El primer ministro, Hasan Diab, renunció tras intentar adelantar las elecciones. En su anuncio de dimisión, declaró que temía otros escándalos catastróficos producto de la corrupción omnipresente y acusó a la élite de utilizar “todas sus armas contra nosotros”. En principio, su Gobierno debía incluir no sólo a políticos sino a técnicos, según las aspiraciones de los manifestantes.

Una semana después de la catastrófica explosión del puerto de Beirut, el panorama político de Líbano vive un auténtico terremoto. El primer ministro, Hasan Diab, no ha tenido más remedio que presentar su dimisión y la de su Gobierno, tras calibrar la ola de renuncias que dentro del Ejecutivo se habían ido produciendo en las últimas horas.

“Hoy respondemos al deseo de los ciudadanos de exigir transparencia a quienes han sido responsables del desastre que ha estado oculto durante siete años y a su deseo de un cambio real frente a esta realidad”, dijo Diab, presentando la dimisión del gobierno ayer lunes por la tarde en Beirut.

El mandatario saliente habló de una clase política corrupta a la que acusó de haber obstaculizado su gobierno de forma incesante, y señaló que la tragedia era “el resultado de una corrupción endémica”.

La renuncia se produce en medio de una ola de protestas tras la explosión del pasado 4 de agosto en el puerto de Beirut que dejo al menos, 171 muertos y unos 6.000 heridos. La tragedia ha supuesto un nuevo punto de inflexión en el movimiento que desde el pasado octubre exige la salida en bloque de toda la élite política, elecciones anticipadas, un gobierno de tecnócratas y una justicia independiente.

Diab ya llamó en la tarde del sábado a celebrar elecciones anticipadas. La dimisión del Gobierno allana el camino a esta posibilidad. En las últimas 48 horas, cinco de los 30 ministros habían presentado ya su dimisión: los de Información, Manal Abdel Samad; Medio Ambiente, Demianos Qattar; Defensa, Zeina Adra; Justicia, Marie Claude Najm, y Finanzas, Ghazi Wazni.

El nuevo Gobierno apenas ha durado seis meses, periodo durante el que los libaneses aseguran que no se ha llevado a cabo ninguna de las reformas necesarias para evitar el colapso del país.

Investigación del siniestro

El presidente de Líbano dijo que desde 2013 varios gobiernos habían recibido advertencias sobre los materiales del puerto. Hay una investigación en curso y se ha detenido a 20 funcionarios del puerto. El material explosivo responsable del estallido del 4 de agosto en Beirut fue transportado allí en 2013 por el precario carguero Rhosus.

Lo cierto es que las autoridades del Líbano fueron advertidas sobre material peligroso en el puerto de Beirut un mes antes de las explosiones.

Un informe de la Dirección General de Seguridad del Estado sobre los acontecimientos que llevaron a la explosión incluía una referencia a una carta privada enviada al presidente Michel Aoun y al primer ministro Hassan Diab el pasado 20 de julio.

Si bien el contenido de la carta no estaba en el informe visto por Reuters, un alto funcionario de seguridad dijo que resumió los hallazgos de una investigación judicial iniciada en enero que concluyó que los químicos debían asegurarse de inmediato. La oficina del primer ministro y la presidencia no respondieron a las solicitudes de comentarios sobre la carta del 20 de julio.

¿Un nuevo ‘statu quo’ o un cambio verdadero?

Los principales políticos que digitan la vida política del país son los mismos que durante la mortífera guerra civil de 1975-1990 encabezaban diferentes milicias, constata la Agence France-Presse.

Numerosos libaneses les exigen rendir cuentas y quieren ver caer sus cabezas, tras la explosión del 4 de agosto que provocó 171 muertos y más de 6.000 heridos. Atacado desde todos los sectores, el gobierno del primer ministro Hassan Diab renunció el lunes.

Pero, ¿cuáles son los escenarios posiblespara la formación de un nuevo gobierno en un país habituado a las crisis?

Como lo demuestra la historia, formar un gobierno en el Líbano no es tarea fácil. Oficialmente, el sistema político permite el equilibrio entre comunidades religiosas.

Extraoficialmente, ha sido monopolizado durante décadas por los mismos dirigentes y partidos, adeptos a un sinfín de componendas sobre atribución de cargos y carteras, que pueden durar varios meses. Ahora queda por ver si la amplitud de la catástrofe los obligará a una mayor rapidez.

Este drama ha alimentado la cólera contra la clase dominante, ya denostada el año pasado por un amplio movimiento de protesta que movilizó a centenares de miles de libaneses.

Optimista, el profesor de ciencias políticas de la Universidad Americana de Beirut, Hilal Khashan, considera que esta explosión podría “cambiar la situación”. Como consecuencia de la ira en aumento, predijo una “nueva república” y pronosticó la emergencia de “nuevas formaciones políticas”, reivindicaciones populares que afectarían profundamente a los partidos tradicionales.

¿Regreso al punto de partida?

Otros analistas se muestran más cautelosos.

“Es casi imposible considerar e inclusive imaginar que la explosión arrastrará a la clase política del poder”, señaló Jeffrey G. Karam, politólogo de la Universidad Libanesa Americana de Beirut.

Para Karam, la renuncia del gobierno es una táctica destinada a “absorber una parte de la cólera y la frustración que impera en las calles (…) La clase dominante absorberá el golpe, la cólera, la frustración (…) y prometerá soluciones a corto plazo”, advierte.

Teme un escenario aún peor, un “gobierno de unidad nacional”, integrado por supuestos independientes y tecnócratas, pero formado por los mismos partidos. “Sería un regreso al punto de partida”, asegura.

Antes de renunciar, el primer ministro había evocado la posibilidad de elecciones legislativas anticipadas, una de las reivindicaciones de la protesta. Pero, estas elecciones, sin una revisión de la actual ley electoral sólo mantendrían al ‘statu quo’.

“Esto permitiría a lo sumo algunos cambios en los bloques parlamentarios y en la distribución de los escaños, en lugar de una reforma absoluta de una clase política minada por la corrupción y el sectarismo”, añadió.

¿Qué rol juega la comunidad internacional?

Desde hace meses, la comunidad internacional ha endurecido su tono hacia un gobierno que promete reformas sin jamás concretarlas.

El país está en medio del colapso económico, con una devaluación histórica de la divisa. Pero esta vez, Beirut no cuenta con Washington ni con los tradicionales aliados del Golfo, particularmente hostiles al movimiento pro-iraní Hezbolá.

Las autoridades están obligadas a reducir el gasto público, ampliar la recaudación de impuestos combatiendo la evasión fiscal y, sobre todo, sanear el sector eléctrico, actualmente moribundo. Resumiendo: un verdadero abismo financiero.

En 2018, una conferencia de ayuda internacional organizada por Francia recolectó unos 11.000 millones de dólares. Pero este monto nunca fue desbloqueado ante la falta de reformas.

Una vez más, Líbano se había comprometido a concretar estos cambios antes de iniciar negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a mediados de mayo. Tres meses después, el proceso quedó en punto muerto.

Francia y otros países se han movilizado para brindar ayuda de emergencia, pero con la condición de entregarla directamente a la población.

El gobierno “no tiene margen de maniobra (…) le será difícil evitar las reformas estructurales para recibir ayuda”, señala el politólogo Bassel Salloukh. “¿Esto va a desarraigar al sistema político? No, pero podría obligarlo a hacer concesiones que no quiere”, apostilla.