En una fecha cercana a la de hoy, pero hace poco más de 63 años, ocurría uno de los acontecimientos históricos más impactantes de los que la humanidad tiene registro: el lanzamiento de la Bomba del Zar, por parte de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, actual Rusia).
En lo que respecta a armamento nuclear, es casi normal pensar en lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial en Hiroshima y Nagasaki, ciudades japonesas destruidas tras ser impactadas por las únicas dos bombas nucleares usadas en un conflicto bélico, las cuales dejaron el trágico saldo de más de 130 mil muertos en total.
Sin embargo, fue durante la Guerra Fría (1947-1989/1991) que se registró uno de los episodios más impresionantes en materia armamentística nuclear, motivada por la competencia en este ámbito entre la URSS y Estados Unidos (EE.UU).
El año del lanzamiento de la Bomba del Zar
1961 fue un año marcado por las álgidas tensiones entre ambas superpotencias. La CIA había llevado a cabo en abril un fallido intento de invasión para frenar la naciente revolución en Cuba, consigna Infobae.
Junto a ello, los soviéticos habían conseguido posicionar al primer humano en la órbita terrestre: el cosmonauta Yuri Gagarin (12 de abril de ese año).
La carrera por el desarrollo en nuevas tecnologías, principalmente en materia armamentística, impulsaba una innovación que no prácticamente no conocía límites en cuanto a demostración.
El 13 de agosto, Alemania se levantó con Berlín dividido en dos partes, custodiado con soldados armados y un alambrado, en lo que sería el inicio para la instalación del Muro de Berlín.
Parecía inminente una confrontación directa entre la URSS, liderada por Nikita Kruschev, y EE.UU, encabezado por John F. Kennedy. Tanto Washington como Moscú buscaban convertirse en la mayor potencia del mundo.
La Bomba del Zar
En ese sentido, los soviéticos estaban empeñados en desarrollar una bomba atómica para “ponerse al día” frente a sus rivales norteamericanos.
La ojiva fue diseñada por el equipo del físico soviético Andréi Sájarov y denominada oficialmente como RDS-220. Se le bautizó como Bomba del Zar en memoria a la campana Tsar Kólokol de Moscú -la más grande del mundo, cuyo peso supera las 200 toneladas- y por el cañón imperial Tsar Pushkal.
En tanto, el nombre clave del proyecto bajo el cual fue desarrollada, fue nombrado como “Iván”, evocando al primer zar ruso, apodado “Iván El Terrible”.
Unos cuantos años antes, Sájarov ya había conseguido realizar la primera bomba de hidrógeno producida por la Unión Soviética, a partir de un diseño que en el Kremlin fue conocido como “La Tercera Idea de Sájarov”, siendo denominada RDS-37 y ensayada en 1955, según el citado medio trasandino.
La Bomba del Zar tuvo su base en esa ojiva, siendo realmente un tipo de variante con mayor tamaño y potencia que la RDS-37.
Tras esto, la URSS fijó para el 30 de octubre de 1961 demostrar el poder la bomba atómica más potente que se haya detonado, según señala la propia BBC.
El ensayo aéreo fue realizado con ayuda de un bombardero Tupulev Tu-95 y la bomba fue lanzada en paracaídas.
La ojiva atómica más potente de la historia
Con ocho metros de largo, dos de ancho y 27 toneladas de peso, la Bomba del Zar era tan grande que prácticamente no cabía en ningún avión. De hecho, el Tupolev Tu-95 tuvo que ser modificado y llevar colgada la imponente ojiva.
Aquel 30 de octubre, un segundo avión viajó con un equipo de científicos para así monitorear la explosión. Con el fin de reflejar la radiación, ambas naves fueron pintadas blanco.
La gigantesca y poderosa bomba fue lanzada desde gran altura sobre la isla Severny, del archipiélago de Nueva Zembla (Novaya Zemlya), ubicado en el Ártico ruso. También fue equipada con un paracaídas especialmente diseñado para desacelerar su caída, siendo detonada a unos 3.800 metros del suelo.
La explosión fue equivalente a 50 megatones (50 millones de toneladas de TNT), más de 3.300 veces la ojiva atómica lanzada por Estados Unidos (EE.UU) sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 9 de agosto de 1945, cuya potencia liberó 15 kilotones.
El destello de la detonación de la Bomba del Zar fue visible hasta a 1.000 kilómetros de distancia.
Un video desclasificado en 2020 por el gobierno de Vladímir Putin, en el marco de la celebración del aniversario 75 de la industria nuclear de Rusia, reveló el momento de la explosión y parte de la preparación llevada a cabo por los soviéticos.
En el momento de la detonación, se observa una enorme nube de polvo y escombros con forma de hongo que se elevó por casi 70 kilómetros en el cielo, más de 7 veces la altura del Monte Everest. Esto fue seguido de una onda expansiva que, además de provocar un sismo de magnitud 5.0, destruyó edificios en la isla en un radio de 55 km.
Para sorpresa de muchos expertos, dado que la bola de fuego no hizo contacto con la Tierra, la cantidad de radiación fue sorprendentemente baja.
Un punto de inflexión en la Guerra Fría
En un principio se tenía contemplado realizar la prueba de la Bomba del Zar con una potencia de 100 megatones, lo que luego fue descartado debido a la devastación que podría causar y su impacto en el mundo.
Tras el ensayo con 50 megatones, debido a sus enormes proporciones, la bomba no resultó práctica para su uso, por lo que su detonación fue más bien efectuada con objetivos de investigación y propagandístico.
Ante los riesgos y el temor que significó esta prueba de poder, el ensayo de la Bomba del Zar significó un punto de inflexión en la Guerra Fría. En parte, fue la causante de un tratado internacional para prohibir el uso de este tipo de armamento.
Incluso, el propio Andréi Dmítrievich Sájarov que participó en su diseño y elaboración, decidió dar un giro en 180° y luchar en contra de la proliferación nuclear. Por esto recibió el Premio Nobel de la Paz en 1975.
Tensión entre Occidente y Rusia por la guerra en Ucrania
En la actualidad, se viven días tensos en materia geopolítica. La guerra de Rusia contra Ucrania mantiene tensas las relaciones con Occidente, así como con la OTAN.
En septiembre, Putin anunció la renovación de la doctrina nuclear de Rusia, ampliando el tipo y el origen de las amenazas ante las cuales el Kremlin podría responder con armas nucleares.
“Nos reservamos el derecho de utilizar armas nucleares en caso de agresión en contra de Rusia y Bielorrusia como miembro de la Unión Estatal”, indicó.
Asimismo, precisó que esto incluye el uso de armas convencionales por parte del enemigo que “cree una amenaza crítica a nuestra soberanía”, como los misiles de largo alcance entregados por Occidente -principalmente EE.UU- a Ucrania.
“Es un aviso que advierte de las consecuencias en caso de que esos países participen en un ataque contra nuestro país por diversos medios, no obligatoriamente nucleares”, dijo, por su parte, Dmitri Peskov, portavoz presidencial, en una rueda de prensa telefónica.
Como argumentos para el cambio de doctrina, que sustituye a la vigente desde 2020, Peskov mencionó “la confrontación sin precedentes provocada por la participación directa de los países occidentales, incluidas potencias nucleares, en el conflicto de Ucrania” y “los elementos de tensión que se acumulan en nuestras fronteras”.
En aquella oportunidad eludió confirmar si la nueva doctrina supone o no un aumento del arsenal estratégico o un inminente ensayo nuclear por parte de Rusia. No obstante, la semana pasada el jefe del Kremlin ordenó ejercicios de disuasión nuclear a sus fuerzas estratégicas del ejército ruso.
Esto se dio en el marco de las graves acusaciones por parte de EE.UU, Reino Unido, Países Bajos, Corea del Sur -y otros- sobre el presunto envío de miles de soldados norcoreanos a Rusia por parte del régimen de Kim Jong-un para combatir contra Ucrania.
Las últimas decisiones de Moscú, así como las advertencias de Occidente sobre estos supuestos movimientos, mantienen la incertidumbre por una posible escalada en la guerra que azota a Kiev, así como el temor de que se vuelvan a emplear armas de destrucción masiva en conflictos bélicos internacionales.