A pocas horas de las elecciones generales, muchos no entienden cómo funciona el sistema electoral en España.
Las críticas contra el método d’Hondt vuelven a surgir pero, ¿Cómo funciona este método que genera tanta controversia? ¿De dónde surge? ¿Cómo se consiguen y reparten los escaños en España?
A continuación, algunas claves para entender el funcionamiento del proceso electoral del próximo 23 de julio.
Un sistema de gobierno parlamentario
“España es una nación de naciones”, fue una de las frases de Gregorio Peces-Barba, político del Partido Socialista Español (PSOE), tras la aprobación de la Constitución Española en 1978, texto que dio forma las leyes de la transición que vivía España luego de cuatro décadas de dictadura bajo el mando del militar Francisco Franco.
La diversidad de nacionalidades dentro del territorio español fue uno de los temas centrales de la Carta Magna, junto a otros aspectos como los derechos y las libertades de los ciudadanos.
Tras muchos debates políticos sobre cómo debería ser la Constitución, se acordó un punto fundamental: el país sería una monarquía parlamentaria. Pero, ¿qué es un sistema de monarquía parlamentaria?
En un sistema parlamentario, los ciudadanos no eligen directamente a su presidente. A través de su voto, la población elige a los integrantes del Congreso de Diputados y del Senado.
Estos parlamentarios representan a los ciudadanos en las dos Cámaras y ejercen la política en su nombre. Sin embargo, en el caso del Congreso, los diputados tienen otra tarea clave: son los encargados de votar al líder del Gobierno.
Tras recibir la confianza del Congreso, el presidente elige a su gabinete de Gobierno, conformado por los vicepresidentes y ministros. Por eso, lo correcto es denominar al jefe del Gobierno ‘presidente del Gobierno español’, y no ‘presidente de España’.
La monarquía parlamentaria implica la existencia de un jefe de Gobierno y un jefe de Estado. El rey es el jefe del Estado y por ello también el líder de las Fuerzas Armadas y es quien inviste al presidente o presidenta elegida por el Congreso, pero tiene una función más bien simbólica tanto en la política interna, como externa, que en la práctica se milita a una figura representativa del país en el extranjero.
El sistema electoral español y el método D’Hondt
El Congreso de los Diputados de España cuenta con 350 escaños o asientos. ¿Cómo se define su configuración? La respuesta se encuentra en el sistema electoral nacional.
En España, todo lo relacionado con las elecciones y la repartición de escaños está regulado por la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), aprobada en el año 1985 y modificada en 2011.
La repartición se hace según el método D’Hondt, creado a finales del siglo XIX por el jurista belga Victor D’Hondt. Y no es un proceso sencillo.
Para conseguir un escaño en España, es necesario un determinado número de votos, en función de las distintas regiones. El país tiene 52 circunscripciones, una por cada provincia, y cada una tiene más o menos escaños o diputados reservados según su población.
Pero la proporción no es perfecta, ya que el mecanismo favorece a las circunscripciones menos pobladas. Por ejemplo, en Madrid –la zona más poblada— se necesitan más de 180.000 votos para lograr un escaño, mientras que en Soria –la menos poblada— solo cerca de 44.000.
Según fuentes oficiales, las 26 provincias con menos habitantes tienen aproximadamente un 17,2% de la población española, pero eligen a un 29% de los diputados.
Cuando empieza el conteo en la noche electoral, lo primero que se hace, de acuerdo al método D’Hondt, es descartar a los partidos que no alcanzan un mínimo del 3%. Después, se reparten los escaños solo entre las formaciones políticas que hayan obtenido el mayor número de votos.
Por ejemplo, si una circunscripción tiene tres escaños, estos se reparten entre los tres primeros partidos, aunque la diferencia de votos entre el tercero y el cuarto sea muy reducida. El sistema facilita conseguir mayorías, pero reduce la representatividad al reducir el número de partidos.
Además, este método establece que cada partido presente una lista cerrada con sus candidatos a diputados, lo que significa que los ciudadanos eligen una lista configurada por el partido y no eligen a sus representantes individualmente. Por eso, los españoles votan más por un partido -según su ideología- y por su candidato presidencial que por los diputados en sí.
Si un partido consigue la mayoría absoluta en el Congreso –la mitad más uno, 176 escaños– puede gobernar solo. Pero, si no lo consigue necesita establecer alianzas hasta que la Cámara Baja avale por mayoría simple a un candidato presidencial. Un ejemplo claro es el del Gobierno actual: el PSOE tuvo que pactar con Unidas Podemos para gobernar en 2020. Así, consiguió que 167 parlamentarios votaran a favor de investir a Pedro Sánchez como mandatario, frente a los 165 que votaron en contra.
“En España, en definitiva, no gobierna la candidatura que más votos tenga, sino el conjunto de fuerzas que permita armar la mayoría suficiente para superar una sesión de investidura que, en función del Parlamento, es necesaria una mayoría absoluta o, tan solo, una mayoría simple”, sostiene el periodista y politólogo Pablo de Cea, en conversación con el medio Infobae.
¿Una representación justa?
El sistema D’Hondt fue ideado durante la transición democrática española -entre 1976 y 1977- para generar las mencionadas mayorías estables, y por eso favorece a los partidos más importantes y perjudica a los minoritarios a nivel nacional. Y justo esa es la principal crítica de sus detractores, que lo acusan de estar creado a medida para sistemas bipartidistas.
“Aunque el sistema español se define como proporcional, consta de un alto grado de desproporcionalidad”, sostiene Dieter Nohlen, doctor en Ciencia Política de la Universidad de Heidelberg al periódico español ‘El Mundo’.
Otros, como el espacio de análisis de geopolítica ‘Why Maps’, aseguran que este método no es malo per se y que fomenta la “gobernabilidad”. No obstante, cada vez que España va a elecciones está en el centro de la polémica.
Históricamente, este método ha beneficiado más a la derecha -más unida hasta el momento- y ha perjudicado a la izquierda -más fragmentada-. Aunque en estos comicios las fuerzas conservadoras españolas están más divididas.
Además de los partidos mayoritarios, hay otros grandes beneficiados de este sistema: los partidos nacionalistas. Si un partido tiene repartidos sus votos en varias circunscripciones, obtiene menos asientos que un partido con mucho apoyo en una sola provincia, como ha pasado históricamente con el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en el País Vasco.
Una práctica que, según el politólogo Pablo Simón, no es casualidad.
“Esta práctica del periodo de la transición, que busca diseñar las circunscripciones de forma que permitan conseguir al partido del gobierno el mayor número de escaños se le conoce en ciencia política como ‘gerrymandering’” (en sí, un sistema creado para dar ventajas a ciertos partidos políticos en determinados territorios), sostiene Simón ante el medio ‘Maldita’.
Un método que vuelve a estar en el centro de la polémica de cada al 23J. Y parece seguirá así en los comicios de los años venideros. No obstante, no es un fenómeno exclusivamente de España. El D’Hondt también se usa en otros países como Argentina, Francia o Bélgica.