En septiembre pasado, el presidente de Rusia, Vladímir Putin anunció el reclutamiento de 300 mil hombres para la guerra en contra de Ucrania, momento en que muchos rusos decidieron abandonar desde entonces el país, dejando atrás a sus esposas, parejas, hijos y familia.
Al respecto, tres mujeres contaron cómo han ayudado a huir a sus esposos e hijos. Los nombres, por razones de seguridad, son ficticios.
Daria, 25: la sensación de que “todo está ardiendo en llamas” en guerra Rusia Ucrania
Hasta hace poco, Daria, una creativa de contenidos de Cheliábinsk, en el sureste de los Urales, consideraba que la guerra era un desastre y trataba de no pensar en ella, simplemente bloqueando el problema. Pero cuando comenzó la movilización parcial, temió por su esposo, Alexei.
Como él no tenía pasaporte, el plan era ir a Kazajistán, donde podría vivir sin problemas. Ella se encargó de todos los preparativos: documentos, apartamento, y hasta averiguó cuál era el mejor cruce fronterizo.
Alexei se instaló en un apartamento en Astaná, la capital del país, donde encontró trabajo como fotógrafo. “En términos laborales, de contactos y perspectivas, las cosas son mejores allí que en Cheliábinsk”, dijo Daria.
Ella continúa ayudando a su esposo desde lejos, por ejemplo, enviándole ropa abrigada. No pueden realizar videollamadas regularmente, porque Internet no funciona bien en casa de Alexei en Kazajistán.
Entretanto, Daria solicitó un pasaporte y planea reunirse pronto con su esposo. Teme que las autoridades rusas puedan cerrar las fronteras: “No quiero ni pensar en que yo estoy aquí y él está allá. Es muy duro y triste. Tenemos una gran relación, estamos juntos desde 2017”, dijo.
Olga, 32 años: “Nuestro hijo aún no entiende dónde está su papá”
Cuando Putin ordenó la movilización parcial en medio de la guerra entre Rusia y Ucrania, Olga, de Múrmask, en el extremo norte del país, pensó que las autoridades llamarían a todos los que estuvieran físicamente capacitados para combatir.
Ella y su esposo, Artyom, decidieron que él debería abandonar el país. El padre de Artyom cree que su hijo debería haber ido a la guerra; el resto no interfiere en su decisión.
“Tuvimos que hablar con la familia y juntar dinero para el viaje. Buscamos boletos, pero no había ninguno”, dijo. Artyom partió de Múrmansk el 27 de septiembre hacia Kazajistán, a donde llegó después de dos días.
“Está bien que se haya ido, al menos ahora no me preocupa que lo atrapen y lo recluten”, dijo Olga. Su esposo tiene permiso de residencia, con otros hombres comparte un apartamento en Almaty y está intentando fundar su propia empresa.
La pareja tiene un hijo de cuatro años, y es la primera vez que la familia está separada durante tanto tiempo: “Nuestro hijo aún no entiende dónde está su papá. Cuando lo ve en los videos llora y luego quiere hablar con él”, lamentó Olga. “El extraña a su papá”, dijo.
Ella, maestra de guardería, continúa con su rutina laboral: “A pesar de todas las terribles noticias, vives en una rutina diaria”. Quiere reunirse con su marido, pero le resulta difícil renunciar a su vida. “Mi esposo y yo hablamos de vender el departamento, pero no estoy lista para hacerlo. No sé qué tendría que pasar para que yo lo deje todo y me vaya. Probablemente tendría que caer un misil aquí primero, entonces quizá me escaparía de inmediato”, explicó Olga.
Elena, 41: “Las mujeres no pueden parar la guerra”
Elena, psicóloga, vive en Archangelsk, en el norte de Rusia. Cuando llegó la noticia de la movilización parcial, ella y su esposo decidieron que él y su hijo debían huir a Armenia. El hijo fue dado de baja del Ejército ruso en verano, después de terminar su servicio militar, y ahora es estudiante universitario.
Cuando comenzó la guerra, la empresa para la que trabaja su marido se mudó a la capital armenia, Ereván. Así que tenían claro a dónde ir. Partieron hacia la frontera con Georgia el 24 de septiembre y lograron cruzar la frontera en solo un día, lo que Elena dice que se ha convertido en una leyenda familiar.
Ahora su esposo y su hijo están acostumbrándose a la cocina armenia. Transferir dinero es difícil y no está claro cómo su hijo continuará sus estudios en la universidad rusa. A pesar de estar separados, Elena se siente mejor. “Ahora están a salvo. No le están pasando cosas malas a nuestra familia, sino a nuestro país”, dijo.
A fines de octubre, Elena planea visitarlos y llevarles ropa de abrigo. Todavía no tiene planes de mudarse a Ereván.
Elena cree que las mujeres que envían a sus hombres a combatir piensan que “esta guerra es algo así como la Gran Guerra Patriótica”. Las mujeres en Rusia corren menos riesgo que los hombres, según ella. “Podemos remplazar a los hombres y tomar decisiones que pueden afectar al cambio político del país, pero las mujeres no pueden detener la guerra”.