El presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, aseguró hoy que unos 10.000 combatientes extranjeros, incluidos miembros de grupos extremistas, entraron en el país para luchar del lado de los talibanes.
Estos combatientes son miembros de redes radicales, terroristas trasnacionales y organizaciones criminales, que “se están movilizando plenamente en apoyo de sus aliados talibanes” en Afganistán, dijo Ghani al referirse a grupos extremistas paquistaníes.
“Son los extranjeros los que siguen matando a los afganos. Al menos 10.000 miembros de estos grupos, además de otros, ingresaron en nuestro país y se han otorgado el derecho de matar a nuestros civiles inocentes y provocar disturbios”, afirmó Ghani en una reunión en la que también estuvieron presentes representantes diplomáticos.
El presidente afgano se refirió al movimiento talibán como “uno de los movimientos de insurgencia más ricos del mundo”, vinculado a la producción y tráfico de drogas.
“Por favor, comprendan que sigue siendo una guerra de redes criminales y terroristas, y si perdemos esa dimensión y la reducimos a una guerra entre los afganos, estaremos perdiendo el panorama general”, expuso Ghani.
“Los talibanes y sus partidarios están comprometidos en una guerra total y están decididos a imponerse a los afganos”, agregó.
Como resultado del aumento de la violencia y la ofensiva insurgente, los talibanes han capturado grandes extensiones de territorio en poco tiempo. Alrededor de 125 centros de distrito en todo el país y varios pasos fronterizos están bajo su control.
Para contrarrestar el avance de los talibanes, el Gobierno afgano está trabajando en una estrategia militar que le permita recuperar territorios y pasar de una posición defensiva a la ofensiva.
“El objetivo de nuestra estrategia militar es una estabilización, porque creemos firmemente que una conquista militar no es la solución. Un acuerdo político es la solución duradera”, garantizó Ghani.
“Aquellos que rechazan la paz deben enfrentarse con total determinación (…), nuestro país está decidido a defender los logros de los últimos 20 años”, explicó, y agregó que los talibanes están luchando por un “poder monopolista”, no por el Islam.
El negociador jefe de Afganistán, Abdullah Abdullah, además presidente del Consejo Superior para la Reconciliación Nacional, reconoció hoy que “el proceso de paz no avanza tan rápido como se quisiera”.
“En el inicio de la negociación tenía muchas esperanzas”, admitió.
Los talibanes, dijo, no mostraron flexibilidad en la mesa de negociaciones.
“Todos los ciudadanos de este país, que esperaban vivir en paz unos con otros, están seriamente preocupados” ahora por las conversaciones de paz, lamentó.
Deborah Lyons, representante especial del secretario general de la ONU para Afganistán, en la misma reunión indicó que para abordar los problemas de largo plazo de Afganistán, las negociaciones de paz “deben comenzar en serio y con sinceridad”.
“Sin avances en la mesa de negociaciones, mientras se producen abusos contra los derechos humanos, la comunidad internacional no considerará a los talibanes como un socio viable”, dijo.
Con los avances en el campo de batalla, los talibanes han heredado responsabilidades.
“El mundo está observando de cerca cómo actúan ahora. Ningún donante importante financiará la represión de las mujeres, la discriminación de las minorías, la negación de la educación a las niñas o los decretos de un gobierno autoritario”, dijo Lyons.