Claude Eatherly es un nombre poco conocido dentro de la historia, pero resulta que fue un hombre crucial para el lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima el 6 de agosto de 1945, la que provocó la muerta instantánea de 70.000 personas solo con la explosión inicial.
Se trató de un oficial de las Fuerzas Aéreas del Ejército de Estados Unidos y el piloto del avión de reconocimiento climático que apoyó el lanzamiento de esta devastadora arma.
Si bien Eatherly puede llegar a ser un nombre desconocido, internacionalmente se reconoce la profunda huella que dejó el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón en 1945.
Pese a su participación en la misión que devastó Hiroshima, se trata de un hombre que jamás estuvo orgulloso de sus condecoraciones y del “éxito” que tuvo su tarea.
Por el contrario, Claude Eatherly se retiró de su carrera militar, maldijo sus acciones y no dejó de ser atormentando por la masacre que provocó, llegando a pasar por instituciones psiquiátricas.
Para tratar de lidiar con la culpa, además se convirtió en un reconocido activista en contra del uso de las armas nucleares.
La misión fatídica: agosto de 1945
Claude Robert Eatherly nació el 20 de abril de 1918, en Weslaco, Texas.
Era un joven piloto cuya vida cambió radicalmente cuando fue seleccionado para formar parte de la tripulación que pilotaría el avión de observación en la misión de reconocimiento antes del bombardeo de Hiroshima.
Su papel fue crucial: debía proporcionar información en tiempo real sobre las condiciones climáticas y la visibilidad para garantizar el éxito de la operación.
El 6 de agosto de 1945, la bomba atómica “Little Boy” fue lanzada sobre la ciudad japonesa, causando una destrucción masiva y la muerte de decenas de miles de personas.
Lamentablemente, fue un éxito.
Eatherly, desde su avión de observación, fue testigo de la explosión y de la inmensidad del daño infligido, lo que marcó su mente de por vida. Eatherly fue condecorado como un héroe militar por el gobierno estadounidense, pero él se declaro simplemente como un asesino.
Esto es lo que marca la diferencia con Paul Tibbets, que pasó a la historia como el hombre que tiró aquella bomba (y murió en 2007 a los 92 años) pero que nunca se arrepintió de sus actos.
Además, se podría decir que Claude se transformó en la encarnación de la culpa colectiva, un enorme peso sobre una sola persona, según el New York Times.
Las secuelas psicológicas de Claude Eatherly
Tras el lanzamiento de la bomba, Eatherly comenzó a sufrir de profundos remordimientos y confesó que ya no era capaz de conciliar al sueño por las noches.
A pesar de que su papel en la operación no implicaba lanzar la bomba en sí, se sentía responsable de la tragedia que había presenciado.
Las imágenes de la destrucción y el sufrimiento en Hiroshima lo perseguían, y pronto su salud mental comenzó a deteriorarse.
La tormenta emocional que enfrentaba Eatherly lo llevó a una serie de problemas personales y legales, ya que pasó de ser un condecorado militar a cometer delitos.
Todo esto, para tratar de ser reconocido en su país como un delincuente, ya que él se sentía así.
Luchó con la depresión y la culpa, lo que afectó su capacidad para mantener empleos estables y relaciones saludables. Desesperado por redimirse, hizo numerosos intentos de llamar la atención sobre los horrores de las armas nucleares y las consecuencias devastadoras de la guerra.
A medida que pasaron los años, Eatherly finalmente se convirtió en un activista anti-nuclear y en un defensor de la paz.
Utilizó su propia experiencia y trauma para concienciar al mundo sobre los peligros de las armas nucleares. Todo esto, además de abogar por la abolición de su uso. A pesar de su compromiso, Eatherly continuó luchando con sus demonios internos y su salud mental deteriorada.
Finalmente, el llamado “piloto del apocalipsis” falleció el 1 de julio de 1978, a los 60 años, debido a un aparente suicidio.
Su vida y su historia recuerdan la complejidad de la moralidad en tiempos de guerra y las repercusiones duraderas de las decisiones tomadas en circunstancias extremas.