La cifra habla por si sola. De acuerdo a las Estadísticas Vitales 2015 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), entre 2010 y 2015, 936 adultos mayores sobre 70 años decidieron suicidarse en Chile.
En tanto, los mayores de 80 años encabezan la tasa más alta de suicidios: 17,7 por cada 100 mil habitantes. Más atrás le siguen las personas de entre 70 y 79 años, con una tasa de 15,4.
La tasa nacional alcanza 10,2, según un estudio que consignó La Tercera y fue realizado por Ana Paula Vieira, académica de Gerontología de la Universidad Católica y presidenta de la Fundación Míranos, que aborda esta temática.
Naturalmente, esos números le dan sentido a varios casos que han conmocionado a la opinión pública en las últimas semanas.
Por ejemplo, el caso de Jorge Olivares Castro (84) y Elsa Ayala Castro (89). En primer momento, el 21 de julio, los hechos apuntaban a un femicidio frustrado y posterior suicidio, luego que vecinos avisaran a Carabineros de dos disparos en la vivienda que compartían en Conchalí.
Al día siguiente a este episodio la mujer murió y empezó a conocerse la hipótesis de un posible acuerdo entre ellos para morir.
Días más tarde, el 30 de julio, otro suceso similar impactó en Ovalle, en la región de Coquimbo. Un matrimonio de adultos mayores fue encontrado muerto la madrugada del lunes al interior de su domicilio.
Al ingresar, se encontraron con la pareja muerta sobre una cama. El llanto era del hijo de ambos, un adulto con síndrome de down que se encontraba en estado de shock. Los fallecidos fueron identificados como Daniel Castillo Díaz y Einelia Miranda Miranda, muy queridos por los vecinos del sector.
De acuerdo al sondeo de Vieira, el 2015 el grupo de 20 a 39 años tenía una tasa de suicidio de 12,5, mientras que para los mayores de 60 años fue de 14.
“Creo que no se ha realizado ninguna acción concreta de prevención en personas mayores, todo está enfocado en suicidio en jóvenes”, resalta, sobre todo considerando que la mayor atención mediática en torno a este fenómeno se concentra en los adolescentes y jóvenes.
Por su parte, la psicogeriatra Daniela González asegura que “no es normal que uno quisiera morirse teniendo más años. Pero cuando empieza a haber dificultades como son las enfermedades terminales irreversibles, que generan una imposibilidad de abordarse económicamente, lo que se genera al final de cuentas es un tema de desesperanza enorme, y se instala el tema del suicidio como una salida honrosa”.
Debido a esas complejidades, José Miguel Aravena, director de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, apunta a la necesidad de mejorar el Plan Nacional de Salud Mental. “Se necesita acompañamiento mucho más directo, establecer visitas domiciliarias. Si llegan a la consulta con síntomas de soledad, son sujetos que no se puede dejar sin seguimiento”, aseguró.