Pablo Oporto, un ingeniero y comerciante de 36 años, ha sido víctima de innumerables robos y asaltos, en los que ha matado a siete delincuentes amparándose en el derecho de legítima defensa.
Oporto cuenta a La Tercera que los asaltos a sus negocios eran tan recurrentes que junto con su hermano “nos metimos a boxeo y karate porque venían bandas a asaltarnos todos los días“. Al tiempo decidió tomar un curso de seguridad en México. “Me enseñaron qué armas usar, cómo repeler un asalto y la aplicación de las leyes”.
La primera vez que invocó la legítima defensa fue cuando tenía 20 años, cuando delincuentes entraron a su vivienda tras robar la de un vecino. “Usé mi arma, pero no pasó a mayores, quedaron seis heridos“.
El comerciante explica que primero analiza “rápidamente cuál es el delincuente que está más cerca o que tiene el arma. Reacciono contra él y lo reduzco en un lugar donde pueda repeler el asalto. A veces los trabajadores o clientes actúan descontrolados porque no tienen preparación, y mi preocupación principal es protegerlos a ellos“.
Sin embargo asegura que está cansado, por lo que piensa cerrar todos sus negocios. “No quiero que mi hijo normalice la violencia y los balazos. Cuando juega con sus amigos no corre para esconderse, se agacha y se va reptando”. Cree que eso se debe a que desde los cuatro años debió enseñarle a esconderse. “No quiero seguir exponiéndolo a eso”.
“Yo jamás he tenido una lucha contra la delincuencia. Yo no quiero convertirme en Batman ni en un justiciero, no quiero matar a nadie“, explica.