Hoy, 15 de agosto, se cumplen dos años desde que los talibanes se tomaron el poder en Afganistán. Pese a que en un principio prometieron respetar los derechos humanos, en este periodo de tiempo se evidencia un incremento en la crisis humanitaria y económica, ambas derivadas de vetos ejercidos en contra de las mujeres. Desde la prohibición a estudiar, trabajar o incluso salir a la calle con el rostro descubierto, la conclusión de las afganas es clara: "Estamos viviendo en prisión".
Este 15 de agosto los talibanes cumplen dos años al poder en Afganistán.
A pesar de que en el acuerdo de Doha los talibanes se comprometieron a respetar los derechos humanos tras la retirada de tropas de EE.UU, eso no ha sido así. El retorno al poder de los fundamentalistas supuso el fin de los avances logrados por las mujeres en las pasadas dos décadas.
Desde vetar el acceso a la educación hasta la más reciente de ordenar el despido de aquellas que no lleven puesto el velo en sus puestos de trabajo, los talibanes han impuesto una serie de restricciones que atentan contra los derechos de las mujeres.
La crisis humanitaria y económica de la población se agrava por falta de apoyos de la comunidad internacional.
Las mujeres: el blanco de los talibanes
El ascenso de los talibanes vino acompañado del primer veto hacia las mujeres: la educación secundaria. Afganistán es, al día de hoy, el único país del mundo que prohíbe la educación femenina.
El veto a la educación se extendió el pasado diciembre a las instituciones universitarias y superior. A esta medida se sumó la prohibición de rezar en las mezquitas, realizar estudios religiosos allí y estudiar en instituciones privadas.
Además de la educación, las mujeres tampoco pueden trabajar en ONG, ni en salones de belleza, ni salir a la calle con el rostro al descubierto. Tampoco realizar trayectos largos sin el acompañamiento de un familiar masculino.
Detrás de estas y otras restricciones, como la de prohibir que las mujeres y niñas visiten parques de atracciones o practiquen deportes atléticos, se encuentra el Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio. Este sustituyó al Ministerio de la Mujer instaurado por el depuesto gobierno.
“La prohibición de la educación, el trabajo y el movimiento público significa que estamos viviendo en prisión”, indicó a EFE una joven exuniversitaria de 22 años, Ghotay.
“Mi delito es ser mujer”
Khatera Amine es defensora de los derechos de la mujer en Kabul, creó una escuela clandestina para niñas en una zona rural. No tiene ningún lugar para aprender o ser escuchada. Lucha por sus derechos y los del pueblo afgano. La joven vio cómo su vida se desmoronaba cuando los grupos armados tomaron la capital.
En entrevista con nuestro medio asociado RFI, la mujer profundiza en estos años de su vida.
RFI: ¿Cómo ha cambiado tu vida desde que los talibanes llegaron al poder?
Khatera Amine: Es un día negro para todas las mujeres afganas en Afganistán, porque nos prohíben ir a la escuela, a la universidad y a los salones de belleza. Se nos prohíbe trabajar. Se nos prohíbe todo. Mi vida cambió de verdad cuando los talibanes volvieron al poder en Afganistán, porque como mujer dirigente tenía grandes sueños para mi sociedad, tenía muchos proyectos para mejorar la situación de las mujeres afganas en Afganistán, siempre he luchado por la libertad y la igualdad. Siempre he querido una sociedad democrática para el pueblo afgano, especialmente para las mujeres.
Todos queremos vivir en una sociedad verdaderamente democrática. Por eso me resulta muy difícil no participar en actividades políticas en Afganistán, ver y observar cómo tratan los talibanes a las mujeres. Me resulta muy difícil cuando el régimen actual me dice lo que tengo que hacer y lo que tengo que vestir. No tenemos derechos, porque los talibanes siempre han tratado a las mujeres afganas como ciudadanas de segunda clase, siendo nuestro delito ser mujeres. Me siento como si estuviera en la cárcel y alguien hubiera venido a decirme que me castigan por ser mujer. Así que sí, todo ha cambiado y mi vida ha cambiado. Hoy soy una mujer que pasa todo el tiempo en casa y no participa en ninguna actividad por el futuro de mi país.
¿Cómo afronta la población la vuelta de los talibanes al poder?
Los problemas de salud mental están muy extendidos entre las mujeres afganas. He visto a algunas suicidarse porque habían perdido toda esperanza y sentían que no tenían otra opción. Muchas mujeres sienten que no pueden seguir viviendo en una sociedad en la que están excluidas de todo, en la que literalmente no pueden hacer nada. El régimen actual nos dice qué hacer y cómo hacerlo, adónde ir, con quién, a qué distancia, cuánto tiempo podemos permanecer en un lugar y cuándo casarnos. El régimen actual interfiere en todas las actividades de las mujeres afganas.
¿Cómo se sienten las jóvenes afganas? Estamos decepcionadas. Como joven dirigente, cuando visito a las mujeres en distintas partes de Afganistán, veo que no hay esperanza entre ellas. Ni entre las jóvenes, ni siquiera entre las niñas. Porque comprenden y aceptan que el régimen actual no permite que todas las mujeres se impliquen en la vida pública, ni que participen en actividades civiles y actúen como seres humanos y como afganas en su propia sociedad.
¿Por qué sigues luchando por los derechos de la mujer?
Los derechos humanos, y en particular los derechos de las mujeres, están siendo pisoteados en Afganistán. Las mujeres afganas siguen siendo tratadas como ciudadanas de segunda clase. Las mujeres afganas siguen privadas de sus derechos legales, siguen siendo torturadas por grupos armados que quieren gobernar el país. Es nuestro deber, como defensores de los derechos humanos y de los derechos de la mujer, proteger a las mujeres que sufren. Hago campaña por los derechos humanos y los derechos de las mujeres en Afganistán porque queremos un Afganistán libre, queremos una sociedad libre en la que vivamos libremente, en la que tomemos nuestras propias decisiones. El sueño de todas las mujeres de Afganistán es ser libres y vivir libres sin ninguna restricción diseñada por el gobierno, por los grupos armados o por sus familias. Queremos la paz. Queremos libertad y queremos una sociedad llena de respeto y humanidad.
Pero me alegro de que al menos, incluso ahora, pueda hacer algo por las niñas de Afganistán: todavía tengo esperanza, hay gente y personas que nos escuchan y que pueden entender nuestro sufrimiento. Todo lo que pido es que escuchen a las mujeres afganas: muestren su solidaridad con las mujeres afganas, muestren sabiduría hacia las mujeres afganas, necesitamos el apoyo de ustedes.
Instituciones poco inclusivas y sin mujeres
Las mujeres tampoco se encuentran representadas en el Gobierno de los fundamentalistas, que además las despojó de las instituciones, excepto para algunas funciones, como en control de pasaportes, aeropuertos y hospitales.
Las mujeres representaban el 37% del Parlamento afgano y entre el 28 y el 30% de puestos de funcionariado de gobierno antes de que los talibanes tomasen Kabul, de acuerdo con varios informes oficiales.
Pese a que los talibanes prometieron un Gobierno inclusivo en Afganistán, al día de hoy solo hay unos pocos representantes de etnias no pastunes -la mayoritaria de los talibanes- u otras minorías. No hay ninguna mujer en las instituciones afganas.
Aumento de la pobreza
La prohibición de trabajar en ONG, así como en los salones de belleza, afectó a miles de familias encabezadas por mujeres que dependían de sus ingresos para sobrevivir en un Afganistán asolado por la pobreza.
“Las mujeres y las niñas no solo perdieron todos los logros de 20 años, sino que su vida personal está bajo una tremenda presión”, dijo a EFE la activista pro derechos Mina Rafiq.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) predijo en septiembre de 2021 que el 97% de la población afgana corría el riesgo de caer por debajo del umbral de pobreza. Esto, a menos que se lanzase una respuesta urgente de organismos internacionales.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que en 2023 alrededor de 875 mil niños de Afganistán y 840 mil embarazadas y madres lactantes podrían sufrir desnutrición aguda severa.
También a principios de este año, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) alertó de que 28,3 millones de personas, el equivalente a dos tercios de la población, “necesitan asistencia humanitaria para sobrevivir”.
Talibanes complican ayuda humanitaria
A pesar de las advertencias de los diferentes organismos internacionales, los talibanes siguieron imponiendo medidas contra las mujeres, complicando en estos dos últimos años el envío de ayuda humanitaria para la reconstrucción de Afganistán.
El Gobierno de los fundamentalistas prohibió la música e instruyó a los hombres a dejarse la barba y a dejar de vestir con corbata, un atuendo que, a su juicio, simboliza la cruz de la religión cristiana.
Mientras, se obligó a los trabajadores de los medios de comunicación a cubrirse la cara y a prohibir que las mujeres trabajen en películas o series.
Por todo ello, las afganas no ven motivos para llevar a cabo celebraciones en el día de hoy.
“Saldremos en diferentes países en diferentes partes del mundo para conmemorar el 15 de agosto como el Día Negro, y el acuerdo de Doha como contratos negros entre EE.UU. y los talibanes, por violar a los afganos, especialmente los derechos de las mujeres en Afganistán”, sentenció Rafiq.