VER RESUMEN

Resumen automático generado con Inteligencia Artificial

Hace unos 157 años, Rusia decidió vender Alaska a Estados Unidos, un hecho histórico considerado un punto de inflexión en la geopolítica, economía y diplomacia. Este capítulo, catalogado como uno de los mayores errores de cálculo en la historia de Rusia, tuvo su origen con el inicio de la presencia rusa en Alaska en el siglo XVIII, con la exportación de pieles como principal actividad. Tras décadas de desafíos logísticos y económicos, y con la Guerra de Crimea afectando la economía rusa, el zar Alejandro II decidió vender Alaska a EE.UU en 1867 por 7,2 millones de dólares. Al principio el gobierno estadounidense fue criticado por la compra, pero luego la adquisición demostró ser valiosa con descubrimientos de oro, petróleo y gas natural en décadas posteriores. Hoy, Alaska se destaca como un punto estratégico en la geopolítica, especialmente en relación a la cercanía con Rusia y el control de rutas marítimas hacia Asia y el océano Ártico.

Desarrollado por BioBioChile

Un 18 de octubre, pero hace poco más de 157 años, se terminaba de concretar la venta de Alaska por parte de Rusia a Estados Unidos, un episodio histórico catalogado por expertos como un punto de inflexión en la geopolítica, economía y diplomacia.

Se trata de un hecho que, para muchos, es poco conocido. Para diversos especialistas, y también para el propio Kremlin, esta decisión tomada en 1867 por el entonces zar Alejandro II y sus asesores, de vender por 7,2 millones de dólares dicho territorio, es considerada como uno de los mayores errores de cálculo en la historia de Rusia.

Este episodio marcó un importante precedente, puesto que hace más de un siglo Moscú sólo observa cómo su principal adversario -a nivel de potencias mundiales- explota los recursos energéticos de un territorio que un día fue suyo.

La llegada de Rusia a Alaska

Fue en el siglo XVIII que Rusia arribó al territorio de Alaska. El encargado de hacerlo fue Vitus Bering (1681-1741), un navegante danés que cruzó los gélidos mares del Pacífico.

El encargado de esclarecerlo fue Vitus Bering (1681-1741), un danés que navegó esos gélidos mares bajo bandera rusa. El 16 de julio de 1741 logró la hazaña, cuando avistó el monte San Elías, en el sur de Alaska.

Sin embargo, tras enfermar de escorbuto, y ante la inclemencia del mal tiempo que despedazó el barco en que navegaba con su tripulación, murió en el trayecto de regreso en una isla inhabitada que hoy lleva su nombre (así como el estrecho de Bering), detalla la BBC.

En tanto, parte de la tripulación que sobrevivió a la travesía pudo reconstruir la embarcación y, al año siguiente, consiguieron volver a Rusia e informar sobre logrado en la expedición.

El inicio de la Rússkaya Amérika (América rusa)

Los tripulantes que acompañaban a Vitus Bering no venían con las manos vacías: traían pieles de nutria marina de una calidad que fue catalogada como de las más finas de aquella época.

Desde el siglo XV, hasta gran parte del XIX, Rusia se dedicó mayormente a la exportación de pieles, tanto de nutria, marta cibelina, armiño y zorro.

Este fue el impulso para que la Rusia zarista diera comienzo al período de la Rússkaya Amérika (América rusa en español).

Para finales del siglo XVIII, los rusos fueron los primeros europeos en establecer una presencia significativa en Alaska.

La Compañía Ruso-Americana (RAC), una empresa controlada por el gobierno ruso, manejaba los asentamientos y el comercio en la región, principalmente interesados en pieles como de las nutrias marinas.

Incluso, esto llevó a que el Kremlin considerara entre sus planes expandirse por la costa de América del Norte y el Pacífico, logrando establecerse de cierta manera en parte del Archipiélago de Hawaii, en Fort Elizabeth, según el citado medio.

Una América rusa que no prosperó

No obstante, con el paso del tiempo la RAC no tuvo resultados destacables, así como tampoco importantes avances en materia territorial perdurables.

Para mediados del siglo XIX, la expansión de los asentamientos rusos en Alaska se había vuelto un desafío logístico y económico.

El vasto territorio era difícil de defender y administrar, especialmente con la presencia creciente de británicos y estadounidenses en la región.

Además, la economía rusa no vivía su mejor momento luego de la Guerra de Crimea (1853-1856). Esto generó preocupación en cuanto a su capacidad para mantener Alaska frente a una posible expansión británica desde Canadá.

La negociación entre Rusia y Estados Unidos por Alaska

El zar Alejandro II y sus asesores consideraron que, si no podían defender Alaska, era mejor venderla antes de perderla en una posible guerra o invasión.

Las riquezas que antes generaba la caza de nutrias se estaban agotando, lo que disminuyó el interés del Zar en la región.

Los estadounidenses, por su parte, veían con interés la expansión hacia el oeste. Ya habían adquirido territorios en ese sentido en América del Norte, y Alaska representaba una oportunidad estratégica y económica.

A ello se sumaba también la idea del Destino Manifiesto: la creencia sobre que Estados Unidos estaba destinado a expandirse por todo el continente norteamericano.

Las negociaciones comenzaron en la década de 1850, pero fue en 1867 cuando se concretó la venta.

La venta de Alaska

El principal negociador ruso fue el embajador en Estados Unidos, el barón Eduard de Stoeckl, y el secretario de Estado estadounidense, William H. Seward, fue el encargado por parte de EE.UU.

El 30 de marzo de 1867, se firmó el acuerdo por el cual Estados Unidos compró Alaska por 7,2 millones de dólares (equivalente a unos 140 millones de dólares en la actualidad), lo que en su momento fue considerado un precio muy bajo.

Desde ambos países habían voces contrapuestas a la transacción. En el caso del Imperio ruso, estimaron que se perderían todos los esfuerzos realizados que buscaban mejorar el territorio, mientras que los estadounidenses veían innecesaria una zona con un clima tan extremo.

En total, alrededor de 1,5 millones de hectáreas rusas pasaron a manos del gobierno de EE.UU, precisa Natgeo.

“Su Majestad, el zar de Rusia, se declara dispuesto a dejar a Estados Unidos todas las áreas del continente americano y las islas adyacentes, que hasta ahora eran de su propiedad”. Así inicia el artículo 1 del contrato de compra-venta entre ambas partes, según consigna DW.

La compra de Alaska se concretó formalmente el 18 de octubre de 1867, cuando el territorio fue transferido oficialmente de Rusia a EE.UU. En una ceremonia en Sitka, la capital de Alaska en ese momento, las banderas del Imperio ruso y Estados Unidos fueron izadas y bajadas para simbolizar la transferencia de soberanía. A esta fecha se le conmemora como Alaska Day (el Día de Alaska).

“Seward fue un increíble visionario”

La compra de Alaska fue prácticamente ridiculizada por muchos en Estados Unidos en su momento. Algunos la llamaron “La locura de Seward” o “La nevera de Seward”, ya que consideraban que Alaska era un territorio inhóspito y sin valor. Sin embargo, Seward estaba convencido de su potencial estratégico y económico.

“Seward fue un increíble visionario”, subraya la historiadora Orienne First Denslow a la emisora alemana Deutschlandfunk, señala DW.

En las décadas siguientes, Alaska demostró ser una adquisición muy valiosa. A finales del siglo XIX, se descubrió oro en la región, lo que atrajo a miles de colonos y explotadores.

Del mismo modo, a lo largo del siglo XX, se descubrieron importantes reservas de petróleo, gas natural y otros recursos naturales.

Durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, Alaska adquirió una gran importancia militar debido a su proximidad a Rusia (a unos 88 kilómetros o 55 millas) y su ubicación en el extremo noroeste de América del Norte.

El 3 de enero de 1959, Alaska se convirtió oficialmente en el 49º estado de Estados Unidos.

La venta de Alaska: ¿Un punto de inflexión geopolítica histórico?

En conversación con BioBioChile, la académica del Observatorio de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae, Vanessa Cárdenas, afirmó que hoy existe “una importancia geopolítica de Alaska y que tiene que ver con la estrategia en el Pacífico”.

En ese punto, agregó, “se ha convertido en una puerta para el control de las rutas marítimas hacia Asia. Entonces su cercanía también con Rusia se puede ver en los dos frentes”.

Hubiera sido una zona importante de tensión si siguiera en manos de Rusia, porque prácticamente (EEUU) tendría una colonia rusa en sus fronteras, en su zona de interés, en su zona de seguridad y creo que hubiera sido muy complejo que la mantuviera hasta hoy después de la Guerra Fría”, detalló la analista.

“Para Rusia se convirtió no solamente en un mal negocio, por cómo incrementó su precio (Alaska), sino que fue muy importante durante la Guerra Fría, porque ahí hubo bases militares y sistemas de defensa antimisil de Estados Unidos”, añadió.

En aquel tenso período de la historia entre -principalmente- las dos súper potencias, el gélido territorio “entonces se convirtió en un punto clave en esa defensa, así que, de alguna manera Rusia no visibilizó (el futuro de Alaska)”.

Sin embargo, explicó que, lamentablemente, el Imperio ruso no tenía cómo saber que subiría el precio de esta zona “por los yacimientos de petróleo, por el oro, por los recursos” que se descubrirían en las décadas siguientes.

Asimismo, Rusia “no tuvo esta visión de cómo ese territorio se iba a convertir no en una puerta de ellos hacia Estados Unidos, sino que de Estados Unidos hacia Rusia por las rutas del Pacífico“, menciona Cárdenas.

Ha sido justamente un punto de inflexión. (Esto) tiene que ver con la seguridad y hoy además se ha convertido aún más por la expansión de Rusia en el Ártico, la disputa que hay en los recursos de ahí, porque se ha convertido en un territorio también de seguridad energética“, recalca.

La localización de esta región convierte a Alaska en un punto estratégico clave para controlar el tránsito marítimo en el mar de Bering, una de las principales vías de acceso al océano Ártico.

En resumen, Alaska finalmente se ha vuelto un punto estratégico que Rusia no supo ver y desaprovechó. “No solamente fue un mal negocio económico, sino que fue una pérdida geopolítica estratégica”, sostuvo la académica.