¿Qué hace un secretario de Estado estadounidense cuando los aliados de Estados Unidos ya han pasado página a la presidencia de Donald Trump, incluso cuando este último sigue sin reconocer su derrota?
Mike Pompeo encontró una sorprendente respuesta a esta ecuación: embarcarse en una larga gira de despedidas, esquivando a la prensa y puliendo el legado de su controvertida política exterior.
París, visita fantasma
Cincuenta y cuatro horas en París. Un minuto de aparición pública.
El viaje del jefe de la diplomacia de la primera potencia mundial comienza por un fin de semana privado con su esposa en la residencia de la embajadora de su país, que organizó una serie de encuentros no mencionados en su agenda oficial.
Tras un furtivo y silencioso homenaje el lunes “a las víctimas de los recientes atentados en Francia”, su encuentro con el presidente Emmanuel Macron se celebró a puerta cerrada.
Las autoridades francesas no quisieron darle importancia a su “visita de cortesía”, pues ya muestran su voluntad trabajar con el presidente electo Joe Biden.
El leal ministro de Trump aseguró, contra toda evidencia, antes de salir de Washington que habría un segundo mandato del republicano y criticó a los dirigentes extranjeros, apresurados por dialogar con el vencedor demócrata.
Estambul, oportunidad perdida
En Turquía, Mike Pompeo quiere “convencer” al presidente Recep Tayyip Erdogan de que cese sus acciones “muy agresivas”.
Pese a intensas conversaciones, Washington y Ankara no logran fijar una encuentro con responsables turcos en esta visita dedicada a la “libertad religiosa”, el principal caballo de batalla de Mike Pompeo, ferviente cristiano, en materia de derechos humanos.
“Incompatibilidad de agendas”, minimizan del lado estadounidense.
La parte turca arremete contra lo que parece ser una crítica implícita al balance de Turquía en materia religiosa.
La relación entre ambos países, tensa pero a menudo salvada por “la amistad” Trump-Erdogan, parece atravesar una mala racha en este final de mandato. El presidente turco también felicitó ya a Joe Biden.
Georgia, como un eco
Controvertidas elecciones, recuento de votos, desconfianza en el sistema electoral.
Mike Pompeo esperaba escapar del caldero político estadounidense hasta que llegó a Tiflis. La Georgia del Cáucaso atraviesa una crisis interna similar a la que agita a Estados Unidos y, particularmente, el estado de Georgia, donde un recuento confirmó, más tarde durante esta gira, la victoria de Joe Biden.
Jerusalén, nuevos tabúes rotos
Silencioso desde el principio del viaje, el secretario de Estado por fin habla.
Pompeo se encuentra en Jerusalén y en Oriente Medio para pulir su balance en torno al “alfa y omega” de la estrategia Trump: apoyo inigualable a Israel, “presión máxima” a Irán.
Se convierte en el primer secretario de Estado en visitar una colonia israelí en Cisjordania ocupada y también en el primero en los Altos del Golán, meseta siria anexionada por Israel y cuya soberanía israelí fue reconocida por la administración Trump.
Multiplicando los gestos unilaterales favorables a Israel, el ministro republicano quiere halagar a los cristianos evangelistas estadounidenses, un electorado clave para el que se le atribuyen aspiraciones presidenciales para 2024.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lo suficiente astuto políticamente como para omitir en su presencia la “cálida conversación” que acaba de tener por teléfono con el presidente electo Biden, se deshace en elogios por su “amigo Mike”.
Pero sus palabras, verdadero discurso de adiós, deben tener un sabor amargo para el estadounidense. Incluso Netanyahu mira ya hacia la era pos-Trump.
Golfo, frente anti-Irán
Las últimas etapas, en Abu Dabi, Catar y Arabia Saudita, buscan consolidar la unión naciente anti-Irán, tras los acuerdos históricos de normalización de relaciones alcanzados, con la mediación de Donald Trump, por Israel con Emiratos Árabes Unidos y Baréin.
Y para hablar con los talibanes, en un momento en el que el presidente saliente acelera la retirada estadounidense de Afganistán.
Pero en el noveno y último día de este viaje, afectado también por las restricciones sanitarias, los periodistas que le acompañan todavía no han podido hacer preguntas a Pompeo, hecho poco habitual en la historia de los viajes de los secretarios de Estado.
Difícil saber, por tanto, si el ministro pretende aclarar a los aliados árabes las intenciones del gobierno estadounidense para sus dos últimos meses, entre la promesa de nuevas sanciones contra intereses iraníes, la amenaza de poner en la lista negra a los rebeldes hutíes de Yemen y la idea, no confirmada, de acciones más espectaculares como ataques militares contra Irán.
Difícil saber también si aún apoya a Donald Trump en su cruzada por negar su derrota.