Todos los conservadores británicos se ven tentados en algún momento de autoproclamarse como los auténticos herederos de la ex primera ministra Margaret Thatcher, pero la ministra de Exteriores, Liz Truss, ha llevado ese empeño hasta la mimetización física.
La mujer que se disputará con Rishi Sunak el liderazgo de los “tories” y, por tanto, el puesto de primer ministro que dejará libre Boris Johnson nunca ha ocultado su admiración por la Dama de Hierro.
Ese entusiasmo la llevó incluso a imitar al dedillo su vestuario en el primero de los debates entre los candidatos a las primarias “tories” el pasado viernes, un guiño más que evidente a las bases de su partido que ahora deberán elegir en primarias a su nuevo líder.
Como jefa del Foreign Office, Truss ha demostrado la misma contundencia que Thatcher lució en sus disputas internacionales, ya sea yendo a la guerra con Argentina por las Malvinas, en 1982, o convertida en azote del régimen soviético.
La ministra (Oxford, 1975) ha llegado a ser señalada individualmente por el Kremlin por su posicionamiento proucraniano y sus declaraciones contundentes.
También exhibe el legado “thacherista” en su empeño por bajar impuestos pese al déficit récord en las arcas públicas, lo que le ha llevado a enfrentarse públicamente con Sunak.
Incluso poderosos miembros del Partido Conservador, como el “brexitero” Bill Cash, han presentado en artículos en la prensa estos días el estatus de Truss como verdadera sucesora de Thatcher.
En 2012, fue una de los coautores del célebre manifiesto “Britannia unchained” (“Bretaña desencadenada”), en el que, junto a otros miembros del actual Gobierno, abogaron por un neoliberalismo radical que permitiese al Reino Unido evitar el “descenso a la mediocridad”.
Rápido ascenso
No hace ni siquiera un año que Truss fue designada por Johnson como ministra de Exteriores.
Desde el oscuro Ministerio de Comercio Internacional, se había ganado en dos años el reconocimiento dentro del Gobierno conservador gracias a su gestión de uno de los elementos clave de la arriesgada apuesta geopolítica de Johnson: tratar de compensar el golpe económico que supone la salida del mercado europeo.
Allí logró extender 60 de los tratados comerciales de los que se beneficiaba el Reino Unido como miembro de la Unión Europea y rubricó nuevos acuerdos con 96 países, aunque apenas dos o tres de ellos de gran calado.
Aunque la mayoría de esos convenios no han aportado grandes ventajas respecto a las condiciones con las que comerciaba Londres bajo el paraguas comunitario, su destreza negociadora evitó un desastre diplomático y económico.
Conversión tardía hacia el Brexit
Como la mayoría del “establishment” político británico, Truss defendió la permanencia en la Unión Europea antes del referéndum de junio de 2016. Apoyaba las tesis del entonces primer ministro, el también conservador David Cameron, y una nutrida parte de los “tories” y la oposición laborista.
Un año después del inesperado resultado de aquella consulta, en la que el 51,9% de los votantes optó por abandonar la UE, la ahora ministra de Exteriores hacía público su cambio de opinión. Los “enormes problemas económicos” que había anticipado no tenían por qué ser tan graves.
En el pasado ya había tenido que dar otros volantazos ideológicos, como le recordó Sunak en el último debate televisado entre los candidatos “tories”: fue partidaria reconocida de los liberal-demócratas en su juventud.
Truss es una figura política inusual en el Partido Conservador británico, en el que predominan los hombres y mujeres procedentes de entornos sociales privilegiados, algo que también la empareja con Thatcher, quien se preciaba de ser “la hija del tendero”.
La candidata fue educada en colegios públicos, una rareza entre los “tories”, si bien se formó más tarde en la Universidad de Oxford, donde cursó Filosofía, Políticas y Económicas, uno de los caminos más transitados para llegar a las esferas del poder en el Reino Unido.
Paradójicamente, se crió en un hogar con profundas convicciones políticas de izquierdas. Su padre era profesor de matemáticas en la Universidad de Leeds y su madre una enfermera, profesora y activista en favor del desarme nuclear.
Entre 1982, cuando su madre la llevaba a manifestaciones en contra de Margaret Thatcher, hasta 2010, cuando logró su primer escaño como diputada conservadora y se convirtió en una estrella emergente del ala neoliberal del partido, la familia Truss vivió la conversión de Liz con cierto desencanto.
Su padre descubrió “horrorizado” que militaba en los conservadores al encontrar en el buzón una carta del partido, según ella misma ha relatado. Él nunca quiso participar en sus campañas para lograr un escaño “tory”, mientras que su madre, más pragmática, estuvo a su lado.