“Nunca me he reunido con el embajador ruso ni he mantenido ninguna conversación telefónica con él”, tuvo que negar hoy Berlusconi, en respuesta a un artículo en el que se aseguraba que se había comunicado con el embajador ruso en Italia, Serguei Razov.
La sombra de Rusia sobrevuela la campaña italiana porque los tres artífices de la caída del Gobierno de Draghi, que abocó al país a un adelanto electoral el 25 de septiembre – Berlusconi, Salvini y el líder del Movimiento 5 Estrellas, Giuseppe Conte– mantienen una postura ciertamente tibia o titubeante con Moscú y la guerra en Ucrania.
Berlusconi se considera un “amigo” del presidente ruso, Vladimir Putin; Salvini le ha elogiado hasta la saciedad y se investiga si su Liga llegó a recibir fondos de Rusia, y Conte empezó a perpetrar su ruptura con Draghi por sus dudas sobre si seguir armando a Ucrania.
Así, el 21 de julio, el día en el que Draghi formalizó su dimisión, el ministro de Exteriores en funciones, Luigi Di Maio, aseguraba que no era “casual” que el Gobierno hubiera caído por el abandono de partidos que “guiñan un ojo” a Putin.
Esto porque Draghi fue, efectivamente, un férreo partidario de la defensa de Kiev, hasta donde llegó a viajar para respaldar su candidatura de entrada a la Unión Europea.
Por esa razón, su caída y las turbulencias políticas en la tercera potencia del euro fueron seguidas con atención en los despachos de Moscú. De hecho, el 17 de julio, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, ironizaba sobre quién sería “el siguiente” tras la salida de Draghi y del primer ministro británico, Boris Johnson.
La coalición derechista, en apuros
La “sombra” de Rusia ha cubierto a una gran parte de la coalición de la derecha italiana, que según todos los sondeos ganará holgadamente las próximas elecciones y podría gobernar el país en el próximo lustro.
En concreto, ha salpicado a Salvini y Berlusconi, mientras que la tercera pata, Giorgia Meloni, líder de los ultras Hermanos de Italia y principal fuerza del país según las encuestas, reitera su inflexible rechazo a Moscú.
El diario La Repubblica aseguró este jueves que el día en el que se consumaba el abandono al Gobierno de unidad nacional de Draghi, Berlusconi estaba al teléfono con el embajador ruso.
Una información que también ha sido rechazada por su mano derecha, Antonio Tajani: “Es una noticia completamente inventada, un ataque contra Forza Italia y contra la coalición de derechas mediante noticias infundadas”, denunció ante los medios.
Berlusconi intentó durante un tiempo no pronunciarse sobre la invasión ucraniana, dada su histórica amistad con Putin, y no rompió su silencio hasta un mes y medio después del inicio del conflicto, cuando reconoció públicamente su “decepción” con el líder ruso.
Salvini responde
Su aliado, Salvini también se ha visto salpicado por las dudas “rusófilas” y el diario La Stampa publicó que a finales de mayo, dos meses antes del colapso del Gobierno italiano, un funcionario ruso había entrado en contacto con un colaborador suyo, Antonio Capuano, para conocer detalles de la política italiana.
“Las revelaciones sobre los lazos entre Salvini y la Rusia de Putin son inquietantes. La campaña electoral empieza del peor modo, con una grandísima mancha”, denunció el secretario del Partido Demócrata, Enrico Letta.
El político ultraderechista, que siempre exhibió su aprecio por el líder ruso, al que consideró en algún momento “el mejor político del mundo”, lo tachó también de “noticia falsa”.
“Una izquierda dividida y desesperada, con algún siervo en alguna redacción, pasa el rato buscando fascistas, rusos y racistas que no existen”, arremetió Salvini en sus canales de comunicación.
Meloni quiere tranquilizar
Entretanto, la tercera socia de la coalición, Giogia Meloni, trata de apaciguar las aguas, consciente de que, en caso de que la alianza de derechas gane, podría tener que gobernar, pues todos los sondeos la sitúan ya como primera fuerza política del país.
Una primacía que ha conseguido gracias a cinco años en la oposición pero, sobre todo, durante el último año y medio, cabalgado ella sola el descontento social y económico como única díscola que no se sumó al Gobierno de unidad nacional de Draghi.
Por eso, en los últimos días viene reivindicando el mantenimiento de Italia en el eje euroatlántico.
“Insisto en que seremos garantes, sin ambigüedad, de la ubicación italiana y del absoluto apoyo de la heroica batalla del pueblo ucraniano. Una Italia guiada por nosotros y por la derecha será fiable en los foros internacionales”, ha prometido.