Los talibanes afirmaron el domingo que habían ganado terreno en el valle del Panshir, último gran bastión de resistencia armada al nuevo gobierno de Afganistán, donde, según Washington, podría desencadenarse una guerra civil.
Desde que el 30 de agosto las tropas estadounidenses abandonaron el país, las fuerzas del movimiento islamista han lanzado varias ofensivas contra este valle, enclavado a unos 80 km al norte de Kabul y de difícil acceso.
El valle del Panshir es un viejo bastión antitalibán, al que el legendario comandante Ahmed Shah Masud dio a conocer a finales de los años 1990, antes de ser asesinado por Al Qaida en 2001. En la actualidad, da cobijo al Frente Nacional de Resistencia (FNR).
Liderado por Ahmad Masud, hijo del comandante Masud, el FNR está integrado por milicias locales y por exmiembros de las fuerzas de seguridad afganas que llegaron al valle cuando el resto del país cayó en manos de los islamistas.
Según la oenegé italiana Emergency, presente en el Panshir, las fuerzas talibanas llegaron el viernes por la noche a Anabah, un pueblo ubicado a unos 25 km tierra adentro del valle, que tiene una longitud de 115 kilómetros.
“Numerosas personas huyeron de los pueblos de la zona en los últimos días”, añadió la oenegé en un comunicado, en el que afirmaba que atendió a “un número reducido de heridos en el centro quirúrgico de Anabah”.
Por su parte, un responsable talibán dijo en Twitter que varias partes del Panshir estaban ya en manos del régimen, en tanto Ali Maisam Nazary, portavoz del FNR, aseguró en Facebook que la resistencia “nunca fracasaría”.
“Reconstrucción de Al Qaida”
Unas declaraciones que contrastan con las del ex vicepresidente Amrullah Saleh, más sombrías, quien afirmó desde el Panshir que se estaba produciendo una “crisis humanitaria a gran escala” con miles de desplazados tras “un asalto talibán”.
Las comunicaciones con el valle del Panshir son muy complicadas y la AFP no pudo confirmar con ninguna fuente independiente estas informaciones ni el avance real de los talibanes en la zona.
Frente a esta caótica situación, el jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense, el general Mark Milley, consideró que “las condiciones de una guerra civil” eran “susceptibles de reunirse” en Afganistán.
“Creo que, por lo menos, hay una muy fuerte probabilidad de una guerra civil” que podría conducir “a una reconstrucción de Al Qaida o a un refuerzo del ISIS [el grupo Estado Islámico] o de otros grupos terroristas”, subrayó en una entrevista con la cadena estadounidense Fox News el sábado.
En el plano político, la composición del nuevo Ejecutivo talibán, que en principio iba a ser presentada el viernes, seguía haciéndose esperar este domingo.
Entretanto, la comunidad internacional advirtió que juzgaría por sus actos al movimiento islamista, que regresó al poder veinte años después de haber sido derrocado del mismo por una coalición encabezada por Estados Unidos.
El movimiento fundado por el mulá Omar prometió, desde que tomó el poder el 15 de agosto, que pondría en marcha un gobierno “inclusivo” y se comprometió a respetar los derechos de las mujeres, pisoteados durante su último mandato (1996-2001).
Unas promesas que, para muchos, son difíciles de creer. El sábado, por segundo día consecutivo, decenas de mujeres se manifestaron en Kabul para reclamar que se respeten sus derechos y poder participar en el futuro Ejecutivo.
“Un país sin artistas”
En el ámbito humanitario, aunque la situación sigue siendo muy crítica, el cielo empezaba a aclararse.
Catar anunció que había enviado el sábado a Afganistán 15 toneladas de ayuda humanitaria procedente de todo el mundo e indicó que “en los próximos días” se multiplicarán los vuelos en este sentido.
Naciones Unidas, que esta semana advirtió que podría producirse una “catástrofe humanitaria inminente” en el país, celebrará el 13 de septiembre una reunión para aumentar la ayuda humanitaria para Afganistán.
Han pasado casi tres semanas desde que los talibanes se hicieran con el control del país, y el vaivén diplomático ya ha empezado. El secretario de Estado norteamericano Antony Blinken visitará Catar del lunes al miércoles, un país que ha estado en el centro del diálogo con el nuevo gobierno afgano.
El jefe de la inteligencia militar pakistaní, Faiz Hameed, fue visto el sábado en Kabul, donde probablemente debió reunirse con responsables talibanes, con quienes Islamabad mantiene relaciones estrechas.
Y a más de 5.000 km de Kabul, la crisis afgana llegó al Festival de Venecia el sábado, donde dos cineastas afganas denunciaron que la llegada al poder de los talibanes sumiría al mundo de las artes en una dramática situación.
“¡Imagínense, un país sin artistas!”, lanzó Sahraa Karimi, una directora de 38 años galardonada con premios en varios festivales.