Desde que regresó a Irán el domingo, el ataúd del general Qasem Soleimani desfila arropado por multitudes en diversos puntos del país, una imagen que da una idea de la popularidad del militar, que no se limitaba a los partidarios del régimen.
Unidos en el duelo, la ira y la oración, decenas de miles de iraquíes acudieron a Ahvaz (suroeste) y Mashad (noreste) el domingo, antes de Teherán y Qom (centro) el lunes, para rendir homenaje a los restos del militar, que fueron enterrados en su ciudad natal, Kermán, este martes.
“La última vez que recuerdo una muchedumbre así fue para los funerales del imán Jomeini”, fundador de la República Islámica, fallecido en 1989, dijo a la AFP Maziar Josravi, exjefe del servicio político del diario reformador Sharq.
La apariencia de unidad nacional mostrada en torno a Soleimani, asesinado el viernes a los 62 años por un dron estadounidense en Bagdad, contrasta con el clima de apatía instalado desde hace un mes y medio tras la ola de protestas, violentamente reprimidas, que se propagaron por un centenar de ciudades en noviembre.
Jefe de la Fuerza Quds, unidad de élite encargada de las operaciones exteriores de los Guardianes de la Revolución (el ejército de élite iraní), el oficial fue el arquitecto de la estrategia expansionista de Irán en Oriente Medio.
Arash el arquero
Tan discreto como poderoso, impecablemente vestido, fue popular en vida. En octubre, el Instituto de Estudios Internacionales y Seguridad de la universidad de Maryland (Estados Unidos) llegó a afirmar que era la personalidad más apreciada del país, con una media de ocho opiniones favorables de cada 10.
Declarado “mártir vivo” por el guía supremo, ayatolá Alí Jamenei, antes de su asesinato, Soleimani es considerado en su país como un héroe por el combate que libró contra los yihaidistas del grupo Estado Islámico (EI) en Irak y Siria.
A ojos de muchos iraníes, su acción permitió a su nación multiétnica evitar la desintegración que conocieron a sus puertas Irak, Siria o Afganistán.
En la muchedumbre que lo lloró el lunes en Teherán, muchos fueron los que le aclamaron como “vencedor del terrorismo”.
Se le compara con un “comandante al servicio del islam” o incluso con Arash, el héroe del “Libro de los reyes”, la gran epopeya iraní escrita en el siglo X y fundadora de la literatura persa que fijó la frontera con el lanzamiento de una flecha de su arco.
Las congregaciones en su memoria también tuvieron lugar fuera de Irán, en Bagdad, Beirut y Saná.
En un gesto inusual, una mezquita de Qom, ciudad santa chiita y capital espiritual iraní, izó en su honor una bandera roja (color de la sangre de los mártires), reservada habitualmente para las celebraciones al mártir del imán, Husein, una de las figuras santas más veneradas del chiismo.
Tanto en Teherán como en Ahvaz, capital de la provincia de Juzestán (uno de los grandes focos de las protestas de noviembre), “entornos sociales muy diferentes estaban presentes” para el homenaje al general, “y no sólo partidarios del régimen”, observa Josravi.
Para este periodista, esto se explica sobre todo por el hecho de que “Soleimani era uno de los pocos, sino el único comandante de los Guardianes que no intervino” en la escena política interna.
Asimismo, “mostraba empatía por las mujeres consideradas mal cubiertas por el velo, según el sistema político iraní, estimando que no debían ser rechazadas”, señala.
“La mayoría del pueblo iraní piensa que su orgullo nacional ha sido pisoteado”, dice.
“En primera línea”
Llegado como otros muchos a saludar los restos del oficial el lunes a la capital, Hasan Razavi, abogado, comparte esta opinión.
Para Razavi, la principal razón de su “extrema popularidad” hay que buscarla en su pasado, durante la guerra Irán-Irak (1980-1988) donde, en tanto que uno de los principales militares del país, desempeñó “un papel importante para expulsar a Sadam Husein del país”.
“Lo que a la gente le gusta es que, al contrario de otros comandantes militares, que después de la guerra pasaron a la política o a la economía, es que continuó en las fuerzas armadas. La gente es testigo de que nunca sacó el más mínimo provecho financiero personal de su situación”, asegura.
Al contrario, “consagró su vida y su acción a la defensa de Irán (…) en primera línea con sus soldados”, asegura Razavi.
Según su abogado, era “muy duro con los terroristas” pero “daba muestras de gran bondad con la gente común”.