Seis meses después de llegar al poder como jefa del gobierno más derechista de la posguerra, Giorgia Meloni se presenta como una líder firme en Italia pero moderada con sus vecinos europeos.
Tras asumir el cargo de primera ministra el 23 de octubre y liderando una coalición formada por Hermanos de Italia; La Liga, el partido antimigración del populista Matteo Salvini, y el partido Forza Italia (conservador), de Silvio Berlusconi; Meloni empezó a adoptar una serie de medidas emblemáticas de su programa derechista.
En pocas semanas introdujo leyes para reducir la llegada de migrantes y recientemente decretó el estado de emergencia migratoria.
También se comprometió a defender a toda costa los valores de la familia tradicional y prohibió a los ayuntamientos registrar a los hijos de parejas del mismo sexo.
Acercándose a la centro-derecha
En el ámbito económico, Meloni ha sido más bien ortodoxa: prometió reducir la colosal deuda pública, aprobó el gasto de miles de millones de euros para ayudar a los italianos frente a la galopante inflación y anunció recortes de impuestos.
Pero la “madre cristiana”, como suele describirse, atenuó el tono agresivo de sus declaraciones y ahora intenta transmitir una imagen de estabilidad a nivel internacional, apoyando sin titubeos a Ucrania frente a la invasión rusa, como hacen sus aliados.
Según varios politólogos, Meloni necesita el apoyo de los sectores de centro para garantizarse la permanencia en el poder y por eso ha dejado de presentarse como una extremista de derechas.
“Se pasó al centro del espectro político muy rápidamente (…) para ampliar su audiencia y llegar más allá del electorado de derecha más radical”, sostiene Daniele Albertazzi, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Surrey (Reino Unido).
Por el momento, Meloni conserva su alta popularidad y, según la última encuesta del instituto YouTrend, a su partido, Hermanos de Italia, se le atribuye el 28,6% de las intenciones de voto, frente al 26% obtenido en las elecciones de septiembre.
La batalla contra la migración
Entre sus medidas más representativas, figuran las destinadas a obstaculizar la labor de las ONG’s que rescatan a migrantes en el Mediterráneo.
Recientemente, prometió eliminar el estado de protección especial para quienes que no sean considerados refugiados.
Frente a ese tema, el ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, cuñado de Meloni y figura histórica de la derecha, generó polémica esta semana al llamar a un aumento de la natalidad en Italia y así evitar, según él, “la sustitución étnica” por parte de los migrantes.
Para Francesco Galietti, del centro de estudios Policy Sonar, se trata de medidas dirigidas a unir y tranquilizar a la coalición frente a las “peleas internas”.
Entretanto, Meloni viaja, recibe a líderes mundiales, evita errores y disputas con la Unión Europea.
“Resulta la política más profesional que tenemos en este momento”, sostiene Galietti.
“Se presenta como una figura moderada en el ámbito internacional, sobre todo al manifestar abiertamente su atlantismo y su total apoyo a Ucrania”, subraya Marianna Griffini, profesora de Estudios Europeos e Internacionales del King’s College de Londres.
Plan de recuperación económica
Su actitud mesurada es clave, pues Italia recibirá, antes de 2026, unos 200.000 millones de euros (cerca de 220.000 millones de dólares) de la Unión Europea como parte del plan para la recuperación económica tras la pandemia, pero a condición de que apruebe una serie de reformas estructurales.
La cuota que vencía en marzo fue congelada a la espera de que su gobierno aclare con Bruselas porque se incumplieron los objetivos exigidos.
La líder derechista está lidiando con los retrasos, las divergencias y la falta de preparación de los administradores para realizar los planes que garanticen el despegue económico.