De los 73.000 habitantes de Bajmut, Ucrania, quedan menos de 8.000. Voluntarios, militares y funcionarios les ofrecen ser evacuados. ¿Por qué algunos se quedan? Una reportera de DW estuvo en el lugar.

Cada pocos minutos, proyectiles sobrevuelan y explotan en algún lugar cercano, pero no hay ni una sola persona en la calle en Bajmut. La parte occidental de la ciudad apenas es reconocible: todo está en ruinas.

Los edificios residenciales se han convertido en montañas de ladrillos con restos de tejados encima. Se pueden ver coches volcados y quemados en los patios y en las calles.

Los escaparates de las tiendas han quedado destrozados y las puertas rotas no dejan de abrirse y cerrarse con el viento. Restos de carteleras y semáforos dañados cuelgan sobre calles y aceras.

En los edificios elevados, hay agujeros. Casi todas las ventanas ya no tienen cristal y están cubiertas con láminas de plástico o madera contrachapada.

Sobrevivientes en Bajmut

Una reportera de DW que informa sobre los efectos de la guerra de Rusia contra Ucrania conduce detrás del coche de Yevgeny Tkachev, voluntario de la organización social “Proliska”.

Abastece a los habitantes de la ciudad con alimentos y artículos de higiene.

“Por supuesto que es peligroso. Pero, ¿qué se puede hacer? La gente necesita ayuda, porque las tiendas de aquí ya no funcionan y no todo el mundo tiene dinero”, dice Yevgeny, bajando del coche. Se ha parado en un patio rodeado de varios edificios.

Muchas ventanas de las casas carecen de cristales. Un hombre intenta cubrir una ventana con papel de aluminio. Se oyen explosiones muy cerca de las casas, entonces el hombre se esconde, pero unos segundos después sigue trabajando de nuevo en su ventana.

DW

Algunos residentes de Bajmut se acercan al coche de los voluntarios.

Yevgeny intenta llamar la atención gritando “¡Ayuda humanitaria, ayuda humanitaria!”, y la gente sale de sus casas. Todos llevan consigo su documento de identidad, porque tienen que rellenar y firmar un formulario con datos personales cuando reciben la ayuda.

De repente, algo vuelve a volar por encima de los tejados de las casas con un fuerte silbido y explota en las proximidades. Pero la gente ya ni se agacha, sigue rellenando los papeles.

Un hombre se pregunta si eso era un sonido nuevo. Pero la residente Nina aclara: “Ya estamos acostumbrados a silbidos y explosiones muy diferentes”.

Ni electricidad, ni agua, ni gas

La línea del frente se acerca cada vez más a la ciudad.

En Bajmut no hay electricidad, agua, ni gas desde hace varios meses. La gente utiliza, sobre todo, velas para ahorrar pilas, linternas y baterías.

Nina dice que en su barrio hay generadores que el centenar de residentes ha recibido de los militares y voluntarios ucranianos. Pero solo se encienden cuando hay que cargar muchos teléfonos o encender lavadoras.

Los habitantes de Bajmut obtienen agua de los militares ucranianos o de ayudantes. A menudo buscan pozos en los patios de las propias casas particulares y se abastecen allí de agua. Cocinan en la calle, en parrillas improvisadas o en estufas.

Vivir en el sótano

Los habitantes de este barrio de Bajmut vaciaron a fondo sus sótanos en primavera, cuando el frente se acercaba a la ciudad. Apenas hay vías de comunicación desde allí. Nina muestra uno de esos “búnkeres” y dice: “Pero este sótano no podrá salvarnos de un misil serio”.

En el sótano no hay ventilación, por lo que la gente suele salir a la puerta principal para respirar aire fresco.

También intentan utilizar menos velas por la noche. Admiten que son condiciones de vida bastante peligrosas.

Pero, al mismo tiempo, subrayan que no están dispuestos a “rendirse o ser evacuados”.