Un temor exacerbado a no poder aguantar el dolor o a no tener control sobre la situación: así se define la tocofobia o miedo al parto, concepto que fue introducido en la literatura médica en el año 2000 y que desde entonces desató una serie de investigaciones.

Una de estas últimas es la que fue publicada recientemente en el Journal of Perinatal Medicine, con el objetivo de identificar la prevalencia y determinar los factores de riesgo para desarrollar este miedo.

En la investigación se evaluó a casi 200 mujeres embarazadas, la gran mayoría de ellas primerizas, con diversos cuestionarios relacionados con la depresión, la ansiedad, la satisfacción con la vida, la expectativa en el parto, y temores específicos. Los resultados arrojaron que el 75% de ellas tenían un miedo bajo o moderado, mientras que el 25% exhibió un miedo alto o muy alto al parto. El miedo patológico ocurrió en 1,6% de las participantes.

¿Cuáles eran los temores? Que les hicieran una episiotomía (incisión que se practica en el periné de la mujer durante el parto), no tener control sobre la situación y el miedo al dolor.

Para Florencia Monje, kinesióloga experta maternidad, los resultados son coherentes con lo que ella ve a diario en las gestantes que llegan a su taller de preparación al parto. “Muchas vienen con esos miedos, el que suele ir desapareciendo en la medida en que se informan y van entendiendo fisiológicamente el parto, pero, sobre todo, cuando logran conectarse con la idea de que ellas son dueñas de su parto y pueden vivirlo como quieran”, comenta.

En el taller, junto a su colega y socia Camila Boettiger, explican que el parto es la única instancia en la vida de una mujer en que el dolor es fisiológico y no patológico. Es decir, no está alarmando de una enfermedad, sino que está guiando un proceso. “El dolor permite que te prepares, que te vayas a tu centro. Puedes estar haciendo cualquier cosa, en medio de una reunión importantísima, y si comienza el trabajo de parto, te dará lo mismo: dejarás todo de lado, te focalizarás gracias al dolor y comenzarás este viaje”, agrega Monje.

Por otro lado, Camila Boettiger añade que las gestantes suelen ir tomando conciencia de su propia fisiología, y eso las calma: “Es necesario entender la importancia de respetar los tiempos en el trabajo de parto, pues eso ayuda a prevenir desgarros y así a proteger los tejidos. También hay que saber que la pelvis femenina es capaz de cambiar sus diámetros para facilitar el descenso de la guaguita y para que eso ocurra, la mujer debe tener libertad para moverse y adoptar las posturas que quiera, lo que además ayuda considerablemente al manejo del dolor. Esa información es tan valiosa e importante para disminuir la ansiedad, y nadie te la dice”.

Tal como muestran los estudios, la educación prenatal reduce significativamente la ansiedad en gestantes. “Lo más importante, es comprender que el dolor no es lo mismo que sufrimiento. Que yo puedo estar anestesiada hasta el pelo y estar sola en el pabellón, muerta de miedo, sin que nadie me diga nada, y estar sufriendo sin sentir dolor. Pero también puedo estar sin anestesia, pero contenida y acompañada de quien quiero, segura y protegida. Y tengo dolor, pero no estoy sufriendo”, comentan las especialistas, quienes en el taller Preparación al parto en parejas entregan esta y varias otras claves para empoderarse y, de manera informada, decidir la forma en que se quiere vivir este trascendental proceso, logrando una experiencia positiva.