El exdiputado de la Democracia Cristiana, Ricardo Rincón, llegó hasta el Servel al mediodía de este jueves para oficializar la renuncia a su extensa militancia en la falange.
Lo anterior, luego de un sinnúmero de roces que tuvo con la directiva que encabezó Carolina Goic, con quien se enfrentó durante el transcurso de la campaña presidencial de 2017.
Asimismo, también la decisión está relacionada a los cuestionamientos que recibió internamente por el caso de violencia intrafamiliar en el que se vio implicado en 2001 y que reflotó durante el segundo semestre del año pasado previo a la configuración de las listas parlamentarias de la DC, de la cual fue removido por decisión de Goic pese al apoyo que había recibido por la instancia partidaria a cargo de esa definición.
En concreto, el documento presentado al Servel -y que lleva su firma- sostiene que “en el ejercicio del derecho que me confiere el inciso segundo del artículo de la Ley 18.603, vengo a renunciar al partido político al cual me encuentro en sus registros”.
Con todo, también envió una carta a su partido para anunciar su salida, donde recalcó que la DC perdió “su carácter democrático y su vocación cristiana que dicen definirle” y que su expartido “hoy cada vez interpreta menos a los más postergados de mi país, cada vez lucha menos por los más desamparados y cada vez está más lejos de su compromiso con la erradicación de las injusticias más profundas que embargan a Chile y su gente”.
Revisa la carta de renuncia completa a continuación:
Renuncia militancia del PDC
Hoy 22 de marzo del 2018, al cumplir 52 años de edad, luego de un profundo tiempo de análisis y de reflexión, y habiendo entregado una vida al PDC desde la época universitaria, tiempos en que luchamos pacíficamente contra la dictadura más cruenta que recuerda nuestra historia, vengo en renunciar al partido en que he militado toda mi vida por haber él perdido su carácter democrático y su vocación cristiana que dicen definirle.
El PDC de hoy cada vez interpreta menos a los más postergados de mi país, cada vez lucha menos por los más desamparados y cada vez está más lejos de su compromiso con la erradicación de las injusticias más profundas que embargan a Chile y su gente.
La infancia de nuestro país, vulnerada una u otra vez, encerrada en hogares siniestros donde los niños mientras más pequeños más se esconden y cobijan en sus camas, rogando entre sollozos a Dios o sus padres que extrañan que los saquen de ese tormento, escasamente le interesan a la conducción y dirigencia del PDC, salvo para declaraciones rimbombantes y frases comunes para una cuña de televisión. Madres que pierden sus hijos por pobreza y que son separadas definitivamente de ellos bajo falsas inhabilidades parentales que no pueden cuestionar, pues no tienen ni los medios ni los conocimientos para ello, no están ni estarán lamentablemente en las prioridades ni en los intereses de mi partido, de mi expartido desde hoy.
Las pensiones de miseria de cientos de miles de nuestros jubilados, que les condenan a una vida de indignidad y pobreza no le quitan el sueño ni le remecen el alma a los dirigentes de mi partido y quienes dicen ser sus principales líderes, salvo honrosas y escasísimas excepciones. El modelo previsional privado consolidado con la venia de mi partido y buena parte de las 2 coaliciones que en casi 30 años integramos, no ha sido cuestionado verdaderamente ni han existido respecto de él intenciones de modificación profunda para resguardar los intereses de digna vejez para nuestra gente. Fusiones falsas, comisiones fantasmas, tablas de mortalidad adulteradas, tasas de interés de re cálculo de pensiones impropias, paraísos fiscales de rentabilidad negativa para los ahorros previsionales de los chilenos, con la venia o justificación de nuestras autoridades, son algunos de los ejemplos de lo anterior.
Con todo, no puedo, no agradecer y reconocer a los miles de militantes sencillos y humildes y que son, sin lugar a duda, la mayoría en un partido que no les escucha ni acoge como debieran y se merecen, pues ellos si me apoyaron, me acogieron, me acompañaron y yo les debo, junto a mis padres que me formaron en las ideas del humanismo cristiano, buena parte de lo que soy y de lo que hemos logrado en el servicio público, más ligado por cantidad de años a la acción social misma que a los cargos y puestos de elección popular. Un especial reconocimiento a los concejales, cores, alcaldes y dirigentes de mi expartido de la región de O’Higgins, con quienes caminamos y sufrimos juntos los desaciertos de una institución que parece lamentablemente perdida en un mundo que no sabe interpretar.
Gracias a un trabajo serio y abnegado junto a todos ellos conquistamos las más altas mayoría que alguien ha podido alcanzar en O’Higgins, construimos verdadera comunidad y fuimos determinantes para alcanzar los quórum que el país requería para reformas políticas fundamentales para dar mayor representación a Chile y los chilenos, incluidas las cuotas de mujeres que posibilitan mayores oportunidades para ellas en una sociedad que aún no las reconoce plenamente.
Concretamos 17 leyes de nuestra autoría para Chile, donde el recuerdo de mis queridos bomberos y de su hoy vigente fuero laboral destaca entre mis recuerdos con fuerza y alegría. Fiscalizamos sin renunciar jamás a nuestras facultades, principios y convicciones, aún se tratara de nuestro propio gobierno, cuestión que a muchos incomodó y seguirá incomodando. Pero, por sobre todo, no estuve ni estaré jamás dispuesto a acuerdos espurios o transacciones mundanas carentes de sentido y alejadas de los objetivos de bien común y justicia social que deben inspirar la acción política más profunda.
Seguiré trabajando en O’Higgins junto a nuestra gente y seguiré soñando, como lo hacíamos en las épocas universitarias, que un Chile más justo y mejor es posible.
No nos vamos de la política, pues a eso un político no renuncia jamás. Simplemente dejamos la militancia de un partido que no es capaz de luchar por la ética de la verdad, esa que se escribe con mayúscula y que no se usa para intereses personales ni dividendos electorales.
Dejo de ser militante, pues no he sido escuchado y no hay nada peor que un sordo que no quiere oír o un ciego que no quiere ver, pues cuando hoy hay una crisis de fraternidad reconocida por todos, algunos seguimos siendo perseguidos por nuestras ideas o posiciones mientras otros irrespetan acuerdos e instituciones.
Pude haber tomado esta decisión hace más de un año, cuando ella me reportaba beneficios personales y dividendos electorales, pero creí erradamente que la institucionalidad y la verdad serían más fuertes que los intereses pequeños de un capricho presidencial sin ninguna viabilidad y los ánimos de revancha de quienes no cuentan con el cariño y apoyo en urnas de la ciudadanía.
Desde hoy que cumplo 52 años soy con orgullo sólo un exmilitante que recuerda con cariño a los que deja, abogado, exlegislador, nieto de panaderos e inmigrantes e hijo de abogado y profesora, padre de dos hermosos hijos que me ha dado mi esposa y amante de la región de O’Higgins y de su gente.