Este 14 de mayo, el tranquilo barrio residencial de Arnona al sur de Jerusalén se convirtió en el centro de la atención mundial. Las banderas de Estados Unidos e Israel adornaron la calle que conduce hasta la nueva embajada estadounidense.
Alrededor de mil invitados asistieron a la ceremonia de inauguración, incluida una delegación estadounidense encabezada por el ministro de Finanzas, Steven Mnuchin.
En diciembre, el presidente Donald Trump anunció el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén para cumplir su promesa electoral. La decisión rompe con la política exterior estadounidense de larga data y ha sido criticada en todo el mundo.
El consenso internacional sigue sosteniendo que el estatus de Jerusalén debe ser parte de las negociaciones entre israelíes y palestinos. Sin embargo, con la apertura de la embajada en esta metrópoli, que es reclamada por ambas partes, recibirá condescendencias estadounidenses de ciudad capital para los israelíes.
“Está bien que EEUU traslade su embajada aquí, porque es la capital. Pregúntale a cualquier niño cuál es nuestra capital: Jerusalén”, dice el ciudadano Uriel Berenstein, mientras pasea a su perro al oeste de Jerusalén.
“Si alguna vez hay un Estado palestino, si quieren una parte de Jerusalén, tendrán que llegar a un acuerdo, en este momento Jerusalén es la capital israelí”, agrega.
Mudanza con consecuencias políticas
Al comienzo, sólo el Embajador de Estados Unidos, David Friedman, y algunos miembros del personal residirán en Jerusalén. Según un funcionario de EEUU, la mudanza completa tomará años. La embajada se irá ampliando gradualmente en el inmueble actual o se construirá un nuevo edificio.
La sede está situada cerca de la llamada Línea Verde, la línea de demarcación que separó al territorio israelí y jordano después de la guerra de 1948, y a unos pocos metros de “la tierra de nadie”.
“Paradójicamente, la reubicación de la embajada no tiene un impacto directo en la ciudad. Por otro lado, tiene enormes consecuencias”, dice Daniel Seidemann, abogado israelí de raíces estadounidenses y fundador de la organización no gubernamental Jerusalén Terrestre. Hoy la ciudad está “más dividida, menos sostenible y más competitiva que nunca”. La mudanza no cambia nada.
Por otro lado, este paso significa “el fin del rol mediador estadounidense en relación con los procesos políticos y las relaciones entre Israel y Palestina”.
El estatus de Jerusalén es uno de los mayores problemas entre israelíes y palestinos. Se cree que la administración Trump está trabajando en un nuevo acuerdo de paz, pero hay varias señales en torno a Jerusalén: en su primer viaje a Israel en abril, el recién nombrado secretario de Estado de EEUU, Michael Pompeo, reiteró que “las fronteras de la soberanía israelí en Jerusalén seguirán siendo objeto de negociaciones entre las dos partes”.
En interminables filas avanzaban en el verano de 1948 miles de palestinos que, tras la fundación de Israel, perdieron su patria y debieron huir.
En enero, sin embargo, el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, declaró: “Hemos sacado a Jerusalén de la mesa. Así que no hablaremos más de ello”.
La Autoridad Nacional Palestina (ANP) condenó enérgicamente la decisión del gobierno de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y desde entonces se ha negado a cooperar a nivel diplomático.
Los palestinos pierden la esperanza en una futura capital
“Esto demuestra que los americanos están completamente del lado de Israel. No les importan los derechos de los palestinos. Básicamente nos están diciendo a los palestinos que están en contra de nuestro sueño de tener un Estado. No nos queda nada”, dice Jawad Siyam, un activista palestino que participó en manifestaciones pacíficas en Jerusalén Oriental en diciembre tras el anuncio de Estados Unidos.
“Repiten la historia, diciéndole a los palestinos: no tienen derechos aquí y otra nación puede tomar el control”, agrega.
Los palestinos quieren su propio estado con su capital en Jerusalén Este, que Israel conquistó en 1967 durante la Guerra de los Seis Días. En 1980 Israel anexó con éxito a Jerusalén Este y declaró a toda la ciudad como capital. Este paso nunca fue reconocido por la mayoría de la comunidad internacional, hasta ahora.
“¿Quién es Trump para venir a decir que Jerusalén es Israel? ¿Qué tiene que ver él con Jerusalén?”, dice otro joven que se dirige a la Puerta de Damasco, una de las principales entradas a la Ciudad Vieja. La decisión de Estados Unidos ignora a los habitantes palestinos y sus vínculos históricos y culturales con la ciudad, que es sagrada para musulmanes, judíos y cristianos.
La apertura de la Embajada estadounidense se lleva a cabo en un momento crítico: las tensiones entre Irán e Israel amenazan con aumentar aún más. En paralelo a la apertura de la embajada, que coincidirá con el 70 aniversario de la fundación de Israel, se espera que las protestas de hace semanas en la Franja de Gaza lleguen a su punto máximo.
Desde finales de marzo, las manifestaciones de la llamada “Marcha del Retorno” tienen lugar allí todos los viernes. Los palestinos recuerdan el día de la fundación del Estado de Israel como el día de al-Nakba (“la catástrofe”), conmemorando así la huida, expulsión y la pérdida de su patria.