A las 11:30 horas de este jueves estaba fijada la misa que el papa Francisco celebró en playa Lobito, a 25 minutos de Iquique. Como fue habitual en su agenda de 4 días, la ceremonia inició con puntualidad.
A las 11:46 horas, un avión DHC-6 Twin Otter, de dotación del Servicio Aerofotogramétrico de la Fuerza Aérea de Chile, captó a una altura de 820 metros la imagen aérea que acompaña a este artículo y que constata una escasa presencia de fieles en la última homilía que Bergoglio ofició en el país.
Hace días que la Comisión Nacional de la Visita Papal advertía de una lenta distribución de entradas. Se dejó de hablar de la gran cantidad de extranjeros provenientes de países vecinos o de grandes peregrinaciones desde ciudades cercanas. El padre jesuita ariqueño Claudio Barriga, por ejemplo, reconoció hoy a la prensa que “no ha sido fácil la motivación”.
El plan original esperaba recibir entre 350 a 400 mil fieles, todos distribuidos en 16 parcelas claramente delimitadas. Luego se habló de 200 mil, 150, 100. Finalmente quienes fueron a la misa de Lobito se contabilizaron en 50 mil fieles. Todos ellos podrían haber ocupado una sola de las parcelas.
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¿Cuáles son los factores que incidieron en Iquique?
Zona desértica y transporte
Esperar durante horas de madrugada en una zona desértica, sin poder llevar a gusto comida, pasar un poco de frío de noche y luego soportar el calor del mediodía en el arenal del campus Lobitos, podría ser uno de los principales factores que incidieron en la muy baja concurrencia de feligreses.
Tarapacá, de 365 mil habitantes, es una región que celebra dos multitudinarias fiestas religiosas cada año: La Tirana, con feriado nacional incluido, logra convocar cerca de 200 mil personas (según cifras de Carabineros, cuestión que en algunos casos también se ha puesto en duda); y la fiesta de San Lorenzo de Tarapacá que atrae a una pequeña quebrada a cerca de 80 mil personas cada 10 de agosto y incluido feriado regional.
A lo anterior deben sumarse las restricciones de transporte particular (dato no menor en una zona donde existen 2 automóviles por familia), que también contrajo las ganas de quienes podrían haber asistido. Se dispuso de transporte público, pero en Iquique el ordenamiento de éste nunca ha resultado a cabalidad. Un claro ejemplo fue la cantidad de personas que tuvo problema para salir de Lobitos, efectivamente por falta de locomoción colectiva.
Elección del lugar
Playa Brava, una larga extensión de costa en la avenida más importante de la capital regional, fue una de las primeras opciones que se nombró para convocar a la misa principal, pero Carabineros y otras autoridades se negaron, por las condiciones de seguridad que se requerían, además el permanente y aburridor presagio de un probable terremoto con tsunami, que le quitaba méritos a un sector importante, atractivo y en medio de la ciudad con cercanía para todos.
Luego, el Templo de La Tirana en la comuna de Pozo Almonte con su explanada que puede contener unas 50 mil o 70 mil personas no fue incluida en las opciones de la organización, a pesar de la ferviente devoción religiosa de su festividad, y el clamor de cientos que pedían una visita de tal magnitud en el pequeño poblado en la Pampa del Tamarugal.
Extranjeros
La comisión pensó que cruzarían de Bolivia, de Salta y Jujuy, ciudades del norte argentino muy católicas, con fiestas religiosas y similitud étnica y cultural con Tarapacá; o del sur peruano, con ciudades como Arequipa, una metrópolis cordillerana con bases profundamente cristianas, y pilar fundamental en la evangelización del catolicismo en el continente. Pero nada de eso ocurrió.
Quizás el terremoto ocurrido en Arequipa días antes cohibió la intención de algunos cientos de peruanos, o tal vez la “bullada multitud” en la costa de Iquique, espantó a cientos de argentinos que prefieren descanso en esta zona, y no un infernal ruido lleno de restricciones.
Promoción y Confianza
La organización ¿habrá “vendido” el evento religioso iquiqueño a los países vecinos, o a las urbes nacionales cercanas como Arica o Antofagasta?
Exceso de seguridad policial, y al menos 5 helicópteros sobrevolando Iquique todos los días durante dos semanas, de seguro también cortó las ganas de quienes podrían haber asistido a Lobitos.
Solo como dato, los últimos dos obispos de Iquique, anteriores a Guillermo Vera, fueron entre 2000 y 2004 Juan Barros Madrid, cuestionado por encubrir los abusos de Karadima y Marco Antonio Órdenes quien fue acusado de abusos sexuales en Iquique en 2012 y espera prontamente una resolución canónica, postergada por la visita del papa Francisco a Iquique.