Al mediodía de este jueves, la Conferencia Episcopal de Chile reveló el contenido de una segunda carta enviada por el papa Francisco desde el Vaticano. Esta vez, debido a la segunda visita que realizará a Chile, particularmente a Osorno, Charles Scicluna, acompañado de Jordi Bertomeu.
El secretario general de la CECh, Fernando Ramos junto a Juan Ignacio González, presidente del Consejo de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas, dieron a conocer el texto que Francisco dirigió a “todo el pueblo de Dios que peregrina en Chile”.
“Acogemos su llamado y pedimos a todos los fieles que continuemos en estado de oración (…) No es una carta a obispos y sacerdotes, es una carta a todos los cristianos”, adelantó González.
La carta
El Papa llamó a la unión de la iglesia, asegurando que “cada vez que intentamos suplantar, acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios en su totalidad y diferencias, construimos comunidades, planes pastorales, acentuaciones teologías, espiritualidades, estructuras sin raíces, sin historia, sin rostro, sin memorias, sin cuerpo, en definitiva sin vida(…) La lucha contra una cultura del abuso exige renovar esta certeza”.
“La renovación en la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transformación a la que el Espíritu Santo nos impulsa. Se nos exige promover conjuntamente una transformación eclesial que nos involucre a todos”.
“Sería injusto atribuir este proceso sólo a los últimos acontecimientos vividos. Todo el proceso de revisión y purificación que estamos viviendo es posible gracias al esfuerzo y perseverancia de personas concretas que, incluso contra toda esperanza y teñidas de descréditos, no se cansaron de buscar la verdad. Me refiero a las víctimas de esos abusos sexuales, de poder y autoridad, como de aquellas que en su momento le creyeron y acompañaron”.
Más abajo, Francisco aseguró que en los encuentros constató “cómo la falta de reconocimiento, de escucha de sus historias, como también de reconocimiento y aceptación de errores y las omisiones en todo el proceso, impiden hacer un camino, un reconocimiento que quiere ser más que una expresión de buena voluntad hacia las víctimas. Más bien quiere ser una nueva forma de pararse frente a la vida, frente a los demás y frente a Dios”.
“El nunca más a la cultura del abuso, así como al sistema de encubrimiento que le permite perpetuarse, exige trabajar entre todos para generar una cultura del cuidado que impregne nuestra forma de relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir, en nuestras costumbres y lenguaje, nuestra relación con el poder y el dinero. Hoy sabemos que la mejor palabra que podemos dar frente al dolor causado es el compromiso por la conversión persona, comunitaria y social”.