Australia, azotada en los últimos tres años por numerosas catástrofes naturales y la pandemia de covid, celebra el sábado elecciones legislativas que según los sondeos podrían dar la victoria a los laboristas frente a los conservadores, que gobiernan desde hace casi diez años.
Los sondeos apuntan desde meses a una pequeña ventaja de los Laboristas de centroizquierda, encabezados por el veterano legislador Anthony Albanese, quien sería más amigable con el clima y menos hostil con China.
Pero el primer ministro Scott Morrison, muy combativo al frente de una coalición conservadora, ha descontado ventaja en los últimos días.
La campaña electoral, bastante virulenta, estuvo marcada por la inflación, principal preocupación de los electores.
En los últimos tres años, Australia se ha visto golpeada por incendios forestales, sequías, la pandemia del covid-19 y varias inundaciones récord.
Los australianos, cada vez más insatisfechos con sus condiciones de vida y más pesimistas con respecto al futuro, podrían darle la espalda a los partidos tradicionales, según las encuestas de opinión del instituto Ipsos.
“Ha sido un período muy difícil para el país”, señaló Mark Kenny, profesor de la Universidad Nacional Australiana. “Hay un gran descontento con este gobierno y la posición del primer ministro ha sido cuestionada bastante”, agregó.
Las encuestas revelan una insatisfacción marcada entre mujeres y jóvenes, quienes enfrentan la perspectiva de ser más pobres que sus padres, al heredar un país golpeado por el cambio climático.
De crisis en crisis
Unos 17 millones de Australianos están inscriptos en el padrón electoral.
Deben elegir a los 151 representantes de la cámara baja y a la mitad de los miembros del Senado.
El voto es obligatorio y los votantes califican a los candidatos por orden de preferencia, lo cual dificulta predecir el resultado.
Morrison, de 54 años, espera repetir el “milagro” de 2019 cuando ganó pese a aparecer sin opciones en las encuestas. Pero para ello deberá enfrentar el trauma colectivo de los últimos tres años.
Tras su elección, una ola de incendios forestales arrasó el este del país y quemó una zona del tamaño de Finlandia que asfixió durante semanas a las ciudades de Brisbane, Sídney y Melbourne.
Morrison fue duramente criticado por tomar vacaciones en Hawái en medio de la crisis.
Y cuando terminaron los incendios, comenzó la pandemia del covid-19.
Morrison, inicialmente celebrado por el control de la pandemia, pasó a ser cuestionado por la tardanza en la vacunación.
Ese atraso provocó confinamientos en ciudades grandes y un cierre fronterizo de dos años, con lo que Australia pasó a ser conocido como un “estado ermitaño”, aislado del resto del mundo.
“Ese fue el punto en el que Morrison pasó de estar un poco atrás a estar muy atrás” en las encuestas, según Ben Raue, del popular blog político The Tally Room.
“Nunca se recuperaron de eso. Han tenido unas encuestas mejores que otras pero nunca han tenido la ventaja”, agregó.
Albanese, un veterano legislador de 59 años, ha buscado convertir la elección en un referendo sobre el gobierno de Morrison.
Su campaña minimalista le dio a Morrison y a la prensa australiana poco qué atacar, pero también dejó a los votantes sin claridad de lo que haría en el gobierno.
Candidatos alternativos
Alrededor de un tercio de los votantes podrían votar fuera de los partidos tradicionales e inclinarse por una gama de candidatos populistas, extremistas de derecha o independientes centristas.
Hacia el cierre de la campaña, el foco se ha vuelto al creciente costo de vida en un país considerado uno de los más caros del mundo para vivir.
Pese al déficit fiscal récord, la primera recesión en décadas y el débil crecimiento salarial, Morrison ha sido capaz de reinventar su imagen y enmarcar el debate de manera que su partido se mantiene competitivo.
Una encuesta del diario The Sydney Morning Herald proyectó el miércoles una victoria laborista, pero con una ventaja mínima.
Existe la percepción de que los ataques de Morrison al “peligroso” plan económico de Albanesa ha comenzado a tener efecto.
“Creo que hay una sensación de cambio en el país, la pregunta es si la oposición ha hecho suficiente para convencer a la gente de que el cambio es seguro”, comentó Mark Kenny.