El primer ministro israelí, Naftali Bennett, lucha estos días por mantener a su coalición en el poder, confrontado a una rebelión de diputados conservadores y con los parlamentarios árabes amenazando con retirarle su apoyo, a raíz de la escalada de tensiones en Jerusalén.
Exempresario en el sector de la tecnología y firme defensor del movimiento de los colonos, Naftali Bennett puso fin en junio a 12 años de mandato ininterrumpido de Benjamin Netanyahu.
Lo anterior, al constituir una coalición heterogénea con diputados de derecha, de izquierda, de centro y de una formación de la minoría árabe.
Así, Bennett logró la mayoría de 61 diputados necesaria para gobernar en la Knéset, el Parlamento israelí.
Sin embargo, a principios de abril la coalición perdió su mayoría con la salida de la diputada de la derecha radical Idit Silman.
Esto, en tanto otro diputado conservador, Amichai Chikli, amenazó con retirarle su apoyo al gobierno.
El domingo por la noche, la formación arabo-israelí Raam “suspendió” su participación en la coalición.
Lo anterior, a raíz del aumento de las tensiones en la Explanada de las Mezquitas -denominada “Monte del Templo” por los judíos-, tercer lugar santo del islam y lugar más sagrado del judaísmo.
“Si el gobierno continúa con sus medidas arbitrarias” en la Explanada de las Mezquitas, “someteremos una dimisión colectiva”. Así amenazó el partido dirigido por Mansur Abas y que tiene a cuatro de sus diputados en la coalición.
“La cuestión del Monte del Templo pone a prueba los límites de una coalición que agrupa a partidos de derecha y a una formación islamista”, explicó Emmanuel Navon, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Tel Aviv.
Por un lado, el gobierno quiere aplicar “la ley y el orden” para satisfacer al flanco derecho de la alianza; por otro, sus contundentes medidas han provocado airadas reacciones en el mundo musulmán, también entre los diputados árabes de la coalición.
Naftali Bennett y la carta Netanyahu
Pero si el partido Raam dejara la coalición, esta se quedaría solo con 56 diputados, por lo que el gobierno tendría que negociar cada proyecto de ley.
Por su parte, la oposición tampoco tendría ninguna mayoría de facto capaz de derribar al gobierno, pues los parlamentarios árabes son reacios a unirse a un “bloque de derecha” de Benjamin Netanyahu, al que sí que respaldan los judíos ortodoxos y los diputados de ultraderecha.
“Aunque Netenayhu lograra reunir una mayoría para derribar el gobierno, no está claro que pueda reunir una mayoría para proponer uno nuevo”, subrayó Shmuel Sandler, profesor emérito de Ciencias Políticas en la Universidad Bar Ilan, cerca de Tel Aviv.
“Tampoco podrá agregar a Raam pues los nacionalistas religiosos se opondrán a ello”, agregó.
Según él, la única posibilidad sería que la oposición reuniera suficientes votos para disolver la cámara y provocar la convocatoria de nuevas elecciones, que serían las quintas en tres años.
Ahora bien, si Benjamin Netanyahu decidiera retirarse de la política, la situación podría ser muy distinta.
Varios diputados de la coalición se niegan a participar en un gobierno dirigido por Netanyahu, por las acusaciones de corrupción que pesan sobre él, pero si el exmandatario decidiera dar un paso atrás, “sería posible formar un gobierno sin organizar nuevas elecciones”, apuntó Sandler. “El gobierno caería en cinco minutos”, señaló Navon.
Con todo, hay pocas posibilidades de que eso ocurra, matizó la analista Dhalia Scheindlin, porque Netanyahu “no es conocido por ser alguien que se vaya”.