No hay duda que el viernes 18 de octubre quedará grabado a fuego en los anales de la historia de Chile como el día que dio paso a la peor crisis desde el retorno a la democracia, eventos que han sido seguidos de cerca no solo en América Latina, sino que también en el resto del mundo, con un descontento social generalizado que derivó en masivas protestas, Estados de Emergencia, toques de queda e incluso el envío de una misión de la ONU para informarse en terreno de graves acusaciones de abusos y violaciones a los Derechos Humanos por parte de las policías y las Fuerzas Armadas.
Pero a pocas horas de la llegada del grupo de fiscalizadores, enviados por Michelle Bachelet tras la invitación de La Moneda, se anunció el fin de las restricciones a las libertades personales luego que el presidente Sebastián Piñera comunicara el domingo que el Estado de Excepción Constitucional culminaría la medianoche de este lunes.
Aquello, “con el objetivo de contribuir a que Chile recupere la normalidad institucional” tras diálogos entre el Mandatario y las Fuerzas Armadas y de Orden, según señaló el Gobierno la tarde del domingo a través de un comunicado que incluso difundieron en redes sociales.
El primero de esos estados fue decretado la madrugada del sábado 19 en parte de la región Metropolitana para hacer frente a los incendios y saqueos, con lo cual se dio luz verde a que unidades militares patrullaran las calles. Con las horas y días, esa medida se extendió a otras 13 zonas.
No obstante lo anterior, y pese a lo estipulado por el Ejecutivo, la doctora en Historia Latinoamericana de la Universidad de Yale de Estados Unidos, Andra Chastain, advierte que -a su juicio- nuestro país no volverá a ser como era antes del estallido social.
“No. No creo que el país simplemente vuelva a la normalidad, como era antes del 18 de octubre. Pienso que las demandas están emergiendo y continuarán evolucionando ya que están viniendo de un grupo muy diverso de personas”, dijo Chastain en conversación con BioBioChile, quien ha basado parte de su trabajo académico en el Metro de Santiago y políticas urbanas de la capital.
En esa línea, para esta investigadora oriunda de Oregon, la militarización de las calles de la semana pasada junto con “la represión del Estado han entorpecido la aparición” de demandas aún “más claras”.
“¿Cómo pueden las personas reunirse y organizarse para presentar sus sugerencias cuando la libertad de reunión está restringida bajo el Estado de Excepción Constitucional de Emergencia y los toques de queda?”, inquirió.
“Pienso que estas protestas marcarán un punto de inflexión. Futuros gobiernos simplemente no podrán ignorar el clamor popular para una vida digna, con mayor igualdad, mayor participación en los procesos democráticos y para la distribución de la riqueza. Realmente creo que este reciente estallido de protestas cambia la narrativa”, agregó Chastain.
Descontento
Las protestas y marchas de este movimiento social, que vio coronado su poder de convocatoria la tarde del viernes 25 en Santiago, cuando 1,2 millones de personas salieron a las calles del centro de la capital para demandar cambios reales, tampoco han pasado desapercibidas para Chastain, quien coincidió con el fondo que muchos le dan a esta ola de manifestaciones.
“Pienso que el estallido de protestas masivas en este momento en particular, por esta razón específica –el aumento en el pasaje del Metro– tomó a la mayoría por sorpresa. No obstante, en retrospectiva, las señales de descontento a través de diversos grupos sociales en Chile no eran difíciles de ver”, señaló a BioBioChile.
“De las grandes protestas por las pensiones miserables bajo el modelo privado de AFP, las cientos de miles de feministas que salieron a las calles en marzo demandando equidad de género al paro de profesores de junio y julio, pienso que las personas dejaron suficientemente claro que el actual sistema político y económico no está funcionando para la mayoría de los chilenos”, disparó.
Que la crisis que se vive actualmente en Chile es una respuesta a una larga suma de injusticias acumuladas por décadas no es secreto para nadie, como tampoco que el detonante de todo esto fue el alza de $30 en la tarifa del Metro de Santiago en su hora punta a principios de octubre.
Al respecto, Chastain -quien hizo su tesis doctoral acerca de la historia del subterráneo capitalino en el contexto de cambios políticos y de crecimiento urbano- también tuvo palabras para la gestión del Gobierno.
“Piñera podría haber aprendido de la debacle del Transantiago, que fue planeado bajo la administración de Ricardo Lagos e implementado desastrosamente bajo la de Bachelet en 2007. En ese caso, y creo que también en muchos otros problemas sociales, hay una cierta arrogancia entre líderes y expertos en Chile, reticencia a la hora de ocuparse de movimientos sociales populares”, aseveró.
“Parece que la mayoría de los líderes políticos y expertos piensan que realizar pequeños cambios al sistema es lo que se necesita, lo que están contentos de hacer ellos mismos, cuando lo que de verdad falta es participación popular a la hora de decidir políticas de corte nacional que afectan las vidas cotidianas de las personas”, sostuvo.
Es por ello que, bajo su análisis, “el descontento es aún más generalizado en Chile. No está siendo orquestado por un partido ni por una figura, sino que es una expresión de la frustración de la gente en contra del status quo local”.
Revolución de la chaucha
En el contacto con BioBioChile, Chastain también conversó acerca de otros levantamientos populares en contra de políticas abusivas o altamente controversiales.
Siempre en el ámbito del transporte, la académica recordó la revolución de la chaucha de 1949, evento del cual se pueden sacar conclusiones similares si comparamos algunos factores en ambos casos, con 70 años de diferencia.
“La revolución de la chaucha fue un alzamiento que ocurrió en agosto de 1949 como resultado del alza en la tarifa de las micros en Santiago. Hay muchos paralelos con la situación actual, partió.
“Al igual que en las protestas de días pasados, fueron los estudiantes los que reaccionaron primero en contra del aumento y luego las manifestaciones se extendieron rápidamente”, añadió.
“Como hoy, la revolución de la chaucha fue una expresión espontánea de indignación, donde dieron vuelta buses, quemaron autos y derribaron cableado eléctrico”, explicó.
“Tal cual como lo ha hecho Piñera este tiempo, los conservadores de ese entonces culparon a los “subversivos” -al Partido Comunista, que había sido prohibido con anterioridad- en vez de reconocer los problemas económicos de fondo y que impulsaban las protestas”, recordó.
Chastain concuerda con la opinión de varias figuras locales e incluso de la ciudadanía con respecto a que el alza de $30 en la tarifa del Metro fue solo el detonante de una crisis sin precedentes en la historia moderna chilena.
“Aquello simplemente fue la última gota que rebalsó el vaso de los trabajadores que han sufrido aumento de precios en todas las demás áreas de la vida”, indicó.
Sin embargo, y pese a que hay muchos elementos similares, Chastain afirmó que el actual movimiento es aún más amplio y profundo que los que motivaron la revolución de la chaucha.
“Los recientes eventos no son historia repitiéndose. Son mucho más grandes que los que ocurrieron en 1949: rápidamente se extendieron fuera de Santiago y han abarcado un inmenso rango de demandas sociales y económicas, no solo acerca del costo de la vida ni del transporte”, dijo.
Importancia del Metro
Teniendo en cuenta que Chastain tiene una especial relación con el Metro de Santiago, la académica precisó -en su opinión- las razones que conectan el alza en la tarifa con la explosión social que le siguió. “Vale la pena preguntarse porqué fue el alza en los pasajes del Metro los que encendieron las masivas protestas”, inició.
“He pasado muchos años estudiando el Metro de Santiago y su historia y está claro que el Metro, desde su construcción bajo Eduardo Frei y Salvador Allende y su apertura con Pinochet, en 1975, ha representado las aspiraciones de una nación por progreso, desarrollo y un futuro mejor. Pero durante la mayoría de su historia, el Metro no ha estado al alcance del habitante promedio de Santiago”, sostuvo.
“No fue integrado a los buses del Transantiago hasta recién 2007, entonces era demasiado caro y las líneas no llegaban a la mayoría de las comunas. Bajo Pinochet, esta imagen del Metro representando el “milagro chileno” hizo que los disidentes lo apuntaran para mostrar la hipocresía del crecimiento económico en medio de graves abusos y violaciones a los Derechos Humanos y un régimen autoritario”, rememoró.
“Sin embargo, a partir del Transantiago en 2007, y la integración del Metro con las líneas de buses, este se ha transformado en un medio de transporte esencial para un sector mucho mayor y más diverso de la población de Santiago. Aquello ha desembocado en condiciones de saturación en el sistema, no solo para los pasajeros, sino también para los trabajadores”, acusó.
En línea con lo anterior, Chastain citó a la socióloga Kathya Araujo quien postuló que, en Santiago, “la gente piensa que son tratados como ‘animales’. Es una feroz competencia diaria por espacio, solo para ir a trabajar”.
“Entonces cuando tú a eso le agregas un alza a la tarifa bajo condiciones de estrés y poca dignidad, aquello provoca indignación”, finalizó la doctora.
Chastain tiene una cercana relación con Chile, donde ha vivido en dos oportunidades. La primera entre 2009 y 2010, cuando a través del Programa Fulbright fue asistente de lenguaje en la carrera de Pedagogía en Inglés de la Universidad Católica de la Santísima Concepción; y la segunda en 2015, cuando su investigación la llevó a Santiago para estudiar en terreno el Metro. Ese trabajo investigativo será un libro, en el cual trabaja de momento.
Cambios
Piñera ha sido blanco de duras críticas por su lenta reacción al conflicto y por el manejo del mismo. Desde su ida al cumpleaños de uno de sus nietos en Vitacura la noche del viernes 18, en medio de la ola de protestas que azotaron a la capital; a las declaraciones de guerra del domingo 20, la presentación de una agenda social de 10 puntos la noche del martes 22 poco hizo para calmar los ánimos.
Dando señales de apertura, el Mandatario comenzó una serie de reuniones con miembros de partidos de la oposición. Uno de ellos fue el excanciller de Michelle Bachelet, Heraldo Muñoz, quien anunció que le pidió un cambio de gabinete y que acepte la idea de comenzar a trabajar en una nueva Constitución.
Los rumores de una cirugía mayor a su gabinete de ministros comenzaron a circular con fuerza el viernes por la tarde desde el interior del oficialismo, lo que el mismo Piñera confirmó la mañana del sábado desde el Palacio de La Moneda.
Pese a que todos los ministros están renunciados, la lupa está puesta sobre el titular de Interior, Andrés Chadwick, quien está encargado de la seguridad pública del país; la ministra de Transportes, Gloria Hutt; la vocera de Gobierno, Cecilia Pérez: el guardián de las arcas fiscales, Felipe Larraín; y su par de Economía, Juan Andrés Fontaine.
Estos dos últimos provocaron la molestia de la ciudadanía al destacar la baja de 3,7% en el precio de las flores para que los románticos se las regalaran a sus parejas y la idea de madrugar para poder obtener tarifas más bajas en el Metro, respectivamente.
Fontaine salió a pedir perdón “humildemente”. “Esas palabras de ninguna manera reflejan lo que quise decir, no reflejan lo que siento, lo que creo, y lo que ha sido mi trabajo 100% dedicado a mejorar la vida de los chilenos”, dijo el jueves 24. Por su parte, Larraín lamentó sus dichos, pero dijo sentir que la reacción fue “exagerada”.
Pérez, en tanto, quemó gran parte de su línea de crédito político tras la polémica que la enfrentó con el Partido Socialista, cuando acusó que existían vínculos entre la colectividad y el narcotráfico. El drama escaló a tal punto que ministros y subsecretarios fueron vetados de acudir a sesiones en el Congreso.
En su punto de prensa del sábado en la Casa de Gobierno, el jefe de Estado también comunicó que trabajarán en mecanismos para frenar o rebajar los precios de servicios como el agua y el TAG.