Entre lágrimas la mujer que aún vive en Afganistán recuerda las palizas que recibió, como una vez a los 10 años cuando fue lanzada contra una pared y “mi cabeza pegó con un clavo… casi morí”.
Ahora la joven de 22 años vive en uno de los pocos refugios para mujeres agredidas que aun funciona en Afganistán desde que los talibanes volvieron al poder en agosto, pero teme perder ese lugar en cualquier momento.
Si el refugio cierra, Fatema no tendrá dónde ir. Ella perdió contacto con su familia y su familia política prometió matarla por deshonrar su nombre.
La situación de Fatema es compartida por millones en Afganistán, donde la tradición patriarcal, la pobreza y falta de educación han frenado los derechos de las mujeres durante décadas.
Según la ONU, 87% de las mujeres afganas han sufrido alguna forma de violencia física, sexual o psicológica.
Pese a ello, el país de 38 millones de habitantes tenía solo 24 refugios para su atención antes del regreso de los talibanes, casi todos financiados por la comunidad internacional y vistos con recelo por muchos locales.
Empezar de cero
Algunas organizaciones que manejaban refugios dejaron de hacerlo antes de la llegada de los talibanes.
La directora de una de estas organizaciones dijo que comenzó a trasladar mujeres de refugios en provincias inestables antes del retiro de tropas estadounidenses.
Algunas volvieron a sus familias con la esperanza de que las protegieran de sus familias políticas. Otras fueron trasladadas a refugios mayores en capitales provinciales.
Con el avance de los talibanes la situación se volvió desesperante, y unas 100 mujeres fueron trasladadas a Kabul, pero la capital también cayó.
“Tuvimos que empezar de cero”, dijo la directora que pidió no ser identificada.
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Los talibanes insisten en que su interpretación estricta del Corán otorga derechos y protección a las mujeres, pero la realidad es muy diferente.
La mayoría de los colegios para niñas están cerrados, las mujeres tienen prohibido trabajar en el gobierno salvo en áreas específicas, y esta semana se dictaron nuevas reglas que les impiden realizar viajes largos sin compañía de un familiar masculino.
Pero hay algún destello de esperanza.
El líder supremo talibán, Hibatullah Akhundzada, denunció en diciembre el matrimonio forzado y Suhail Shaheen, posible embajador ante la ONU, dijo a Amnistía Internacional que las mujeres pueden acudir a un tribunal si son víctimas de violencia.
El régimen no se ha pronunciado formalmente sobre el futuro de los refugios, pero saben de su existencia.
Combatientes y funcionarios talibanes han visitado varias veces el asilo donde está Fatema y otras 20 mujeres, según las empleadas.
“Ellos vinieron, miraron las habitaciones, revisaron que no hubiera hombres”, contó una trabajadora.
“Dijeron que este sitio no es seguro para las mujeres, que su lugar es en casa”, citó otra.
Mujer en Afganistán “acusada de mentir”
Incluso antes de la llegada de los talibanes, muchas mujeres en situaciones de abuso tenían pocas salidas.
Zakia acudió al ministerio de la Mujer (cerrado por los talibanes) en busca de ayuda para huir de un suegro que amenazó con matarla.
“Ni siquiera me escucharon”, contó.
Lo mismo le ocurrió a Mina, de 17 años, quien huyó de un tío abusivo hace siete años con su hermana menor.
“El ministerio me acusó de mentir”, dijo.
No son solo las mujeres que buscan refugio las que son vulnerables. Amnistía Internacional dijo que las trabajadoras de los refugios también “están en riesgo de violencia y muerte”.
Varias trabajadoras dicen haber sido amenazadas por teléfono por personas que dicen ser talibanes en busca de mujeres que huyeron de sus casas.
Los casos de abuso podrían crecer ante el colapso económico que vive Afganistán, con el desempleo en alza y hambre.
“Cuando la situación económica se agrava, los hombres quedan sin empleo y crecen los casos de violencia”, dijo una trabajadora de refugio.
“La situación posiblemente se ha agravado… Los servicios en general han decaído”, comentó Alison Davidian, representante interina de ONU Mujeres en Afganistán.
Uno de los pocos refugios abiertos es administrado por Mahbouba Seraj, una pionera en la lucha por los derechos de las mujeres en el país.
Tras ser inspeccionado por los talibanes, el refugio fue “más o menos dejado en paz”, contó ella, pero le preocupan las mujeres atrapadas en relaciones abusivas sin un lugar donde ir.
Zakia al menos tiene un lugar seguro, pero ¿hasta cuándo?
“Mi propio padre dice que no me quiere”, expresó