El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, aterrizó el martes en Sudán en el marco de una gira regional para intentar convencer a otros países árabes de normalizar sus relaciones con Israel, tras el acuerdo con Emiratos Árabes Unidos.
Se trata de la primera visita de un jefe de la diplomacia estadounidense a este país, desde la que realizó Condoleezza Rice en 2005, y se produce bajo condiciones de seguridad reforzadas.
Es igualmente un viaje simbólico, ya que Pompeo despegó de Israel hacia Sudán a bordo del “primer vuelo oficial directo” entre Tel Aviv y Jartum, pues los dos países no mantienen relaciones diplomáticas formales.
De hecho se encuentran técnicamente en guerra y, durante los 30 años en el poder de Omar al Bashir, Sudán acogió a islamistas radicales, en especial Osama bin Laden, quien vivió en el país de 1993 a 1996 antes de instalarse en Afganistán.
Es por esto que Estados Unidos impuso sanciones contra Sudán a partir de los años 1990.
Los contactos entre Washington y Jartum no hicieron más que degradarse y en 1997 sus relaciones diplomáticas se redujeron al nivel de encargado de negocios.
La caída de Omar al Bashir cambió la situación. El nuevo gobierno de transición, formado en septiembre de 2019 tras las manifestaciones populares que acabaron con 30 años de dictadura, decidió acercarse a Estados Unidos y actuar para que Sudán sea retirado de la lista negra de países que apoyan el terrorismo.
Las autoridades sudanesas indicaron a principios de agosto que estaban “listas para continuar trabajando con la administración estadounidense, para favorecer un clima que ayude a retirar el nombre de Sudán de la lista de países que apoyan el terrorismo y a entrar en una asociación [con Estados Unidos] que beneficiará a los dos países”.
Pompeo tiene previsto reunirse con el primer ministro Abdalá Hamdok y el general Abdel Fatah Al Burhan, que preside el Consejo Soberano al frente del país, “para manifestar su apoyo a una profundización de las relaciones Israel-Sudán”, según el departamento de Estado.
Difícil tarea
La tarea no será fácil. La coalición de partidos y de la sociedad civil, que dirigió la protesta que derrocó a al Bashir, afirmó el martes que el gobierno no tenía mandato para normalizar las relaciones entre Sudán e Israel.
“El gobierno actual es un gobierno de transición que gobierna en virtud de un documento constitucional que no tiene mandato” sobre la cuestión de la normalización de las relaciones con Israel, afirmaron en un comunicado las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (FLC), subrayando “el derecho de los palestinos a su tierra y a una vida libre y digna”.
Al término de un encuentro en febrero con el general Burhan en Uganda, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmó que había convenido “iniciar una cooperación que normalizará las relaciones entre los dos países”.
No obstante, el gobierno sudanés desmintió después que se hubiera abordado la cuestión de la “normalización”.
El vocero del ministerio sudanés de Relaciones Exteriores, Haider Badawi, que sorprendió el 18 de agosto al reconocer implícitamente contactos entre su país e Israel, fue destituido al día siguiente por su ministro, que desmintió sus declaraciones. Una prueba de que será complicado un proceso de entendimiento.
Netanyahu, por su parte, celebró las palabras de Badawi: “Israel, Sudán y cualquier región se beneficiarán del acuerdo de paz y van a construir juntos un futuro mejor para todos los pueblos de la región”.
Entretanto, las sanciones estadounidenses bloquean cualquier inversión en este país que atraviesa una profunda crisis económica.
La inflación alcanza el 143% interanual y la moneda no cesa de depreciarse ante el dolar, en un contexto económico mundial deteriorado por la pandemia de nuevo coronavirus.