Benedicto XVI, sepultado este jueves en el curso de un solemne funeral presidido por el papa Francisco en el Vaticano, pasará a la historia de la Iglesia Católica por su renuncia al "trono de Pedro" en 2013 tras un pontificado conservador empañado por escándalos e intrigas.
Joseph Ratzinger, primer papa alemán de la era moderna y sucesor del carismático Juan Pablo II, de quien había sido mano derecha durante un cuarto de siglo como intransigente guardián de la ortodoxia, fue el primer pontífice en renunciar en 600 años.
Electo tras un cónclave relámpago el 19 de abril de 2005, llegó a ser calificado como “rottweiler de Dios” por su inflexible posición frente a la Teología de la Liberación basada en la realidad social de América Latina.
Desde el papado, lanzó una ofensiva mundial contra el aborto, la eutanasia y la legalización de las uniones homosexuales. Y no se cansó de denunciar las tentaciones del mundo moderno.
Condenó el uso del preservativo en África y en su único viaje en 2007 a América del Sur, causó indignación cuando afirmó que la Iglesia había purificado a los indios y que volver a sus religiones originales sería un retroceso.
Ese mismo año con un controvertido documento papal rehabilitó la antigua misa en latín, prohibida años después por su sucesor, el argentino Francisco, “lo que le partió el corazón”, según reveló esta semana su secretario privado, el obispo Georg Gänswein.
Escándalos de pederastía
Su papado tuvo que enfrentar un aluvión de denuncias de abusos sexuales por parte de religiosos católicos contra menores en numerosos países, por lo que tomó la decisión histórica de pedir perdón y preconizar la “tolerancia cero” además de reunirse con las víctimas.
En 2012, se vio confrontado al escándalo de ‘Vatileaks’, como se conoce a la filtración de documentos confidenciales papales, que puso de manifiesto las intrigas y divisiones dentro de la Iglesia, lo que contribuyó a decidir su renuncia.
El 28 de febrero de 2013, Benedicto XVI anunció su dimisión dirigiéndose en latín a una platea de desconcertados cardenales.
Fue el propio Ratzinger el que alegó “falta de fuerzas” para hacer frente a las “aguas agitadas” que sacudían a los 1.200 millones de católicos.
Retirado, pero no invisible
Tras renunciar, Benedicto XVI prometió mantener un retiro absoluto, sin hacer sombra a su sucesor, el papa Francisco.
La convivencia entre los dos papas no siempre fue fácil. El alemán fue involucrado -en algunos casos involuntariamente, según observadores-, en las campañas de los sectores ultraconservadores que critican las aperturas del pontífice argentino en el ámbito social.
Y a principios del 2022, se vio afectado por acusaciones de haber encubierto cuatro casos de pedofilia cuando era arzobispo de Múnich, entre 1977 y 1981.
Ratzinger nació el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, en Baviera, en una familia muy católica. Su padre era gendarme de policía.
En 1943, con 16 años, fue incorporado, al igual que todos los demás seminaristas de su clase, como auxiliar de la defensa antiaérea nazi y en septiembre de 1944, cuando tenía la edad requerida, tuvo que ingresar al ejército.
En varias ocasiones, como cardenal y como pontífice, denunció “la inhumanidad” del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, disipando las sospechas de complicidad.
Sin embargo, en 2009 levantó la excomunión de cuatro obispos integristas -entre ellos, el británico Richard Williamson, negacionista del Holocausto nazi-, lo que desató la indignación de la comunidad judía.
Ratzinger fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951 y pasó la mayor parte de su vida religiosa dentro de los palacios vaticanos. Su única experiencia pastoral fue como arzobispo de Múnich, de 1977 a 1981.
Su figura reservada contrastaba sin embargo con los imponentes trajes litúrgicos antiguos rescatados de los museos vaticanos y el espectacular anillo del Pescador que amaba lucir.
Entre 2007 y 2012 publicó tres libros en los que reflexiona sobre la figura de Jesucristo y que fueron un éxito internacional de ventas.
El papa número 265 de la historia de la Iglesia visitó durante su pontificado una veintena de países, entre ellos España en tres ocasiones, así como Brasil, México y Cuba.