“El sexismo en la universidad destruye a la universidad”: así es como la abogada británico-americana especialista en casos de litigios civiles, acoso sexual y discriminación sexual, Ann Olivarius, considera que los casos de acoso y abuso sexual y de poder han afectado a las universidades que se han visto envueltas en estas polémicas.
Este 11 de febrero fue el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, fecha aprovechada para visibilizar el trabajo femenino en esta área. Algunos de los obstáculos más complejos que se encuentran en este sentido es justamente, los referentes a los casos de abuso y acoso sexual en las universidades.
A nivel local, la Universidad Católica, de Concepción, de Las Américas, de la Frontera, de Chile, entre otras, han recibido una gran cantidad de denuncias. En respuesta, la mitad de los centros de estudios que pertenecen al Consejo de Rectores cuentan ya con un protocolo para recibir quejas de este tipo.
Tanto en éste ámbito como en otros, Olivarius es una de las mujeres más influyentes de la actualidad en el ámbito legal, estando involucrada incluso en el mediático caso del productor de Hollywood, Harvey Wernstein.
Durante su carrera ha visto como universidades han perdido la participación de académicas brillantes y estudios prometedores por estos casos. “Por la poca participación de mujeres a raíz de la misoginia pierdes a la mitad de tu población, no sacas lo mejor de tus recursos, de tu dinero, de tu tiempo. Es una pérdida terrible”.
Como ejemplo utiliza el caso de la Universidad de Rochester, en donde el profesor de Ciencias Cognitivas del Cerebro, Florian Jaeger, fue acusado por 16 mujeres de acoso, las cuales también dejaron la academia. “Es considerada uno de las mejores facultades de su área en el mundo, pero perdieron a 16 mentes brillantes que se sintieron inseguras y acosadas”, resume Olivarius.
Para ella, es importante hacer públicos estos casos para lograr que se tomen medidas y que las víctimas que se han mantenido en silencio consigan el valor para salir a la luz.
Por parte de las universidades, los protocolos para presentar denuncias son un paso crucial. “Tiene que quedar bien claro cual comportamiento es permitido y cual está prohibido, cuáles serán las penas para los infractores, y luego tienes que hacer que se cumplan”, asegura.
¿Y la presunción de inocencia? “Siempre existe, pero particularmente cuando se trata de crímenes sexuales la gente tiende a pensar que las mujeres mienten, que no pueden confiar en ellas. Entonces, es muy difícil ganar estos casos. Así es como es. Está mal, pero así es”.
Por ello, sugiere complementar el protocolo con una base de datos centralizada para llevar cuenta de las denuncias recibidas por los académicos. “Llevas un registro de este comportamiento, para que incluso en un caso de palabra contra palabra” quienes deban fiscalizar puedan distinguir patrones o incluso modos de operar.
El caso de la Universidad de California
“Tuvimos un caso en una universidad de Los Ángeles, en que un profesor se aprovechó de sus estudiantes mujeres de la misma forma por muchos años. Se acercaba cuando estaban solas, las empujaba contra un muro o un auto, y se toma su tiempo”, explica, detallando cómo el sujeto toca a sus víctimas. “Se lo hace a todas, no cambia”.
Luego, las denunciantes detallan esta interacción. Cuando fue acusado por la primera de ellas “se defendió diciendo que ‘no es cierto’, ‘está loca’, mientras ella insistía en que ocurrió. Más adelante, él dijo ‘bien, lo admito, pero fue consentido, ella me quería’. Es un patrón común”.
La universidad -relata la especialista- terminó por disciplinarlo debido a una prohibición anterior para los profesores de relacionarse con sus víctimas, y quedó con una advertencia. “Luego publiqué el caso, hice visible su nombre y el teléfono comenzó a sonar. Una mujer tras otra vinieron diciendo ‘a mi también me pasó”.
“A veces todo lo que podemos hacer es agitar las aguas, levantarnos, y compartir las historias”.
Un Nobel entorpecido
El problema ha cobrado tal importancia que incluso se suspendió la entrega de un Premio Nobel de Literatura luego de que el esposo de una integrante de la Academia Sueca (encargada de nombrar al ganador) enfrentara acusaciones de violación.
El economista Lars Heikensten, quien encabeza la Fundación Nobel desde 2011 y quien debió tomar esta decisión, es crítico hacia las universidades que permiten o tardan en responder a las denuncias. “Hemos resuelto que, mientras no hayan lidiado con el problema, no podemos confiar en ellos”.
El caso en la Academia Sueca gatilló incluso renuncias en medio del círculo académico. El caso golpeó al Premio Nobel, a juicio de Heikensten, dado que “la Academia Sueca es conocida en otros países principalmente por ser la que otorga el premio, cuando en realidad son dos instituciones completamente separadas”.
Para el el economista, pese a los cuestionamientos que ha recibido antes la institución que preside por casos como los de Jocelyn Bell, Lise Meitner, Esther Lederberg, Isabella Karle y Rosalind Franklin, su trabajo es el de “proteger un legado” y generar “modelos a seguir”.
En este sentido, considera que “una institución que otorga el Premio Nobel debe ser una en que la gente confía. Entonces, tengo puestas mis esperanzas en que van a resolverlo, pero ha tomado más que lo que esperaba”.