La sesión celebrada en la tarde del viernes había sido reclamada de urgencia por parte de Rusia, cuyo embajador Vasili Nebenzia destacó hoy que el ataque no puede basarse en el ejercicio de la legítima defensa recogido en el artículo 51 de la carta de la ONU, pues no se aplica a la navegación comercial -cuya defensa fue invocada por EE.UU. y el Reino Unido-, que se rige por otras regulaciones.
Más bien -insistió Nebenzia-, las acciones “de la que se dice coalición internacional son una flagrante violación del artículo 2 de la carta de la ONU”, y supone además “una agresión militar más del Occidente colectivo como parte de una larga serie en Oriente Medio”.
En cuanto al embajador chino, Zhang Jun, puntualizó que la última resolución del Consejo de Seguridad del pasado miércoles sobre Yemen reclamaba garantizar la libre navegación en el mar Rojo, pero “jamás autorizó a ningún Estado a usar la fuerza contra Yemen”.
El diplomático chino reiteró que “ningún país tiene el derecho de distorsionar de manera abusiva la legalidad internacional cuando se trata de resoluciones”.
Pese a todo, Jun quiso desmarcarse de las acciones de los rebeldes yemeníes y recordó que China “ha llamado repetidamente a los hutíes a cesar sus ataques y su acoso a los cargueros, así como a respetar los códigos de navegación según la ley internacional”.
De este modo, Rusia y China volvieron a alinearse en la misma postura, como han venido haciendo en los últimos meses en prácticamente todos los conflictos, mientras que Estados Unidos muestra por su parte una sintonía total con el Reino Unido.
La representante de Estados Unidos, Linda Thomas-Greenfield, defendió los ataques contra los hutíes como “necesarios y proporcionados”, además de “coherentes con el derecho internacional y con el ejercicio de EEUU a su propia defensa”.
La diplomática reiteró que el objetivo del ataque era garantizar la libre navegación, y subrayó que por culpa de los ataques de los hutíes 2.000 barcos han sido forzados desde noviembre a evitar el mar Rojo y circunnavegar África, suponiéndoles miles de millas suplementarias de navegación, un hecho que ha afectado a barcos de 50 países y que se ha traducido en la toma de rehenes de más de veinte países.