Rusia acusó a Ucrania y a sus aliados de estar planeando un ataque con armas biológicas y químicas. EEUU dice que esto es totalmente falso. ¿Cuáles son estas armas y quién las tiene? En este artículo se explica.
“La primera víctima de la guerra…” no es necesariamente la verdad, como el cliché quiere hacernos creer, sino nuestra capacidad para buscarla y encontrarla.
Las declaraciones oficiales se han mezclado rápidamente con, lo que parecen ser, insinuaciones no verificadas en redes sociales y medios estatales.
Una historia afirma que el virus SARS-CoV-2 se originó en un laboratorio ucraniano y que el COVID-19 fue desarrollado como un arma biológica, una acusación que China, aliada de Rusia, estaría encantada de aceptar. Pero, ¿quién puede asegurarlo?
Estos dichos coinciden con afirmaciones de que Ucrania y sus aliados están desarrollando armas químicas y/o biológicas, y que están planeando un ataque con armas “sucias” contra Rusia y sus fuerzas. El Departamento de Estado de EEUU califica de “puras mentiras” estas acusaciones del Kremlin.
“EEUU no posee ni opera ningún laboratorio químico o biológico en Ucrania […]”, dijo en una declaración publicada el 9 de marzo. “Rusia tiene un historial de acusar a Occidente por crímenes que el propio país está perpetrando”, agregó. Entonces, ¿quién dice la verdad?
¿Qué países poseen armas químicas y biológicas?
Generalmente, se suele decir que los mayores arsenales de armas químicas y biológicas se acumularon durante la Guerra Fría, con EEUU y la Unión Soviética como los dos mayores poseedores de estas tecnologías.
La Asociación para el Control de Armas, un organismo de asesoramiento político de EE. UU., afirma que cuando la Convención sobre Armas Químicas (CAQ) entró en vigor en 1997, Albania, India, Irak, Libia, Siria, EE.UU., Rusia y un país que permanece en el anonimato, poseían estas armas “sucias”.
Desde entonces, todos los países han asegurado haber destruido sus arsenales declarados menos EE. UU., que aún tiene previsto hacerlo.
Sin embargo, las garantías de Siria son cuestionadas regularmente por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), lo que dificulta saber con certeza el estado de las reservas del país.
¿Cuál es la diferencia entre armas químicas y biológicas?
Las armas químicas tienden a atacar el sistema nervioso central y respiratorio de una persona, y suelen provocar la muerte. Existen diferentes tipos de agentes:
– Los agentes nerviosos se consideran los más letales. Pueden presentarse en forma líquida o gaseosa y ser inhalados o absorbidos por la piel. Incluyen el sarín, el somán y el VX.
– Los agentes vesicantes se despliegan en forma de gas, aerosol o líquido. Estos provocan graves quemaduras y ampollas en la piel. Incluyen la mostaza de azufre, la mostaza nitrogenada, la lewisita y la oximina de fosgeno.
– Los agentes asfixiantes afectan al sistema respiratorio e incluyen el fosgeno, el cloro y la cloropicrina.
– Los agentes sanguíneos dificultan el uso y el flujo de oxígeno a través del cuerpo. Un agente sanguíneo común es el cloruro de hidrógeno.
Por su parte, las armas biológicas utilizan microorganismos como virus, bacterias, hongos y otras toxinas como la ricina. La intención es liberar un organismo vivo que pueda propagarse rápidamente —de forma invisible al principio— y causar enfermedad y muerte en humanos, animales o plantas.
Entre estas armas, se cuentan agentes como el ántrax, la toxina botulínica y los virus de la peste, el ébola y el Lassa.
Aparte de la infección básica causada por ellos, hay un efecto añadido: un brote lo suficientemente grande hará que la infraestructura de una comunidad falle, sobre todo, sus hospitales.
¿Dónde y cuándo se han utilizado estas armas “sucias”?
La humanidad ha usado armas químicas y biológicas durante siglos. La evidencia arqueológica sugiere, por ejemplo, que los ejércitos de la antigua Persia utilizaron cristales de betún y azufre para combatir a las fuerzas romanas.
En 1347, se dice que las fuerzas mongolas usaron como arma cuerpos infectados por la peste en el puerto del Mar Negro de Caffa (actual Feodosia, en Ucrania).
Las fuerzas rusas, por su parte, utilizaron una táctica similar, en 1710, contra la población de Reval (actual Tallin, Estonia). Mientras, en 1763, las fuerzas británicas distribuyeron mantas infectadas de viruela entre las poblaciones indígenas americanas, creando una epidemia.
Luego, Francia, que ahora se considera “decididamente comprometida con la lucha contra las armas químicas”, usó humo contra una tribu bereber en Argelia en 1845. Y, durante la Guerra Civil Estadounidense, se arrojaron botes de veneno desde globos.
En la Primera Guerra Mundial, se usó cloro, fosgeno y gas mostaza. Y, más adelante, en Vietnam, EE. UU. utilizó el defoliante químico conocido como “agente naranja”, que contiene dioxina y es considerado responsable de un alto índice de malformaciones de nacimiento y cánceres durante años tras la guerra.
Expertos aseguran que Irak, bajo el mando de Sadam Husein, uso armas químicas como el sarín al final del conflicto con Irán en la década de 1980, así como contra su propia población kurda en 1988.
Además, Siria ha sido acusada de usar armas químicas, incluido el sarín, durante su actual guerra civil en Homs, Alepo y Damasco, pero las autoridades sirias niegan esas acusaciones.
Destrucción de las armas químicas
Los países han intentado, al menos durante los últimos 400 años, limitar y prohibir el uso y la producción de armas químicas y biológicas, y destruir las existentes. Pero esas armas siguen aquí.
Y hay incluso quien argumenta que existen buenas razones políticas para conservar muestras de enfermedades erradicadas, como la viruela.
Para destruir armas químicas, Estados Unidos sostiene que utiliza dos métodos: incineración y neutralización.
Si bien prefiere la incineración, algunas armas químicas se pueden descomponer con agua caliente y un compuesto corrosivo o “cáustico”.