; y otras que han tenido finales de una destrucción jamás vista en la democracia chilena.

A continuación, cinco hitos de una rebelión popular que dio vuelta la realidad de uno de los países más estables de América Latina.

Evadir el Metro

Agencia UNO
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La semana que antecedió al 18 de octubre, jóvenes estudiantes secundarios se convocaron a través de redes sociales para evadir los torniquetes en diversas estaciones del Metro como protesta a un aumento en la tarifa del transporte público más usado en Santiago, con unos 2,6 millones de pasajeros diarios.

“Evade”, como se llamó el movimiento popular y que se ve en todo tipo de pintadas en las calles de Chile, nació de la indignación que provocaron escándalos de corrupción que tuvieron a la élite política y económica como protagonistas, acusados de eludir durante años su responsabilidad en delitos económicos.

“Guerra”

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El primer fin de semana de estallido -con saqueos e incendios muy violentos en 70 estaciones del Metro y de un céntrico edificio de la empresa de energía italiana Enel, además de supermercados, sobre todo en zonas pobres o de clase trabajadora-, el presidente Sebastián Piñera atribuyó la crisis a una problema de “desorden público” y más tarde dijo que el país enfrentaba “una guerra”.

Una suerte de invasión “alienígena” según dijo su esposa, Cecilia Morel, en un audio desesperado a una amiga que se expandió en redes sociales, del que luego se confirmó su autenticidad.

El Presidente decretó estado de emergencia, sacó los militares a la calle por primera vez en democracia y declaró toque de queda durante siete noches.

Las dos primeras semanas ocurrieron la mayoría de las 22 muertes con las que se salda hasta ahora este estallido social, entre ellas cinco a manos de fuerzas del Estado.

Marcha con la historia

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Más de un millón de personas, de manera pacífica, se concentraron en la llamada “marcha más grande Chile”, que en su mayoría reunió a personas de clase media, media alta y trabajadora, quienes reclamaron por el derecho a la educación y salud pública, y una corrección al sistema de pensiones privadas, que a la mayoría de los jubilados les paga menos del salario mínimo.

Se fortaleció el clamor por una reforma a la Constitución heredada de la dictadura, considerada simbólicamente la madre de las desigualdades en Chile.

La multitud se reunió en una noche de toque de queda, en la que hubo incidentes violentos aislados con jóvenes encapuchados. Piñera se limitó a un enviar tuit diciendo que “escuchó el mensaje” del pueblo en las calles.

Protestas sin pausa, Gobierno en giro

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Las protestas siguieron sin pausa, convocadas en redes sociales, logrando juntar casi 100.000 personas incluso en la última semana, a casi 30 días del estallido social.

Llegaron en bicicleta a la casa de Piñera y recorrieron varias veces el palacio presidencial en el centro de Santiago. Cantaron a las víctimas muertas y heridas, 182 con disparos a los ojos. Rayaron y dañaron iglesias e insultaron a los policías en todos los tonos, en un claro “mensaje contra todas las instituciones”.

A cuenta gotas y en cámara lenta, el Gobierno fue echando marcha atrás a su programa, enfocado en los empresarios, con reformas tributarias a favor de inversionistas y el rechazo a reforzar ese Estado que la calle siente ausente en temas sociales, a partir de un modelo de economía abierta donde las clases medias acceden a crédito para pagar vivienda, educación y salud, e incluso para vivir.

Acuerdo para despejar la calle

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Senadores, diputados y presidentes de distintas colectividades, de izquierda a derecha, menos el Partido Comunista, llegaron a un acuerdo histórico para convocar a un plebiscito en abril 2020 con el fin de que la ciudadanía escoja entre dos opciones que permitirán cambiar la Constitución de 1980, heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

El mercado saluda el acuerdo con una recuperación fuerte del peso, sube la bolsa y el país espera con expectativa los próximos pasos para empezar a ver en los hechos las correcciones para una sociedad más justa, en un proceso que prevé dos años de consultas y trabajo antes de tener la Constitución con participación ciudadana que clama la calle.