Sin nombrar explícitamente a China, pero dejando claro su propósito, el grupo del G7 que reúne a los líderes de las democracias más industrializadas del mundo este fin de semana en la ciudad japonesa de Hiroshima, ha declarado su voluntad de contrarrestar de forma coordinada “prácticas maliciosas” y actividades de coerción que buscan aprovechar vulnerabilidades para sacar ventajas ilegítimas en los mercados.
Así lo señalaron tras anunciar la puesta en marcha de nuevos mecanismos de cooperación ante el desafío chino, como la creación de una Plataforma de Coordinación sobre Coerción Económica con el objetivo de “incrementar la preparación, la disuasión y la respuesta” ante este tipo de prácticas.
En la declaración final de la cumbre, publicada este sábado, los líderes del bloque señalaron que consideran que una economía resiliente “requiere eliminar riesgos y diversificar”, y abogaron por dar pasos individual y colectivamente en sus propias economías.
“Contrarrestaremos prácticas maliciosas, como la transferencia de tecnología ilegítima o la divulgación de datos”, reza el texto, que también habla de afrontar la “coerción económica”.
El G7 coincidió, además, en “la necesidad de proteger ciertas tecnologías avanzadas que podrían usarse para amenazar nuestra seguridad nacional, sin limitar indebidamente el comercio y la inversión”.
Los gobernantes del G7 generalmente coinciden al expresar sus inquietudes sobre China. El problema es cómo pasar de las palabras a los hechos.
En los últimos dos años, el gobierno del presidente Joe Biden ha tratado de reformular la relación con Pekín y obtener el apoyo de otras naciones en busca de una respuesta enérgica a lo que funcionarios en Washington y otras democracias occidentales llaman la “coerción económica”.
Pero el G7 también necesita cooperar con China en asuntos globales más amplios como el cambio climático, Corea del Norte, la guerra en Ucrania y los problemas de las economías en desarrollo endeudadas.
En octubre, el Departamento de Comercio prohibió las exportaciones de semiconductores y otros equipos de última generación a China debido al temor de que las empresas chinas y el gobierno los utilicen con fines militares.
Logró que Holanda y Japón se incorporaran con sus controles sobre la exportación, socavando uno de los objetivos del presidente Xi Jinping de volver dominante a la economía china en tecnologías clave.
El Departamento del Tesoro puede imponer sanciones ante amenazas relacionadas con la ciberseguridad y las fuerzas armadas chinas. El gobierno también investiga las inversiones chinas en Estados Unidos y estudia restricciones a las inversiones estadounidenses en China.